Sentada en aquel
banco de madera y hierro donde se había sentado millones de veces y todas esas
veces era la primera vez; no ha encontrado ninguna sensación igual que el ver
el océano. La brisa hace mover las hojas de las palmeras estirándolas, transformándolas...
secándolas, ya se puede apreciar el tono marrón de las puntas de las hojas
verdes. En el fondo de ven esos prismas que aguantan las embestidas del océano,
y que resguardan a tantos miles de pequeños cangrejos que luchan por tomar el
sol en un sitio donde las gaviotas son bombas que caen del cielo, en picado,
con el pico abierto, y el chillido saliendo en el último momento de sus picos.
Son las pobres carcasas de ellos, lo único que queda; el "yo
estuve aquí" de un cangrejo rojo y no lo suficientemente rápido.
Porque no hay
sensación que se compare al sentir la arena entre tus dedos, que aún después de
quitártela, deja huella. Las gotas goteándote de donde quiera que te goteen,
porque ya tu no sientes nada, ya no ves nada más que el triste vaivén, las
fuertes embestidas y las algas ociosas disfrutando del baile en la superficie
de las aguas, las espuma que desaparece, que viene y se va, que deja huella y
desaparece la próxima vez que vuelve. Te podrías quedar horas admirando como el
sol llena las aguas, y como todos saleen a disfrutarlo, los defines saltan y
alguna que otra ballena aparece, pero transformada en sombra, una sombra que te
hace sonreír, una sombra, que te hace ver que hay más vida de la que en un
principio pensaste que no.
Sentada en el
banco de siempre, saludando a la misma gente, con las mismas personas vestidas
del mismo modo y riéndose igual, con la misma convicción de que, pasando los
años y hay cosas que no cambian. Y te hace sentir bien.
El coche pita y
una pareja de chicas se suben al coche riendo.
-Yo antes era una
de ellas. Pero incluso cuando me acuerdo, no me arrepiento de haberlo dejado
atrás.
-¿Porqué abuela?
La niña miró con
ojos grandes y curiosos a los ojos bondadosos, pequeños, cansados pero
inteligente de su abuela.
-Porque habrá mil
libros que hagan que me acuerde de aquellos tiempos, y miles de cartas que
escribí y que nunca envié, habrá miles de cosas por las cuales lloraré,
añorándolas, peor habrá otras miles por las cuales me cerciore de yo ya viví
eso, y lo disfruté todo lo que pude, ahora me toca vivir otra vida, y a ti, te
tocará vivir la suya, la suya que una vez fue mía.
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