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sábado, 30 de marzo de 2013

Ella era impetuosa, y él demasiado paciente.

Ojalá sus palabras sean de la mejor pluma de Moscú. Porque si así fuera, toda Rusia visitaría al desgarbado profesor de literatura, para preguntarle si acaso existe de verdad él, su libro, su historia, o sus lágrimas más íntimas solo derramadas cuando todos decían: "No, él no lloraba."
Ojalá pudiese ser capaz de escribir un diario en el cual contar que le da miedo su reflejo, por lo que pueda reflejar, que teme volverse loco, que sonríe, siempre, y que pocos le devuelven la sonrisa.
Ojalá ese diario imaginario fuera escondido debajo de la escalera, junto al recoveco de la esquina sur, junto al osito abandonado, a los sueños que persisten, a las ilusiones que nunca se rompieron, pero sí se escondieron, sí... Lo hicieron desgarbado profesor de literatura.
Ahora que eres algo etéreo quieres arreglar lo desecho por el tiempo. 
Profesor de arena... 
Yo también quise vivir una historia de amor que poder contar, yo también quise tener la inspiración en la piel de otro, y palpar con la lengua el sabor de los besos amargos... Que dicen que hacen brotar los mejores versos.
No pudo ser... No pudo ser... La libélula no llegó a tiempo a la primavera y murió profesor, en un parpadeo,  como la princesa... Como nuestras princesas. La sangre llegó al río antes que el río a la sangre y así poder limpiarla, y yo no hice nada, como tú tampoco, ni él, profesor, él tampoco aunque lo intentó. Intentó que volara con un último impulso la pequeña libélula con ojos de aviador. Él no murió, así que respire tranquilo, ahora llora pero sigue vivo.
Y ahora que no nos quedan ilusiones que mandar al extranjero, ahora profesor que solo quedamos tú y yo. Solo tú y yo.
Ayer estuve pensando y me hice una pregunta, conteste si quiere, o si no deje que de un par de vueltas por la cabecita hueca del autómata estigmatizado. Deje que lo haga profesor, sé que volverá a funcionar, el inventor me dijo: Si se para, dele algo que hacer, pregúntele que quiere comer hoy, si miradas tristes o sangre negra. Digamos que esta pregunta que le haré es más una cosa que otra, el parecer que quiera darle, profesor.
¿Cómo prefiere morir, ya sabe que las armas no son lo mío, demasiado limpio y sucio a la vez, que yo prefiero las palabras, así que... elija, profesor... algo de amor; un demasiado lento pero seguro, que en el último momento deje de respirar con la verdad surtiendo efecto en la mente del enamorado; o... de terror; el cuervo chilló y antes de decir nunca más, oprimió su pecho contra el recuerdo estremecedor del violín desconchado y viejo del molino que no le recuerda, del triste suicidio de un pájaro negro? Yo elegí lo segundo, mejor eso que saber una verdad mortífera... ¿verdad, profesor?
Con cariño; 
una alumna que sí fue a preguntarle por su pluma.


                                                                      ***
Mi respuesta querida, confío en ya la supondría, en la primera, la primera sin duda. Porque antes de la verdad mortífera hay una laguna de seda, y usted me entiende la ocurrencia. Antes del desastre se encontraron dos entes en algún lugar de pueblo o ciudad, antes hubo una historia que contar y moriría tranquilo al saber que la había vivido. Pero la segunda muerte, y pienso que la haya elegido usted por morir feliz pero con miedo, en vez de traicionada y con penas, pero ese violín y ese pájaro muestran otras dos muertes innecesarios si se produce la primera, se puede vivir con el olvido del molino, pero no sabiendo de un suicidio y de un desconchado y roto violín, porque... ¿no le parece eso una salvajada?
Más mirada triste alumna... Me enteré de lo de la pequeña, una pena sin duda, pero habrá otras, como ella ninguna, pero le enseñaremos a sobrevivir al invierno, parando el tiempo en mitad de la carcajada del abuelo en Navidad, del primer chapoteo en el mar de alguien, le enseñaremos a nuestra nueva princesa a no morir en parpadeos lentos si no a disfrutar los rápidos y respirar en los últimos, a sobrevolar horizontes.
Vuelva pronto, mi pluma se ha quedado sin musa.
Con orgullo;
el profesor desgarbado de literatura.


                                                                          arte, foto, foto, foto

viernes, 29 de marzo de 2013

* 'Alguna vez me angustia una certeza, y ante mi se estremece mi futuro'

* Todo parece necesitar un título y no sabía como llamar a lo siguiente que vais a leer, así que he abierto el libro de 99 Poemas de amor, aunque no trate de amor, y he escogido el primer verso al azar, de cualquier página, sin pensarlo, me gusta darle un poco de locura a mi vida.
Pero después de ver que el que había salido era tan increíblemente ñoño que me he decido, al fin, por ese.
Del poema: Muerte a lo lejos.
Autor: Jorge Guillén.

* Me preguntaron que de donde había sacado el texto del esclavo de la entrada anterior, y he de decir que de mi imaginación, sé que pone que leyó un libro y lo recuerda siempre, pero no, es algo que se me pasó por la cabeza y lo puse, xD. He estado desaparecida y lo seguiré estando, en cuanto no esté castigada me recorreré todos los blogs y comentaré, pido perdón y lo siento de antemano.

Oliver Ron no creía en los estados mentales.
Según había escuchado todo era un estado mental; la felicidad, el dolor, el amor... Resumiendo: La vida, era ese el estado mental incomprensible.
Oliver Ron. Un chico de estados mentales.
Que si hacía caso a los libros; el estado real, la vida, era un sueño que escribía todos los días un tipo algo loco en la libreta negra que le había dado su psicólogo hacía tiempo, con el que se reúne cada dos semanas.
La vida, como estado mental de un loco con problemas mentales, sí, tenía más sentido si se ve de esa manera.
Eso creía Oliver Ron.
Le iba mal en el instituto y su madre lo llevaba a la playa los fines de semana para, según ella, liberar tensiones que le hacían imposible no implicarse más en los estudios.
Todos los fines de semana.

Punto y aparte.

En pleno invierno se hacía insoportable, el agua estaba congelada y el viento le revolvía el pelo demasiado largo, no le gustaba que se lo tocasen, ni siquiera un fantasma de aire.
Fue un día de esos cuando se dio cuenta que si la vida era un estado mental él era tan sumamente idiota que para él nada de eso era cierto porque no lo entendía ni quería hacerlo, ninguna palabra de ningún genio tenían para él sentido ni valor. 
Excepto algo que dijo otro loco de los estados mentales: Siempre tienes la posibilidad de elegir.
Oliver no estaba de acuerdo, pero mirando el océano pensó que sí.
Pensó que si se tiraba, moriría ahogado en algún punto de los nueves kilómetros de profundidad y explotaría, diluyéndose así, todos sus estados mentales. 
(Si es que los estados mentales eran solubles en agua.)
Así murieron los estados mentales de Oliver Ron, que siguió viviendo a base de latidos. De sus latidos.
Si su corazón palpitaba a un ritmo constante seguiría en ese mundo, si no, no. 

Punto y aparte.

Un necio.
Los mató a todos, menos uno: El tiempo.
El único estado mental en el que sí creía Oliver Ron.

(Un chico listo.)

*Por si alguien siente curiosidad esto está inspirado en Submarine, una película extraña, de las mías. No intenteís encontrar analogías, es solo que después de verla pensé en los estados mentales y en ese protagonista, un chico listo, llamado Oliver. Lo de los estados mentales lo he sacado de un poco de mi cabeza, y otro poco, (que muy poco, si veis la película creo que solo los nombra una o dos veces) de Love Happens. Os recomiendo las dos, si sois de amor la segunda, si os gustan las películas lentas pero interesantes, la primera.
Besos y hasta la próxima... 
(Que espero que sea pronto)

                                                                    hermoso, azul, claro, fresco


jueves, 21 de marzo de 2013

11. Last Summer.

Después de salir de la facultad he ido a sentarme en el parque que está justo en frente, y será porque el libro de Tolstói me pesa demasiado, en la mente y en el hombro, pero he estado pensando si esto; el edificio rústico de delante, todos los transeúntes de miradas grises, con vida, pero sin esperanza, los perros callejeros, lo que no son perros, la tala de árboles, la construcción de edificios...
Si eso no es solo un sueño. Si no existe, como dijo el compañero de despacho de Jorge: "Todo lo que creemos que está, no está, todo lo que creemos que existe, existe porque nosotros queremos que exista", por eso existen los imposibles, porque se necesitan limites y fronteras, para traspasarlas. Una vez leí, una obra de arte en mi opinión:

<<Escribo, porque puedo acariciar la libertad de mi alma, 
y de mi cuerpo, cuando lo hago,
cuando expreso,
incluso sin expresar,
me siento libre.
Y escribo lo que quiero que sea escrito tantas y tantas veces,
hasta que se haga real;
Yo llevo un traje blanco, que destaca sobre mi piel negra,
y mis manos no están manchadas,
ni de tinta, porque ya no me hace falta escribir,
ni de tierra.
Y mi amo me pregunta: 
-¿Quieres más té?
Me tutea, porque yo le tuteo a él,
la jarra está en la mesilla.
Y yo lo miro desde la hamaca, le asiento con la cabeza y me sonríe.
Sin malicia, ni segundas intenciones.
Entonces me levanto y beso a una mujer blanca,
una de pequeña estatura, rubia como el sol de verano,
también va de blanco, pero su piel no destaca en absoluto,
parece porcelana.
Ella no me aparta, no me mira asqueada,
bebemos los tres ese té.
Como se debe beber té, despacio, con tranquilidad,
los tratados de paz se firman acompañados de té.
Sí, eso creo.>>

Un texto que me hizo pensar que aquí o allí, al final todo es lo mismo, en un pueblo de árboles verdes, de casas de colores, peces en su pecera, está todo tan bien, que es necesario ver, tan solo ver. Ver que hay otras opciones.
Ser diferente, no es un objetivo, que la historia te recuerde por ser único, eso no es un objetivo, ese es el fin de la vida, de los que crean, construyen, dibujan, escriben, componen, sonríen... Que les recuerden, el olvido es el vacío existencial, donde quiera que vivan los ya muertos, o los sin estarlo.
Supongo que digo esto, porque yo ya sé el final de ese verano. Supongo que muestro lo que no se puede contar en mitad de la historia. 
La realidad.
Digo lo que ser recordado, las pasiones de unos pocos, y los motivos de existencia de otros, como Julius, el esclavo negro que soñaba con tomar un té, simples ilusiones pero tan reales, porque hay veces que lo que parece no es. Los personajes, como las personas de ojos grises, son seres de vida, y conocerlos es de gran importancia. Saber que todos nos movemos por una razón, y saberla, para ese verano fue intrascendente.
Por eso, quizás, todos nos vamos de la pecera, esos peces de colores que se suicidan, quién se ha suicidado de la misma manera lo entiende. Digamos que es interesante explorar y abandonar rutinas para encontrar otras.
Digamos que hay veces que para continuar historias es necesario una segunda... ¿visión?

(Al, no me grites cuando veas esto, si quieres puedes romper estás hojas, o dejarlas. Solo me apetecía escribir. Te juro que no he leído lo anterior, sigo esperando con impaciencia.)

HOJA 11... 
By Alex


martes, 19 de marzo de 2013

Feliz día del Padre, papá.

No me importa que hoy sea el Día del Padre, son días, como otros cualquiera. Yo no felicito los Santos, así que lo siento tío Jose.
Se me habrá pasado por la cabeza, las mil y una cosa que nunca haremos. Lo siento de nuevo, porque al igual que un hijo debería conocer a su padre, un padre debería conocer a su hijo. Pienso que yo no tuve tiempo de memorizar todas tus manías, ni tú de conocerme, ¿porque quien era yo hace un par de años? Supiste leerme el futuro, y llegar solo a pensar que siempre se necesita una segunda opinión o un segundo espacio que rellenar, todos los años, en la ficha del instituto, ese espacio que siempre se queda en blanco. Fuiste alguien, y ahora aunque llore en el baño, porque no me atreva a llorar fuera de esta puerta de madera, yo sigo pensando que estás detrás del silencio del teléfono. Lo siento, pero casi no me acuerdo de tu voz, y me gustaría recordarla, porque olvidar significa perder y perder significa caerse de nuevo, aunque la piedra ya no esté.
¿Que quieres que te diga? ¿Que te echo de menos? Dime algo, lo que sea, como eso de que: No te confíes Irene, no te confíes. No lo entiendes, pero tengo la sensación que de que nadie nunca más te conocerá, y eso es triste, porque las personas dignas de conocer siempre mueren antes de que otros tengan el suficiente tiempo para hacerlo.
Lo siento, papá, que forma más rara de felicitarte; con un Los siento, al principio y al final del texto, y con algunos de por medio, que extraño y triste. Todos los padres tendrían que llevar a sus hijas al altar, aunque estás se casen sin cura y sin iglesia. Todos los nietos deberían conocer a sus abuelos, y no habrá nietos si no hay abuelos que los abrace de por medio.
Me gustaría qu eme conocieras, hoy, y hablar hoy, de lo que no pude hablar ayer. Quisiera haber tenido tiempo, un tiempo que se hace corto aunque la década se haya pasado.
Todas las princesas deberían ser princesas de un rey, si no hay no hay princesa suficientemente reina. Papá, te he dicho muchas veces que vuelvas, aunque no lo hagas, que sepas hay más cartas de las que crees escritas para ti.
Espero que seamos pocos, los que vean como el cáncer carcome la energía de los aventureros, que congelan sonrisas infinitas, que enflaquecen rodillas gruesas, que semao spocos los que lloren lo que se lleva.
Me he rizado el pelo, ¿te gusta?

P.D: Lo siento.


arte, azul, buble, bubles

Me hundiré en el lago más profundo,
llegaré a la boya más lejana,
y le gritaré al mundo,
 tú me oirás y me sonreirás desde la arena.
Francisco (Paco) Suárez Puente.
Desde la arena oirás los gritos
de alguien que ha llegado a la orilla,
esquivando tiburones,
con heridas en las piernas
por las rocas,
y con muchas cosas por contar.
Muchas, papá,
muchas.
                                                       

sábado, 16 de marzo de 2013

10. Last Summer

Mientras observo detenidamente la estantería del salón, imponente. Me apetece, en una tarde de viento, escribir sobre como, a Alicia le conquistaron las palabras, que le llevaron al País de las Maravillas, de plumas, de manos, de versos, de prosas, de líneas en general, son genios, genios que nunca morirán.
Y hoy me propongo contarlo, contar como en otra tarde menos primaveral y ventosa, a un chico no se todavía como, y eso que está a tres pasos de mi, acariciando papel cada vez que pasa una página. Pero no quiero saber el cómo, me da miedo que la magia de aquel momento se esfume.
Y esto que intento escribir, quiero que contenga toda la magia posible o que por lo menos quepa en una libreta marrón:
-Si hoy te enamoras seras mía.
Una frase que entró desprevenida en mi mente. Relatar el cómo Alex se convirtió en una sombra detrás de mi espejo y de mi mente, de mis pensamientos, de mis pasos apresurados; es relatar una historia de amor, sin besos, sin declaraciones, sin cartas, sin roces, una historia silenciosa... Shhhh...
Rafe hacía dos días que no aparecía, y él, si no lo he dicho antes lo digo ahora... Es un mago. Si el te busca, te encuentra, pero si es él quien desaparece, no lo puedes encontrar, incluso preguntándole a su tía.
Así que me he ido encontrando con Alex cada vez más a menudo; ahora detrás del banco, ahora en el mercado comprando fruta, ahora de lejos, en el faro, pitando su siempre distinto mar, después en la fuente leyendo, después saliendo de la biblioteca, y después la sonrisa, y ahora las frases que aparecen en los libros que todavía no había leído.
-Si hoy me enamoro. Prometo irme lejos, donde el corazón me lleve.
-Locura.
-Pasión.
-No me esperaba esto de ti.
-Rafe me enseñó.
-Entonces te enseñó a mentir.
-Es mago.
-Ilusionista, optimista, falso. Una mentira.
-Magia...-Recordé sus ojos pícaros y no pude evitar sonreír. Alex puso los ojos en blanco.
-Si te enamoras, serás mía.
-Nunca más de nadie.
-Mía.
-No.
-Sí.
Y me arrastró del codo hacía la librería. Una de pocas en un pueblo pequeño. Una que recordaría, y después compararía con otras muchas.
El olor a papel,...grr... Ese olor me hizo ronronear, (y todavía lo hace). Ronronear, porque los gatos cuando están a gusto se restriegan por las piernas de su amo, y ronronean, y yo me restregué por las estanterías y ronroneé.
Quería bailar, como aquella mañana ¿recuerdas? Aquella en la que la luz entraba por las ventanas de un modo mucho más romántico que otros días. ¿No lo entiendes? Yo tampoco.
Alex se movía como pez en el agua, y yo pronto lo haría también, él sabía lo que buscaba, yo me dejaba llevar. Él no me soltaba la mano. Yo no quería que la soltara.
Grr... Una portada me llamó la atención. Tiré de él.
-¿Quéee?
-Ese.-Y le señalé con la otra mano un tomo azul con letras plateadas. Casi no se veía, pero lo sentía.
Se puso delante de mi y alargó la otra mano, sin soltarme con la que me apresaba la otra. Lo atrapó. Grr... La camisa dejaba entrever un poco de piel, ajá.
Si lo tocaba si asustaría, si no lo hacía, acabaría con el corazón a mil y sin uñas. Pero no lo hice, moverse por impulsos es peligroso. Grrrr.
Su pelo rubio y sus ojos azules contrastaban a la perfección con el libro en su mano. Su hojas se movieron y su olor a tinta me envolvió, quise que fuera mi olor, quise saber de ese libro tanto como del chico que lo sostenía.
Tenía razón, me enamoré, y no sé muy bien de qué. Si de Rafe, al darme cuenta que esperaba ver su sombra entre tanto libro y baldosa vieja. De Alex, por tener razón y por hacerme ronronear. O de los libros, o de aquel en particular... No lo sé. ¿De quién fui? Pues eso, tampoco lo sé.

Me giro para observar a aquel chico unos cuantos años mayor del de aquella tarde veraniega. Pero sigue siendo igual, solo que cambió su preciado mar, por unos edificios. Dijo que ya lo había dibujado bastante, y que al ser suya, (por tener razón), cumpliría la mayor locura de todas, irse donde el corazón le llevara. Yo tardé poco en seguirle.

                                                                                N7ugmek_large


miércoles, 13 de marzo de 2013

El vals que ya tu bailas...

Y después de más de una semana, que me vengan las ganas ahora...:

Que vive de tu respiración en mi pecho,
y repite con mis propios dedos
el vals que tu bailas con los tuyos.
Estoy segura de que la caricía perdida
solo existe en las líneas de la vida de la palma de mi mano.
En las tuyas hizo hoguera y dejó solo cenizas,
que cantar al amor porque está perdido es más fácil
que decirle a la muerte; 
Espera sentada que yo vivo eternamente.
Que ahora que vienen las musas, aprovecho para escribirte
a un lector ciego
por un escritor sordo,
se cortó la oreja para no escuchar,
como el lector se arrancó los ojos para no ver.
Tú y yo luchamos por un mundo aparte,
en una imaginaria urna, de seda, flores, y rosas.
Me gusta escuchar de tu boca, 
como Carolina
se despereza en el salón, 
si su angora blanco sigue igual de erguido que la noche anterior.
Si sigue cayendo la nieve en el cielo de París.
Que el hastío crece
y yo me aburro,
y cojo un escudo frágil que se hace de hierro y demasiado pesado
para cargarlo por el camino,
para cruzar el puente de los mil caídos,
entonces seremos mil y uno, los que abandonemos. 
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
pues no siente lo mío
leyendo el poemarío
de Rubén Darío.
Que patética me veo,
escribiendo tristes versos,
que expresan lo que quieren,
no soy dueña de ellos.
'Ni de mi misma.'
Te contaría una historia que hablase de los que mirasen atrás
y verías mi tres en gramática y léxico,
que hable el mundo que aún así se equivoca...
que yo soy de ciencias y un poco de letras.
Que vivir para la literatura
y unos cuantos versos mal vendidos.
Es querer cantar,
sin tener cuerdas vocales.
Como siempre dije, si es que aún recuerdo;
él se quitó el sombrero,
y yo acaricié su sedoso cabello,
cuando él me miró,
se desvaneció.
Y ahí quedé yo.
Con las cosas por decir, 
la inspiración por llegar,
y el sueño a punto de acabar.

Si un lobo te mira a los ojos,
no apartes la mirada;
Estás viendo al esperpento.

sábado, 2 de marzo de 2013

9. Last Summer.

Los Sábados claros no eran especiales, y mucho menos en la temporada estival, pero que extraño era ese coche aparcado en la entrada, extraño la tele apagada y ese olor a nuevo, a la indiscutible norma; ahora callemos, que las palabras escapan, que esconden más de lo que quieren mostrar.
Porque la señora Hays no bailaba, ni sonreía, porque su moño anormalmente despeinado y enmarañado, ese nido de pájaros que se perdieron en invierno y se quedaron para siempre, desaparecido en alguna de sus trabas que sujetaban mechones que estaban sueltos ayer, que las flores se las tragó el vacío, que todo fue un sueño, que parecía no dolerme los golpes, que las ramas no arañaban, que las paredes ahogaban, que el mar no era la mayor musa de alguien.
-¿Dónde?
Oía risas, no de alegría, eran risas fúnebres, quien se alegra de la muerte, como esas personas tristes y macabras que bailan sin gracia, sin ganas, que se mueven porque si se quedan quietos, se los comerá el tiempo.
Días en los que te levantas y no sabes si sigues soñando o el sueño era la realidad imposible. Es sábado dos, y mis padres, títeres del tiempo muerto, bajaban de su coche, cómplice de kilómetros austeros y solitarios. Cuando pensaba en ellos y la carretera, me parecía paradójico que hiciera buen tiempo, y aún así parecía esto una mala película de series B, un mal director, sin banda sonora, sin voz en off leyendo poesía, sin el espectador aburrido en una butaca roja. Excepto el espectador aburrido en una butaca verde, ese sí estaba y se reía de la mala suerte de algunos, y de la mucha de otros.
Reparé en las sombras de los árboles y desee que Rafe me rescatara, Robin Hood; me robaría como tesoro más valioso de unos ricos egoístas, pero esta vez no lo compartiría con nadie y me diría que el amor, como la nada, como el tiempo muerto, como las malas oportunidades, no existe, solo nosotros y una historia en papel acartulinado blanco, con una pluma a medio acabar, y una sonrisa desgastada.
-Sé que estás pensando en mi, no me engañas.
-Sabía que estabas ahí.
-No lo sabías. Esperabas que lo estuviera, pero no que estaba.
-Sabía que estabas porque lo deseaba, porque cuando no hay nada a lo que agarrarse apareces. No sé que pasa contigo, ni porque Alex te mira con desprecio, pero mientras sigas apareciendo cuando quiera huir... Me da igual que un grupo de ardillas gordas y con sarna ataque al mundo en una especie de Revolución Ardillal.
Su risa rebotó por toda la habitación. Parecía buena música, y como la buena música... Nunca se olvida.
-Muy bonito e imaginativo. No es propio de ti, me siento orgulloso. Quiero presentarte a alguien.
-¿A tus padres?
-Eso es ir demasiado lejos, Al.
Era la primera vez que me llamaba así. Aunque, si hacía memoria, nunca me había llamado de ningún modo, a diferencia que en su tía, me gustaba como lo decía. Este pensamiento me pareció demasiado cursi, lo que dicen todas las enamoradas, todas... Pero yo no estaba enamorada, solo me gustaba la manera que tenía de abrirme los ojos poquito a poquito, de hacerme más vulnerable y débil a los sentimientos, enseñándome a dejar que la magia de todo penetrara en mis poros, en cada célula de mi cuerpo, inventando un nuevo tipo de mitosis, más dividir sueños e ideas y menos cromosomas duplicados.
-¡Pero bueno, Rafe!¡A estas alturas es ir demasiado lejos!¡¿Después de lo que hemos pasado juntos?! Te avergüenzas de mi...
Posé el dorso de mi mano en mi frente, representando a la perfección el gesto de la dama dada de diva.
-¡Bravo! Me has echo sentir mal y todo. Pero igualmente, no, a mis padres no.-Negó con la cabeza.
-Pues entonces... ¿A quién?
-A Carol.
En eso momento pensé en que no me gustaba el café, que su olor me revolvía las tripas, que cada vez que veía el tarro en la despensa pensaba en tirarlo al suelo y pisotear su polvo marrón casi tierra que tanto odiaba. Pensé en esto, porque la causa de odiar el café era una consecuencia de las excusas de mi madre que exponía para evitar hablar conmigo. Si entraba en una habitación en la que ya estaba yo, nos mirábamos durante un minuto y medio, luego, abría la boca y la volvía a cerrar, sus tacones resonaban una vez más, con ese paso tambaleante de quien no se siente segura, y decía: -No queda café, le diré a Carol que vaya a comprar. Y se iba a llamar a Carol, su secretaría, dejando a su única hija sola, en una habitación silenciosa y solitaria en el ala más alejada de ella todo lo posible, con mil cosas por decir, la mayoría intrascendentes, pero eran cosas por decir, cosas que acaban siendo dichas con rabia a una pared, mientras rompía jarrones, mientras la señora Hays me abrazaba y me decía: Hey, que haces llorando por cosas que no valen la pena. Es tu madre, te quiere, a su manera, una manera mala, egoísta e indiferente. Pero te quiere. Todas las mañanas se levanta y te hace una foto mientras duermes. Las he visto en el cuartito ese de al lado de su habitación, tiene miles de mañanas en las que apareces tú, sonriente, soñando.
Me hacía sentir especial por un segundo, y por un segundo muy largo me lo creía siempre. Siempre. La señora Hays tenía ese don, que por lo que me había dado cuenta, venía de familia. Por supuesto, sobra decir que esas fotos nunca las vi y que había mañanas que esperaba que mi madre apareciese con la cámara, cuando no aparecía la señora Hays decía que era porque se había levantado antes de lo normal y yo demasiado tarde. Rafe también lo tenía, ese don de hacerte especial por un segundo muy largo, pero aunque Carol solo fuera un nombre, mierda, las Carol no deberían llamarse así; la chica de ojos azules grandes, labios grandes, orejas grandes y pelo negro muy largo, no debería llamarse Carol; con su vestido de volantes rosa, con su sonrisa grande. Con su gran corazón y con sus abrazos de oso. Esos que sabían mejor que todas las magdalenas de yogur del mundo juntas.

-Hola, me llamo Carolina.
-Yo Alicia.
-¿Te puedo llamar Al?
-¿Te puedo llamar Grande?
Se puso seria de repente, y vi complejos antiguos, viejos, arrugados pero surtiendo el mismo efecto desolador que la primera vez.
-¿Por qué Grande?
-Porque seguro que serás la más Grande mejor amiga, que he podido imaginar.
-Para ser amiga mía solo tienes que gritar una cosa.
Levante una ceja y pregunte el que:
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
Porque era una buena causa, porque las ballenas eran grandes, estaban mojadas y eran muy tontas, pero esas no eran razones para matarlas. Poco tiempo después me contó que lo de su pasión por esta causa, era por un libro que había leído de Christopher Moore, jajaja, ¡que locura!... Por un libro de Christopher Moore...



                                                                               caliente, los tatuajes, b & w, beanie