No quedaba nada.
No crecía nada, en ese trozo de tierra en medio de otros trozos.
Los poemas, los lienzos, las letras... Todo es inmortal. Y es maravilloso ver que pasa el tiempo y siguen intactos.
Todos los días, o casi todos, nos encontramos, en la calle. Tu vas y yo vengo. Todos los días me miras, y no me resulta raro, la calle es estrecha y yo grito demasiado. Todos los días... Y sé que solo somos otros transehuntes, como los otros cuatrocientos que bajan. Sé cuantos son, los he clasificado tanto en las escaleras mientras espero... y no me digas por que, pero creo que somos las dos únicas personas de toda la calle, que no sabemos nada el uno del otro. Sé que la chica de la mochila rosa, vive en el edificio de al lado de la señal de stop y que le gusta que la llamen Holly aunque se llama Mería, sé que también vive allí el novio de mi mejor amiga al que se pasa el rato jugando a pillar sonrisas entre las manos, sé que en el Velachero vive alguien que un día pensé que conocía, sé que si bajo por las escaleras del parque, viviré una de las mejores historias de amor jamás escritas en las paredes blancas de piedra negra. Sé quien es la Clara que firma todos los poemas y quién es el Pipas que escribe frases de amor a su novia, sé que chica cumplió dieciocho y que amigas le escribieron en la pared de enfrente de su casa 'felicidades'. Sé que conoces al chico de los auriculares de las escaleras de al lado del callejón, y sé que sabes, quién es el cura de la iglesia de la Cruz Roja, pero no sé quién eres tú. Puede que me hayas visto sonreír, siempre lo hago, pero yo a ti nunca, habrás visto en mi lo que otros no ven, que sonrío porque si no lo hago suena demasiado raro, ¿ya te has dado cuenta de que eres inmortal?.
Siempre se me ha dado mejor hablar con desconocidos, así que no me digas tu nombre, quiero que seas mi desconocido, aquel al que le escribo y al no me atrevo a describir, quiero que seas el desconocido que esconde en su interior el Newland que admiro. Que las cosas se queden así, porque es mejor no conocer, antes de darnos cuenta de que ya nos conocemos.
Después de desviar la mirada;
No había nada, una calle estrecha, mucho coche y gritos que ya no se oyen;
No quedaba nada salvo una voz que hablaba por mi y un suspiro de impaciencia:
No crecía nada en ese vasto lugar.
Seamos los desconocidos que manifestemos un árbol de espino con flores de cerezo blanco y que en finales de septiembre hagamos nevar en el lugar de la nada. Haz lo imposible, hazme imposible, seamos imposibles.
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