La libretita de pensamientos.

"Tengo que irme", se dice. Se levanta de la cama encorvado, se estira, coge aire. Por la ventana que se ve un día perfecto, algo de viento y sol pero eso nunca importa. No importa lo bonito que sea un día para algo porque harás siempre lo que tienes que hacer.

Se aprecian las grandes cosas, las pequeñas son demasiado pequeñas para que alguien las vea. Se mueve entre la gente pensando en lo que hará, pero no tarda mucho tiempo hasta darse cuenta de que lo que tenga que pasar pasará, que ni el destino sabe que ocurrirá mañana. Él cree en las casualidades, que pasan porque tenían que pasar y si no tenían que pasar pues han pasado y punto.

Llega a la parada del autobús, mira las horas y los destinos, decide coger el de la once para que le de tiempo a tomarse un café. Entra dentro de la cafetería y se sienta en una de las mesas de la esquina, la que da al exterior. Ve a los coches pasar con prisa, caras serias dentro de sus vehículos. Los niños en el asiento de detrás duermen o juegan con algún videojuego. 

El recuerda como cuando viajaba en coche le encantaba mirar por la ventana, ver como la rutina de algunos se convertía en un juego para él. Las señoras con los dedos rojos por el esfuerzo acarrean bolsas de la compra, con la mirada al frente, con los ojos secos, con los labios en una fina línea. Se pregunta que vida llevarían para haber dejado de sonreír.

Ahora se preguntaba que razones tenían no para haber dejado de hacerlo sino se preguntaba si tenían alguna razón por la cual hacerlo. Sacó una pequeña libreta de pensamientos y en la primera línea puso:

LISTA DE COSAS POR LAS CUALES VALE LA PENA SONREÍR.

Se tamborileó con el lápiz la barbilla donde la piel irritada por el roce de la cuchilla de por la mañana le producía un leve cosquilleo. Sonrió. Y escribió en la pequeña libretita:

Primera cosa de hoy por la cual he sonreído: El cosquilleo del lápiz en la piel recién afeitada.

Se sintió satisfecho consigo mismo, así que empezó a mirar a su alrededor por si había otra cosa que le hiciera sonreír. Encontró un chicle en forma de corazón pegado en el suelo, un niño que le pedía impacientemente a su madre un caramelo, una chica se salia con una sonrisa y una bolsa de la tienda de ropa...así un montón de cosas más que también le hicieron sonreír. 

Cuando fueron las once menos cuarto decidió que ya era hora de ir hacía la parada. Se despidió con una sonrisa de la camarera, y escribió corriendo en la libreta:

Cosa número diecisiete por la cual he sonreído: La despedida con la camarera.

Esperó durante diez minutos sentado en el banco, y le sonrió a una señora mayor que se sentó a su lado. Escribió entonces en la libreta: Cosa número dieciocho: El saludo a una desconocida que me pareció que se merecía una sonrisa. Antes de que llegara el autobús también escribió dos cosas más:

Número diecinueve: He sonreído por la ilusión que me hace de volver al pueblo con mi familia.

Número veinte: He sonreído porque he pensado en dejar está libreta en este mismo banco. Porque he pensado que si yo en media hora había conseguido sonreír veinte veces por cosas que merecía la pena sonreír entonces todo el mundo era capaz de conseguirlo también. No hay nada por lo cual no sonreír.

P.D: Todos los problemas tienen solución, detrás de la tormenta está el sol y pase lo que pase sonreír siempre es una opción.

Dejó la libreta marrón de pensamientos en el banco y se sintió orgulloso, sonrió, pero ya no lo apuntó. Cuando llegara al pueblo se compraría otra. Volvió a sonreír, eran muchas sonrisas en muy poco tiempo y en el autobús era el único que lo hacía, le gustó pensar que sonreía él por todo el mundo, que ya lloraban ellos demasiado, ¿no?.

Una chica de pelo negro y ojos tristes encontró una libreta marrón, la leyó y sacó un bolígrafo de su mochila. Apuntó:

Primera cosa por la cual sonreír: Acabo de encontrarla.

Irene.