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martes, 26 de junio de 2012

Los sueños que arrastran mañanas. Olivia.

La música martilleante del piso de abajo se hacía menos audible a medida que subía los escalones. Sus tacones de aguja le molestaban demasiado y sus rozaduras eran cada vez más dolorosas, subía apoyada a la barandilla, intentando no hacer presión en el pié izquierdo.
La gente, o lo que quedaba de los que habitaban esos cuerpos que habían dejado de ser ellos mismos, subían y bajaban, el sudor corriendoles por la frente y el cuello. Ella con asco apartó la vista. Tenía que llegar al piso de arriba, con dolor, sin el, con zapatos o...sin ellos. Se quitó de golpe los puñeteros zapatos negros, bonitos, sí pero malditos.
Y subió de una corrida los cinco o seis escalones que le quedaban, sentía como los pies se le pegaban al suelo manchado de... ni lo sabía pero intentó convencerse de que solo era el contenido de algún vaso.
Una sombra se cruzó en su camino, y Olivia paró de golpe.
-¡Eh! Un poco de cuidado, hombre.
Levantó la cabeza. Nunca te esperes algo grande, nunca esperes menos de lo que te puede dar, acéptalo, las cosas pasan y por ello has de dejarlas pasar. Nunca creí que esta frase que escuché fuera verdad, supongo que me equivoqué. La persona que me hacía empujado ya no estaba, había desaparecido en lo que me cuesta decir: ¡Eh! Un poco de cuidado, hombre.
Entra en la primera habitación que se encuentra abierta. Es espaciosa y hay pocos muebles, una cama, un armario más bien pequeño y una mesilla de caoba tallada a mano. Se respira a polvo, pero no al polvo que se acumula por estar tiempo sin usar, si no al polvo que se acumula cuando nadie le ha dado importancia a una habitación, vacía y sin recuerdos ni vida... Olivia creía que las habitaciones escondían secretos, secretos que guardaban, creía que tenían ojos y siempre las habitaciones tenían que pertenecer a alguien porque al fin y al cabo son ellas las que se camuflan en las personalidades de sus propietarios. La suya por ejemplo, era blanca con flores negras y estaba repleta de baúles también blancos y negros en los que guardaba libros y libros...Cuando entrabas podías oler el olor a violetas de su perfume, era el olor de Olivia.
Pero en esa no se olía nada, no había posters, ni fotografías, no había papeles guardados en la mesilla de noche donde estaba escrita la declaración de alguien que nunca lo hizo. La habitación no tiene secretos que guardar y estaba tan desolada que...en el bolsillo interno de su vestido había un trozo de papel y un pequeño boli que le regalaron en el aeropuerto, se los saca y escribe dos líneas, sintiendo que le era infiel a su propio cuarto le pidió perdón y le prometió que también compartiría con su secreto.
"Los secretos que nunca se dicen y que no se pueden escribir por el simple echo de que ni siquiera su autor es capaz de saber que clase de secreto se esconde en él, son esa clase de misterios de uno mismo, los que más miedo me dan."
Lo dobla y lo esconde en una grieta de debajo de la cama.
Abre la ventana y se sube al alfeizar y siente el aire fría de la noche, ere una noche preciosa, el aire también enfría la herida ardiente del talón.
-Puñeteros zapatos...-murmura mientras siente el escozor.
-Oye perdona pero...¿te vas suicidar o algo? es para grabarte si eso.
Su voz sonaba burlona pero el echo de que dos segundos después sacó el móvil le informó de que iba muy enserio.
-No simplemente quería tomar el aire.
Responde sin mucha intención de querer seguir la conversación pero eso es solo porque no a visto siquiera con quién está hablando. No ha visto al chico de pelo negro y ojos azules que la mira con suspicacia, no ha visto que también se ha subido al alfeizar y no ve cuando se le coloca al lado y le pega un susto de muerte que casi le hace caer.
-Imbécil.- Dice temblando del pánico que le ha entrado. Entonces sí que le dirige un mirada.
-Hola, soy Lucas.
-Me da igual quien seas.
-No creo.
-¿Que?
-Que no creo que te dé igual. Creo que voy a cambiarte la vida y que no te vas a arrepentir de ello.

Abre los ojos de golpe. Respira con dificultad y la botella de ginebra que tiene al lado se desdobla hasta convertirse en cuatro. Ha sido un sueño, en realidad un recuerdo, pero que más da. Ahora ya nada importa. Ya nada queda después de la tormenta, ha arrasado con todo. Y las dudas que un día se disiparon han vuelto a aparecer. Eran las nueve de la mañana y se había pasado la noche bebiendo y no para olvidar si no para que como un día que también pensaba que todo estaba perdido él apareció y la salvó pensaba que volvería a hacer lo mismo, pero no.
Se dejó arrastrar por la autocompasión y la debilidad porque ya todo carecía de importancia, ahora las hojas caen por caer y las verdes crecen porque no les queda otro remedio. Arrastró los pies hacía...ni ella sabía donde.

Irene.

Ahora escribo mucho con la misma protagonista. No tiene mucho que ver una historia con otra pero bueno... creo que Olivia todavía le quedan muchas caras que mostrar así que no creo que sea la última vez que hable de ella.


                                                                                  

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