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sábado, 23 de junio de 2012

El orgullo de Olivia.

La noche era abierta, el aire no estaba cargado y se podía respirar sin dificultad. Pero pese a ello Olivia se sentía como en una burbuja, lo que sucedía a su alrededor parecía no importarle, su largo pelo castaño golpeaba su espalda a cada paso. No hacía frío pero ella tiritaba. ¿Que era lo que tanto la atormentaba? Se preguntaba. Pensó que sería que desde el accidente de Lucas, no había salido de casa. Se mantenía escondida, mientras fuera el bullicio seguía su camino sin importar que ella se hubiese detenido.
Esa tarde había decidido salir un rato, aunque solo fueran cinco minutos. Pero la luz la deslumbró tanto que esperó a que se hiciera de noche. Cuando salió pensó que no ocurriría nada, un simple paseo por los alrededores, ni siquiera había mucha gente por las calles. Tres o cuatro personas rezagadas que salían de bares o de puestos de trabajo. Pero a ella le daba igual, miraba el suelo y se preocupaba por lo que había pasado, algo que tenía que superar pero que no podía, no había manera de olvidarse de él.
En el funeral, pensó de verdad que no le afectaría demasiado. Solo se sentaría en uno de los bancos del fondo y escucharía los discursos y los lloros de los demás. Pensó que ya había llorado demasiado y que no le quedaban más lágrimas para derramar. Se equivocaba. En las primeras palabras entrecortadas de alguno de sus amigos de clase, al que ella no conocía, se le formó un nudo en la garganta que no pudo deshacer, el labio le empezó a temblar y en vez de levantarse e irse a llorar sola, se quedó quieta, agarró con fuerza su pañuelo ya malgastado de papel y lo retorció de odio y rabia hacía Lucas. Los chorreones le caían sin cesar y a ella no le molestaban, siempre pensó que era una tontería secarse las lágrimas, puesto que por cada lágrima quitada caían cinco a la vez. ¿Como era posible que la hubiese dejado sola? Él le dijo que nunca lo haría. Pero se mentía a ella misma, porque esas no fueron sus palabras si no que siempre que se sintiera sola lo llamara que iría sin dudarlo.
-Pues ahora esto sola, y no veo que aparezcas.-Murmura para sí dentro de su pequeña burbuja que no deja pasar el aire. Espero impaciente a que la sensación que le producía su presencia cuando estaba cerca volviera. No lo hizo. Pero igualmente levantó la cabeza, él siempre decía que mejor cabeza alta y cuerpo pequeño, que cuerpo grande y cabeza gacha.
Los segundos que sucedieron después no se los esperaba y no tuvo tiempo para prepararse. Así que cayó. Cayó de rodillas en el camino de piedra. Los ojos de Rafa, el mejor amigo de Lucas la había dejado sin aliento. Sus ojos seguían conectados, y cuando ella se derrumbó Rafa no dudó en ir corriendo abrazarla por los hombros.
-No te derrumbes con tanta facilidad Oli, ya pasó. Ya pasó, ¿me oyes?, ya pasó.-Le dice en el oído, pero para ella no es suficiente, lo necesita a él. Necesita que le diga que está penosa tirada en la calle, que por lo menos tenga la decencia de parecer menos desesperada ante su falta. Le hubiera secado las lágrimas y después le hubiese preguntado...
-¿Quieres un helado? Las penas con helado se olvidan.-Dijo Rafa, despertó en ella una sonrisa, a Lucas le encantaba el helado, al odiar el alcohol, él se emborrachaba con helado de Stratachella.
-Le echo de menos Rafa. Era algo único.-Dijo a duras penas Olivia.
-Ya lo sé Oli, por eso has de parar de echarle de menos. Siempre era él que decía que aunque no lo viéramos estaba acechándonos.-Olivia rió, y Rafa siguió-Piensa que está ahí muriéndose de celos porque no puede comerse su helado favorito con nosotros.
Olivia asintió y con ayuda de Rafa se levantó del suelo, se alisa las leves arrugas de la falda y deja que Rafa la guíe hasta la heladería.
Antes de llegar Olivia dirige una rápida mirada hacia atrás. Y atisbó algo, fue muy rápido pero lo vio. Era un recuerdo, de él subiendo la cuesta principal que llega hasta la heladería, con su paso lento y elegante, le sonrió. El recuerdo le sonrió, y supo entonces Olivia que seria la última vez que Lucas le dirigiría una sonrisa, él no las regalaba, había que ganárselas. Y ella se la había ganado, se había enfrentado a su recuerdo, y después de derrumbarse se había levantado. El orgullo hacia si misma le recorrió con un escalofrío.

Irene.

                                                                            

4 comentarios:

  1. Muy bonito, pero esta historia tambien es de verdad sacada de tu vida de verdad?

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    1. Pues no Jose no. Es una historia como otra cualquiera sacada de mi imaginación. :)

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  2. me encanta! escribes de una manera muy especial

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