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domingo, 3 de junio de 2012

Algo de mi.

Estoy...¿agotada?. Sí, supongo que sí. Cansada de la gente, de sus miradas, de sus voces, de sus actos y de sus consecuencias.
Sus miradas...que no las dirigen a mi, y creo que eso es lo que más me molesta. Porque, ¿que derecho tienen ellos a mirar con superioridad a personas que ni siquiera conocen y a las que no quieren conocer?. Pero como no, yo no me quedo de brazos cruzados y les devuelvo la misma mirada pero con un asco y una agresividad que me sorprende incluso de mi misma.
Pero mientras yo les defiendo, ellos ni siquiera se dan cuenta. Y yo, nunca digo nada, porque al fin y al cabo no sirve para nada decirles ni como los miran ni lo que piensan de ellos.
Hay veces que deseo que se callen, y que escuchen por una vez en su vida. Todos somos egoístas pero cada uno con una parte de egoísmo diferente. 
Y creo que es por eso por lo que adoro el silencio y la soledad. Es un descanso de todo y de todos, no me gustan las multitudes y a mi cuerpo tampoco, por eso nunca voy a los conciertos, mucha gente, recintos cerrados y ningún sitio donde sentarse, me desmayo. Primero la cabeza empieza a dar vueltas, después las rodillas parecen no aguantar mi peso he intentan caer, descansar, mis párpados piden lo mismo y entonces ya no tengo fuerza y mi cerebro me grita que me duerma que beba un poco de agua y me vaya a la cama, y a mi cuerpo le da igual, como si fuera en el mismo suelo, me lo ha demostrado muchas veces, más de las que desearía.
También odio las velas, una vez en una obra de teatro estábamos todos de pie y teníamos que ir de habitación en habitación para ver las distintas partes de las obras más famosas que ahí se representaban. La primera era Frankeistein, había un laboratorio muy bien decorado como en aquella época y como era invierno las ventanas estaban cerradas...mucha gente...mucha ropa...y ¡¡VELAS!!, cuando ví las velas supe que me caería en cuanto acabara la obra y entre toda la muchedumbre me apoyé en la pared y...me desmayé. Pero estando en el suelo se estaba tan bien que cuando mi madre me levantaba para que me diera el aire mis piernas se resistieron a continuar, no reaccionaban, solo querían que las dejase en paz y pedían demasiado. Pero eso es solo el final de una pesada agonía que empieza por las puñeteras velas, con sus olores aromáticos, que consumen todo el oxígeno de una sala repleta de personas que respiran y ni siquiera había una ventana abierta para que el aire se renovara, el aire no me llega a los pulmones y ellos también se cansan de no poder hacer bien su trabajo, mi cerebro dice que si me tumbo en el suelo frío y descanso unos minutos todo volverá a estar bien. Mi cerebro lo dice y cuando no quieres hacerle caso más que nada por no hacer el ridículo se revela, y entonces si que haces el ridículo porque resulta que te tienen que sacar en brazos a la calle para que puedas respirar. Me perdí todas las obras y mi madre nunca me lo perdonó ni yo tampoco. Con lo que me gusta el teatro...en fin.
Y aquí estoy...contando mi odio hacía las velas, la muchedumbre y las miradas...debería ponerme a estudiar biología, debería no pensar tanto y concentrarme en los resúmenes y como no tengo fuerza suficiente para negarme a lo que debería hacer, lo hago.
Deseen me suerte, :).




                                                       

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