Sostuvo la copa en sus manos, miraba con ojos incrédulos lo que a su alrededor sucedía.
La copa se deslizó de sus dedos hasta estrellarse contra el suelo, rompiéndose en mil pedazos de cristal y con ello lo que pudo ser.
Risas y murmullos de confidencialidad se evaporaban de su mente, palabras que un día significaron algo ahora quedó en la nada.
Se giró y pegó un gran portazo con la puerta.
¡PUM! Retumbó en la habitación y caminó como si solo tuviera dos cosas en la mente la primera andar y la segunda no caerse.
Irene.
es cierto muchas veces un siemple accidente puede dar al traste, una dulce velada. Y mientras todo a nuestro alrededor sigue como si tal cosa.
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el escribidor paciente