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sábado, 17 de marzo de 2012

Olas y sonrisas enternecidas.

Es tan conocido el olor a mar que ya no me doy cuenta de que sin él ya huele mal. Me acostumbré a que el viento me despeine una y otra vez sin importarle lo que me cueste volver a ponerlo bien. Me acostumbré a preeber el mal tiempo desde lejos y a predecir el calor con frio o el calor asfixiante que no te deja respirar nada más sudar y sudar. Aprendí a mirar con ternura a las olas chocar contra la pared de piedra ya deteriorada por el  agua. Y es ahora cuando comprendo porque la gente que siente lo mismo no quiere alejars de esto, porque no solo es bonito sino tambien adictivo. Si hay que mirar hacia delante, ellos lo piensan pero cuando se alejan sienten la nostalgia y una necesidad irrefrenable de volver a ver a las nubes tapar la montaña con su manto y hechan de menos que de repente haga frio y que el tunel del tiempo lo combierta en rayos de sol que te desconcentran de la carretera.
Porque ahora comprendo porque cuando alguien se aleja de su hogar mucho tiempo llora al recordar los buenos y malos momentos que allí sucedieron. Y esperemos que nunca tenga que decir un "adiós" defitivo si no un "volveré" de los que digo.

IRENE.
                                                                     

1 comentario:

  1. Bonito texto!
    Muchas gracias por seguirme, yo también te sigo :)
    Un beso.
    http://abrazamehastaquedarnossinrespiracion.blogspot.com.es/

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