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domingo, 29 de julio de 2012

En una semana.

Una semana. Me gustaría contarte que en una semana, he sentido muchas cosas, he decidido otras muchas y me he prometido... otras tantas. En una semana; sentí que el mundo no podía ser tan horrible y recé si se puede llamar rezar que "Al final todo acaba bien y si no acaba bien es que aún no es el final". Pensando eso, noté como todo se derrumbaba en unas horas. A la mañana siguiente me dijeron que mis plegarias, alguien las había oído y se habían cumplido. Decidí que descubriría los límites de la soledad, hasta donde era capaz de llegar, después descubrí que la soledad solo está en nosotros mismos. Y que en verdad tenemos aunque sea poca, a gente que nos quiere y sobretodo a amigas estupendas. Decidí que era completamente dependiente de internet; una semana sin él y ya me había leído, sin descansar ni un poco la vista, tres libros (gorditos) seguidos. Terminaba uno y antes de que me diera tiempo a pensar en como había acabado empezaba otro. Tenía en la cabeza tanto personajes que no sabía cuando empezaba uno y cuando acababa otro, ni siquiera sabía en que parte de toda la historia intermedia estaba yo.
Decidí, por fin, lo que quería hacer con mi vida, y no creo que cambie de opinión. El mundo editorial.
Decidí que vivía con un monstruo y que pasase lo que pasase en cuanto tuviera oportunidad saldría de aquí, encontraría la forma de estar en paz con mi padre y conmigo misma, porque tengo la corazonada de que me está mirando y que como yo, espera que salga de la jaula en la que me tienen metida. Tan amante de la naturaleza y de la libertad que era...
Me prometí que nunca sería como el monstruo, que no me tomaría en serio todo lo que soltaba por su boca de víbora.
También me di cuenta de que odio las mudanzas y de que... el parquet me da una sensación rara al pisarlo, es como si en cualquier momento me hundiera. No se... es raro, todos los pasos parece que retumban en toda la casa, es escalofriante, para no sentirme demasiado aislada del mundo, abro todas las ventanas para que entren todos los ruidos del exterior y piso bien fuerte para que aunque solo esté yo, me asegure de que existo.
Una semana movidita, de noches calurosas y mañanas aún más calurosas... de buenas y malas noticias, de novedades que no lo son y da agendas libres de cosas que hacer. He vuelto a no mirarme en el espejo, cuando creí que me había librado de ese complejo, que me había aceptado por fin... me doy cuenta de que hace dos meses que no me dirijo la mirada, de que me evito igual que evito todas las demás.

Irene.

                                                   

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