Porque no te creeré. Me deseaste suerte una vez, ahora que vuelvo para contártelo, no desaparezcas. Me dijiste que no hay mayor derecho que el de soñar despierto. Me juraste que si valoraba lo que tenía en el momento en que lo tenía no me iría mal. Pequeña vieja ciudad, ¿de verdad creíste que no volvería? Yo siempre vuelvo, tarde o temprano pero vuelvo. Dime que las señoras de la casa de al lado siguen preparando las mismas croquetas que con gusto me volvería a comer y prométeme otra vez, pequeña vieja ciudad, que si salgo una mañana de domingo por el pueblo los mismos perros me seguirán contentos. Yo no he cambiado, pero aunque yo no lo haya echo... ¿lo has echo tú?. ¿Sigues guardando los miles de secretos que te conté? ¿Sigues teniendo la misma medicina que me hacía relajarme y respirar? ¿Te cuerdas de todas las historias que me contaste, tú yo y las estrellas?. Dime que sí, vieja ciudad.
Hoy he soñado contigo, y he soñado que cambiabas, dime que no lo has echo y que me esperarás lo que haga falta.
Irene.
Espérame Ribadelago, que tarde lo que tarde iré. |
Hay que tener cuidado cuando se deja algo atrás o la espera de volver, porque hay que estar preparados para los cambios, pues nada permanece como lo recordábamos.
ResponderEliminarBonita y nostálgica entrada.
Saludos