Me siento en las baldosas frías de la cocina. Mirando con ansia el horno, que contiene mi cena del sábado.
Escucho su rápido tic-tic, sus luces rojas me obsorben y el ruido del tráfico me relaja. Espero impaciente a que suene un triste y meláncólico tic.
Triste y melacólico tic...
IRENE.
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