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jueves, 26 de enero de 2012

Barreras que nos separan de nuestras llegadas, barreras que prohiben la entrada. Hierro frío en cálida mano, ojos tristes en cara sonriente. Quedarte parada y pensar. Tan solo una mirada...no...queremos siempre algo más.
-Ya pasó mi pequeña Betty, ya te saco.
Y por fín aquella puerta permanentemente cerrada se abre, una dulce voz susurra mi nombre. Unas frías manos me cojen con cuidado, como si fuera porcelana, como si me fuera a romper en mil pedacitos.
Bajo la cabeza con un gracias en la cara. Me han dado la libertad para luego arrebatarmela, pero no tiene precio el saber que alguien te quiere tanto que tiene miedo de que seas un sueño y que te evapores entre los dedos.
-Mi pequeña y dulce Betty...
Me acurruco en su regazo, no me voy a ir a ningún lado. Mis hijos me miran con curiosidad, temen algo que nunca ocurrirá, ellos también confían y se acercan a mirar, pronto aprenderán a que las caricias son la mejor recompensa a una cárcel diaria a la que llamamos...casa.

IRENE.

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