Nunca sabes dónde vas a terminar o a empezar. Y allá iba,
directa a Copenhage.
Amaba a Vetusta Morla, y mientras sus versos adornaban El
faro de Fuencaliente, ella veía prepararse a los corredores.
Uno de ellos, daba igual quien, el tiempo pasa y tú te
olvidas de esos pequeños detalles, como su nombre, le decía siempre lo que
quería oír. Cuando quería hablar, la escuchaba, cuando quería reír, la divertía
y cuando quería que la echasen de menos, él le decía que en que nube se había
escondido para alcanzarla y esconderse con ella, que la tierra era un lugar
demasiado seco y sobrio, que la embriaguez con ella era mejor que el licor de
los dioses que tanto fardaban los que bebían de el de su inmortalidad, que no
probaron el que sale de su cuerpo… Era alguien de quien ella se enamoraría, sus
sonrisas traviesas y tímidas… Y la sensación de que todo estaba bien aún hundiéndose
en la más desesperanza… Con él, el que se recolocaba las rodilleras y estiraba
en la cuneta, todo estaba bien.
Le gustaba hablar con él sobre todo, menos del tiempo, que se
escapa entre los dedos, le gustaba decirle todas esas cosas infames y poco
edulcoradas sobre lo que sentía cuando la rozaba, le encantaba susurrarle los
nombres de los filósofos más olvidados y menos silenciosos, recorría con sus
finos dedos la piel de alguien a quien no le gustaba lo hidratante, así que su
superficie más dulce siempre estaba empañada… Quizás debería haberse dado
cuenta antes, de que cuando todo va bien, de que cuando te sientes bien y todo
parece superable, hay algo que falta, quizás el hidratante.
Cuando la carrera empezó, ella también corrió, corrió por sus
recuerdos más lejanos, esas montañas de matorrales que raspaban y las rodillas
acababan con sonrisas retorcidas… Se reían de aquella que había olvidado quien
había sido. Nunca sabemos dónde terminamos… No todas las carreras terminan en
Los Llanos… No todas las cuestas se terminan de subir… Y ella había pasado
mucho tiempo viendo atardeceres naranjas, esperando a que alguna palabra dulce
y cariñosa retumbase en los pequeños tímpanos de los altos pinos que echaban
raíces fuertes en tierra poco revuelta de su alma conformista… Pero no siempre
había sido así, ella antes luchaba contra los amarres del ancla huidiza que se
zambullía en un mar bravo para no salir jamás de las profundidades sencillas de
la que no necesita otra cosa para vivir que un ilusorio amor de carretera, unas
rodilleras con refuerzo y una camiseta, de otro, empapada en sudor en su lavadora.
Que estúpida había sido esa chica a la que dejaron embarazada
con esperma rosa de promesas cómo fusiles que engendraban vidas sin los versos
de la realidad certera. Que estúpida había sido ella al confiar que siempre
sería así, creería que los sueños se cumplían, porque lo habían dicho por la
tele una vez, creía que ella amaba cómo él la amaba, pero como siempre sucede
el poeta tuvo la razón: ella lo amaba cómo él no lo hacía, pero aún así dejaban
que el amor los moldease entre la falacia de la felicidad ideada, y el discurso
político sobre los beneficios de los unos brazos faltos de ternura y poco
merecedora de unos labios rebosantes de sonrisas amargas… nadie se atrevía a
ordeñar versos por no implicarse demasiado en el resultado final de la acción no
realizada, tan repetida que se vuelve imposible aún también habiendo dicho por
la tele que no hay nada imposible.
Él perdió su cronómetro de tiempo ausente, y ella empezó a
seguir su propio mapa vital. Comenzó su carrera sobre el ancho mundo, cómo ciudadana
humana, en un mundo lleno de ellas, porque nadie merece que le mientan, nadie
merece ser esclava de las azucaradas fresas de eros… Ve y corre, y hecha
carcajadas al viento que sabes que todo lo que sube baja y puede que cuando
baje tú ya estés en Dinamarca, hablando un danés fluido y recogiendo amapolas
en la Holanda cercana.
Y buenooo... ¿Que tal? Yo lo veo cargante y repetitivo, pero bueno, como en clase nadie se va a dar cuenta, yo lo entrego tal cual. |
A mi me gustó, algo extraño, pero me gustó ;)
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