Saber que como todas las mañanas estás sola en casa, tener la razón en que... el lado izquierdo de tu cama esta demasiado vacío y a las cinco cuando abres los ojos ves que sigue igual de vacío, un vacío lleno de sombras, anhelo lo que nunca he tenido. Pero es tan extraño mirar a tu lado y ver que no hay nada, tan extraño como entrar y ver que en tu mesilla no está el mismo libreo que anoche.
Una mañana en la playa, al principio no había nada, después se empezó a llenar de gente. Y yo huyo de las aglomeraciones, me levanté, y mirando a un lado y al otro, me he dado cuenta que ahora la playa ha dejado de pertenecerme que ahora les pertenece a ellos, ya mis risas no resuenan, ahora toca gobernar el océano, y al sentir la espuma como sube, como baja, su vaivén... me atrajo tan adentro como puede hacerlo el mar, se estaba muy bien ahí debajo, pero habría que subir en algún momento, pensé que podía desafiar a la necesidad del aire, que podía convertirme en sirena y ser dueña de esto, o esclava y que me mande la marea. Dentro no olía a nada, fuera el olor de la sal era demasiado fuerte peor no molesto. Nadé hasta la boya, y me sentí orgullosa de mi misma cuando llegué. Le tengo pánico a los tiburones, en el atlántico no hay lo sé, pero durante unos días vinieron por una corriente tres tiburones el grande doce metros, piensan que vinieron de australia, se fueron pronto, aquí los peces viven en las cuevas submarinas y no abundan que digamos y el agua está demasiado fría. Pero el miedo sigue ahí, no paré de repetir <<no hay tiburones, no pasa nada, nada, nada, llega y vete>> y así lo hice, se me da bien superarme. Ese no es mi problema, mi problema es otro y a lo mejor es un error hablar en singular; los problemas son otros.
Irene.
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