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martes, 21 de agosto de 2012

El búho de los adioses a tiempo.

Nunca estamos preparados para decir adiós y en cambio siempre lo hacemos. Es un no quiero pero debo. Es un yo no controlo mi vida. Hay que decir adiós, hay que decir hasta siempre y hay que decir que puede que hasta aquí.
Cuando alguien desaparece de tu vida lo primero que piensas es que es mentira. Piensas que es una broma de la vida y que mañana esa persona te llamará y te dirá; ¡eh! Sorpresa, era una broma.
Cuando no lo hace piensas que ya lo hará, en realidad no sientes nada en esos momentos porque no te lo crees, pero cuando vas a un lugar en el que pasabas tiempo con esa persona; una cafetería, un parque, una casa, una esquina, una mesa. Cuando giras la cabeza esperando ver su sonrisa, oír su voz. Es cuando te derrumbas, porque ves, ves al fantasma de tus recuerdos y piensas que ya no está. Que nunca volverá, no es una fecha, ni un día es... que falta algo. El primer temor que te arrasa es el que te olvides de su voz, es algo... es algo alucinante lo que hace el cerebro humano con los recuerdos, lo que más se valora con las voces, las caricias, los sonidos... y lo que más recordamos son los olores.
Olor a aire caliente estancado en un coche, la colonia lacoste en un cuello, el olor a cigarrillos..., a camiseta limpia... a comida recién echa, a marisco... Son esos olores que cuando los hueles, levantas la cabeza de golpe, otra vez, esperando ver a la persona a la pertenece ese olor.
Así que mi teoría es que en realidad nunca decimos adiós, solo lo olvidamos por unos momentos, que pueden durar años hasta que vuelve el recuerdo, ese déjà vu, que te dice que eso de algo te suena.

Irene.

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