Duele, vivir... duele.
Ser consciente del cuadro en el que te pintaron -los bordes cada vez menos perfilados- un autor acabado, me pinta, os pinta, representándose así mismo, identificándose con cada garabato escupido sobre el óleo, y aquí estamos, repitiendo lo mismo, le llamamos rutina, bucle, lo relacionamos con seguridad, y estamos acabados. Personajes que fracasaron en su intento por tener un grado de importancia en la obra, todos somos siervos del ego, de nuestra arrogancia, de mi.
Corpo-Mente, Dorma Ilustración de Janelle McKain |
Por eso, debido a eso, por otra gran cantidad de motivos, adoro seguir tumbada en las baldosas frías del baño, desnuda, estirada, siento sobre mi el peso del aire y el movimiento de la tierra. La energía recorre tus extremidades en sentido contrario; no provocan calambres en los músculos, sino que se inyectan como heroína en tu corazón y pulmones, son esos magníficos momentos en los que lo único que te preocupa es seguir respirando, (una obsesión sin quebraderos de cabeza), con solo dos opciones: seguir o no.
Las dos igual de eficaces.
Los ojos se le mueven en las cuencas vacías de globos rojos, Europa. Ahora que ves como la pérdida aparece entre mis piernas, nacidas debajo de las baldosas, quizá lleve mucho tiempo ahí tumbada, afloran orquídeas con conversaciones sobre lo superficial, sobre la irreal que parecen los contornos de las personas, sobre lo falso de mis uñas, arañas tejen entre las hojas, entre pestañas, jungla que espera el próximo amanecer. Sin embargo, Genio y yo sabemos que la espera solo mantiene, no hace que el cuerpo vuelve a erigirse sobre las plantas de sus pies, genio le acaricia el vientre y niega con la pena balanceándose en su mandíbula.
Soy testigo del fracaso del mundo.
Soy consciente de mi propia naturaleza insulsa, de mi egoísmo
y
de mi.
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