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sábado, 9 de febrero de 2013

8. Last Summer.

Esta mañana Alex se ha ido a trabajar, es mi día libre y estoy sola es casa. He puesto como tercera vez consecutiva el disco de los Beatles y resuenan por las paredes, se están agrietando y cuando ya no suenen, en las grietas verás las letras y cantarán de nuevo para ti.
Pero a parte de eso, he decidido hablar del día de ese magnífico verano, en el que conocí al que no está presente, aunque sí su taza vacía de café sobre la mesa.

No me acuerdo si he hablado del faro, si he contado que no alumbra a ningún barco, que no es bonito, ni decorativo, que a veces se funde la bombilla y por la noche no sabes si el acantilado termina donde se apaga la luz o donde empieza la luna a brillar sobre las olas. 
Pero es un faro muy especial. Rafe me dijo que una vez le salvó la vida, pero no sé si creermelo, porque Rafe me dijo tantas cosas con tantos tipos de significados que bien me podría haber dicho; 'aquí fue donde me caí y me di cuenta de que no debería seguir corriendo o llegaría al agua', o 'me tiré al agua y en vez de caer, volé'.
Claro que conociéndole seguro que fue lo segundo. Pues resulta que había un banquito de cemento, y en ese banquito a mi se me había olvidado la cinta verde del pelo y le dije a Rafe que esperara un segundo que iba a buscarlo al faro y volvía en seguida.
Él sonrió y me dijo que esperaba en las escaleras.
Bajando la pequeña colina solo veía el suelo, tenía miedo a caerme y romperme un tobillo, pero cada vez corría a más velocidad, saltaba de piedra en piedra y pensaba que me caería y me haría daño, pero no me importaba, saltaba, saltaba, saltaba y...
-Creo que esto es tuyo.
-Ajá.
La cinta verde ondeaba entre sus dedos como una bandera colonizadora. Él era muy recto y serio, no le gustaban los bailes ni las mariposas como a Rafe, él prefería sentarse en el banquito de mi cinta, él dibujada el mismo mar, muchas veces, y después tiraba todos los cuadros porque ninguno le parecía bien, y volvía a dibujar.
Tenía las manos pintadas de los colores del lienzo y había en su mirada todos esos toques de azul del mar, tenía la claridad del agua y el misterio del océano, no era salvaje ni impaciente como los ojos verdes de Rafe. Se llamaba Alex, pero no me lo dijo hasta pasadas tres semanas, el era así, y ni a mi ni a Rafe le importaba, aunque ese día no me sonriera, después si que lo hizo, y estaba bien.
Después de devolvermelo volvió a pintar, las olas picudas del mar revuelto. En el suelo había más cuadros como el que estaba pintando.
-¿Porqué dibujas siempre el mismo paisaje?
Sin parar de pintar me respondió.
-Porque no es el mismo. Hoy hay más blanco que azul, no hay gaviotas y el cielo está encapotado, no se ve el sol.
-Siempre puedes cambiar eso.
Sonreí. Rafe me había dicho que esperaría en la escalera pero ahí estaba, dando tu consejo, sin que nadie se lo hubiese pedido.
-A lo mejor es que no quiero que cambie.
-A lo mejor es que tienes miedo de hacerlo.
-Cómo tú.
Se instaló un incómodo silencio. Alex era mucho más alto que Rafe, pero Rafe imponía más. Tenía el don de hacer que te sintieras cómoda si él quería, pero también el de alejarte si a él no le gustabas.
Yo estaba sería, y asustada, se miraban como los dos gallos del granero antes de pelearse por la Pollina, la señora Hays le puso ese nombre por ser la única gallina que provocaba a los dos machos a la vez.
Me reí por la comparación. Me reí mucho. Y los dos me miraron. Creo que no les hizo mucho gracia que los comparara en mi mente con los gallos.
-Todo el mundo tiene miedo de algo... ¿no?
Me encogí de hombros, como quitandole importancia. La tenía, era consciente de que todo el mundo sabía lo que pasaba con Rafe menos yo, incluso ese chico. Pero me habían enseñado a no preguntar, a que los otros tenían que contármelo o sino es que no era importante. Supongo que cuenta mucho donde te has criado.

-He vuelto temprano, porque es Sábado, que si llega a ser un día normal me tiene ahí hasta las cinco. ¿Hola?
Al oír su voz suelto la pluma, a la que le queda mitad de la tinta, y salgo corriendo para abrazarle. Él se ríe y me pregunta que es lo que pasa, para ese ataque de efusividad.
- Es me apetecía abrazarte.
-Ah, pues bien, bien.
Los perros ladran y el olor a pollo y rollito de primavera llega a mi nariz desde las bolsas del suelo. Mmmm...


                                                   




3 comentarios:

  1. me gusta como escribes. y me gusta la imagen que pusiste!
    te sigo!! =)
    te dejo mi blog por si te apetece pasarte http://magicangy.blogspot.com

    Un besooo

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