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martes, 27 de noviembre de 2012

1. Last summer.

Hubo un verano, digno de recordar. Hay pocos en mi vida que se merezcan ese título "Digno de recordar", pero ese, ese fue especial.
No fue porque el sol no dio fuerte aunque salió todos los días, no fue porque los mejores libros salieron esos dos meses, tampoco fue porque conocí a las que ahora son los desconocidos que más ansié conocer y los conocidos que más quise que fueran para siempre desconocidos, mataría por volverlos a conocer, una y otra vez, por eso lo recuerdo. Es el juego arriesgado de la memoria, a veces te juega malas pasadas pero otras se lo agradeces...
Igualmente no fue por ello por lo que es el más digno de recordar. Tampoco lo fue porque me enamoré por primera vez, aunque amor... no sé si atreverme a llamarlo de esa manera. Supongo que de algún modo he de nombrar a las mariposas que tanto molestaron y a los besos robados, pero no fue por ello por lo que lo recuerdo, aunque me siguen vibrando los labios... después de tanto tiempo. No fue por ello, y tampoco lo es ahora, y quizás supe que lo había sido en el momento justo de acabar, es el momento de recordar. 
Han pasado tres años y once meses y decido escribir ahora mi verano especial, decido escribirlo en mitad de un otoño al filo de acabar. 
Decido escribirlo en una cafetería en medio de ninguna parte, porque después de tanto tiempo sigo perteneciendo a la nada, sigo amando al silencio apaciguador de bestias pardas, y susurrando los nombres de perros callejeros, hubo un pasado verano en el que un chico de ojos castaños y sonrisa amable me contó que algún día sería capaz de influenciar a las espinas para que no pincharan, a las ranas para que no confiaran y a los hombres con sombrero para que llevaran también algún que otro consejo debajo del ala. Creo que llegó el momento de escribir y hacer épico la historia de un verano en el que los lobos aullaron más fuerte que nunca, demostrando así que aún estando solos siguen unidos, de un verano extraño porque conocí aun mago que me enseñó que la realidad era pura fantasía y que podía por tanto hacer con ella lo que quisiera.
He esperado mucho tiempo, pero es el momento adecuado para describir aquella tarde. Hoy hace frío y el tatuaje de dos manos unidas que llevo en la espalda se queja de no poder ver la luz debajo de tantas capas de ropa. Ahora que lo pienso aquel chico que nunca me dijo su nombre pero que yo, por su sonrisa entrañable, por sus siempre sonrojadas mejillas y por sus ojos suspicaces de mirada locuaz, lo llamaba chico listo y nunca quiso que lo llamase de otro modo, él, que también me contó historias extrañas pero que jamás olvidé me dijo que los mejores relatos hay que contarlos poquito a poquito, lo mejor viene al final y al que hacerlo esperar, como Las mil y una noches que tuvo que soportar aquel rufián asesino hasta saber el final de la historia, de su historia.
Pero todos sabiamos como iba a acabar, como también sabíamos mi predilección por lo desconocido y prefirió seguir siendo solo eso, el desconocido de la magia entre los dedos. El que me susurró el secreto. Pero eso, no fue lo que hizo de especial ese verano. 
La cafetería se está quedando vacía y la tarde oscura se me echa encima, queridos amantes del tiempo y el espacio que sepais que es incontrolable el reloj de pulsera incluso de arena o el de sol, ninguno es completamente exacto ni se puede controlar, pero que aún así yo lo hice una vez. 
Lo hice y después volví a casa, como siempre se hace después de una gran aventura, vuelves a casa para cenar, mamá me miró de arriba a abajo y me dijo con el ceño fruncido:
-Parece como si hubieses jugado con mariposas.
Abrí los ojos tanto como pude, intentando esconder el secreto de mi digno verano.
-¿Porque dices eso?
-Porque tienes una en el pelo.
La libreta que sostengo con cuidado entre los brazos, mientras camino de vuelta a mi piso, parece preguntarme... ¿donde has dejado las mariposas?



1 HOJA






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