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domingo, 28 de abril de 2013

"Y en algún bar apartado, ahogaremos al espanto y nos pedirá perdón."

Todo rodaba cuesta abajo, nadie paraba a las palabras, y ellas no querían ser paradas. Cruzaban charcos sin mojarse, sin ni siquiera dejar pasar las ovejas, las cuales saltaba. Corrían cuesta abajo y pobre del que intentara pararlas...
Algo como esto no se puede comparar, ni describir en una foto. Ellas nunca se creyeron eso de una imagen vale más que mil palabras, pero no sería historia ni cuento, ni literatura si no hay metáforas, comparaciones, estúpidas filosofías de leñador (Las que corta el hacha según se suceden y después se olvidan como si nunca hubiesen parado en tu mente, como si de pronto la nube con forma de conejo no tuviese forma alguna), no sería historia ni cuento ni literatura sin frases sinsentido.
Corrían cuesta abajo sin saber cual acantilado las vería perecer, pues la pena de estas era poca; sabían volar, como las gaviotas... O los pájaros de mar, esos que tienen alas pero que siempre quisieron ser aletas... Y otros seres que ni lo uno ni lo otro sueñan con otras cosas, cosas que no pueden elegir pero que se entretienen pensando en el "Y sí...".
Pues eso, que sabían volar. Flotar, desvanecerse, ahuyentar la niebla y crearla, destruir candados, inventar llaves para puertas con cerrojo,... mmmm... Vender ilusiones de unos a otros que han dejado de tenerlas y de temerlas.
Todo eso era correr cuesta abajo, sin rodillas, sin piernas, sin crines ondeando al viento, sin gritos de indios tras la victoria, sin perros en la cacería del zorro, sin zorro huyendo de perros; Todo eso era correr cuesta abajo, ¿detrás de qué? Del todo, del límite del mundo el cual no tenía límite, del fin de la Vía Láctea, del principio de otro universo, de los finales de las historias, de los pequeños saltos de hoja en hoja, de las conversaciones pensadas hace mucho y dichas ahora, de los besos que quiso dar una chica de quince años y solo se dieron en su mente pero que estaba bien, sabían a fresa a chocolate y a sal, y las palabras pensaron: ¿Sal? Y la chica respondió; Era de un día de playa.
Y estos versos que rodaban también iban detrás del secreto del cielo, pero estas que buscaban y que no encontraban lo hicieron en una canción vociferada por una ronca, traviesa y susurrante, aunque aplastante, voz de un hombre cansado de la fama y los escenarios cada vez más altos para que lo vieran desde más lejos, este decía que quería saber donde empezaba el cielo de cada mañana y donde terminaba, y él mismo se respondía; Quizás no exista, quizás solo sea un espejismo.
Quizás las palabras se creyeran las de este, pero este no se las creía y ellas viciosas de más respuestas fueron a parar rodando y rodando a otra canción pero esta vez de kodaline y esta se titulaba; El amor como esto, y ellas esperanzadas saltaron de verso en verso, de noche en noche, de bahía en bahía y al final... Justo al final, descubrieron que no tenían miedo, que no sabían volar pero que si se lo proponían lo harían, lo harían... Justo a tiempo para ver el alba, justo a tiempo para ver al primer hombre crear la primera palabra de todas...¿Cuál sería?... Ellas se hacían una ligera idea... Fe, el principio de una palabra, palabra que les impulsó a creer en que podían, en la pequeña humanidad que ya eran, fe en sí mismos, en su genialidad y en su propia historia.
Así que las palabras siguieron rodando... ¿Hasta cuando? Hasta que la última palabra sea escrita, y dejarán de rodar para recriminar al mundo que las había creado que sin ellas no era nada, que las necesitaba como necesitaron los jefes de la primera tribu una palabra para seguir caminando, para seguir conociendo, para seguir creyendo en sí mismos, para seguir contando su propia historia, y que después de todo... ¿Quién eran ellos para pararlas? Para no dejarlas volar, aunque no sabían, pero yo creía en ellas,
y ellas lo hicieron.



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- ¿Dónde empieza el cielo?
~ Dónde quieras que empiece.
- ¿Allí?
~ Allí.
                                         

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