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sábado, 15 de diciembre de 2012

4. Last summer.

Desprecié a Rafe desde el mismo momento en que la señora Hays me lo nombró, no sabía nada de él, y lo odiaba, le echaba la culpa de tener que perseguir a su tía por el camino hasta el pueblo caminando y bajo amenaza de ella de no prepararme el desayuno nunca más.
La señora Hays era rolliza pero tenía una fuerza en la mirada y al andar que hacía pensar que esos kilos de más eran solo cosa de la imaginación de uno. A ella no la odiaba, solo a su sobrino, era un odio extraño, pero estaba segura que quien me hacía sentir ese odio era él, y no el nudo en la garganta que me oprimía el pecho y los pensamientos escurridizos ni los ojos nerviosos... solo el echo de tener que verlo, el echo de saber que alguien podría juzgarme del mismo modo que me juzgaban mis padres, ellos tampoco me conocían y parecían odiarme, el odio hacia lo desconocido debía ser hereditario...
Pero dejé de pensar eso de él en cuanto lo vi, y lo primero en lo que me fijé fue en su gran sonrisa, una sonrisa sin complejos, ni temores, ni nada, era una sonrisa que demostraba simple amor hacía el mundo y a la humanidad. Era la sonrisa con las que sueñan los príncipes azules, él no era un príncipe, no lo parecía, tampoco era muy alto, ni muy fuerte, ni muy guapo. Era él, y punto, y lo demostraba al caminar, y al tocas el agua de la fuente, que no lo hacia para lavarse las manso como todo el mundo, lo hacía para acariciar el agua. Sus ojos, ellos describían el rocía de la mañana, eran como la dulzura inocente mezclado con la pasión y el deseo de Neruda, eran tan azules, tan grandes y tan pequeños, que hermosura se podía ver en el reflejo de su alma, y yo si me enamoré no lo supe, ni lo sabría, lo único de lo que me dí cuenta además de su olor a bosque verde y agua del río, es de que era, no especial ni diferente, ni más bien algo... sintomático de la magia y el infinito. Era libertad en estado puro, porque no había nada que él no quisiera hacer, que alguien le dijera no puedes, porqu een menos de un minuto le dmostraba que se equivocaba.
-Hola.
-Tu debes de ser Alicia, ¿verdad?
-Ajá...
-Tía, ¡oh, por Dios!, pero lleva caminando desde la casa hasta aquí. Que loca es usted.-Parecía preocuparse verdaderamente del estado de su tía.
-Bueno hijo no pasa nasa, ya sabes que yo soy de hierro.
Y después de asegurarse de que su pariente se encontraba lo bastante bien como para que la señora Hays le dijese que se estuviese quieto y callado un momento para que se pudiese explicar el porque de su visita, él, se calló, y escuchó. Yo lo veía todo desde una perspectiva diferente a la de ellos, yo veía a un chico de mi edad que flotaba en una burbuja de amor y humildad, y ellos solo veían a su tía y a su sobrino. Y me pregunté como sería haberle visto crecer, haber visto como los dientes que componían esa sonrisa se formaban con el tiempo, como sus ojos crecían con el paso de los años  su labia se transformaba de un balbucea a una frase entera, me sorprendí a mi misma imaginándolo teniendo miedo de la oscuridad, pero me parecía una imagen irreal, le pegaba más el él hablando con los monstruos más que teniendo miedo de ellos. Que resuelto y bondadoso se le veía, que risa más contagiosa, que lunar más mono justo debajo del cuello...
¡Oupppsss! ¿He pensado yo eso?
-Señora Hays, qué hora...-tragué saliva-es?
-No importa la hora que sea, hay sol y creo que piensa quedarse ahí mucho tiempo así que ahora mismo nos vamos a dar una vuelta, dice mi tía que nunca has visto el faro y me sorprende, porque en verano es el sitio más bonito de todo el lugar...
Siguió hablando y siguió hablando, lo único que podría discutirse sobre él es si sabía disfrutar de un silencio o no. Hablaba mucho, ¡que digo mucho, muchísimo!, pero que más daba, todo lo que decía parecía interesante por el modo en que hablaba tan entusiasmado.

Un copo de nieve se posó en el cristal de la cafetería. Los papeles estaban todavía algo húmedos pero se estaban secando sin crear muchos problemas con la tinta.
Alex leía el periódico y la fecha me decía que solo habían pasado dos días desde que decidí comenzar a escribir las memorias de mi verano.
-Alex, ¿por que no nos vamos al piso?
-¿Humm?- Preguntó sin levantar la vista del periódico.
-Es tarde y ya no me apetece seguir escribiendo, anda vamos.
-Como quieras.
Al salir de la cafetería y enfrentarnos al frío presencié como todo iba a una velocidad mucho más lenta que cuando entramos esta misma tarde a tomas café.
-¿No te parece que todo va más lento?.-Le pregunté a Alex.
-Me parece que va a nevar, y eso hace que todo vaya más despacio, todo se para para ver nevar, incluso las nubes van más lentas para dejar que los copos caigan con más ceremonia.
-Debe ser eso.
-¿Qué podría ser sino?
Y nos adentramos en el tumulto de gente que también presenciaban la actuación callejera del invierno.

                                                        4 HOJA


                                                    frío, nieve, estaciones, nieve, invierno

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