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domingo, 29 de septiembre de 2019

Deber mi vida.


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Cuanto más quería la seguridad, más se deshacía entre mis brazos. Este clavo ardiendo que nunca me importó que me quemase, fue una perdida de tiempo hacerlo, creer en ello. Creer que las quemaduras valían la pena, solo porque el miedo era más fuerte y perder, -tu lo sabes mejor que nadie- ha sido siempre mi mayor pesadilla. Que tonta, nadie me dijo que estaba perdiendo más así, así que cuando me dijo:
-No le debes ya nada. Déjame crecer...
Me aterroricé, pero entonces, ahora, era más fuerte las ganas de soltarse y caer, por ese precipio que esperaba que estuviera debajo, pero las cosas nunca son como te las esperas. Ni las caídas ni los caminos... Siempre son una sorpresa.... Y yo odio las sorpresas.
Me dice la niña que fui -que soy- que se mantiene en una pequeña habitación sin ventanas. Ya no cabe, ni siquiera tiene ya aire para respirar. Me dice que le permite crecer, que ya pasó su tiempo de niña, que ahora le esperan muchas más cosas y se las pierde por mi.
-Había tantas lágrimas derramadas, a la deriva todas ellas iban... Duele crecer, pequeña.
-Déjame saltar más, mejor. Duele más estar aquí, así.
La miró, es tan pequeña... Perder fue siempre su miedo, el nuestro. Perder es el sacrificio que recoge el tiempo sin preguntar. Se perdieron las súplicas y las fiestas, se perdieron los sinsentidos de antes -ahora están los del hoy- se perdieron los trozos de carne arrancados y los ojos tristes. El vacío de la nada se llenó. Pero soltarse de lo que fue tu bote que se hundía duele. Los dedos están agarrotados del tiempo. Y siento que le debo todo a este bote/clavo viejo, roñoso y sin color. Se ha hundido siempre y sin embargo siento que debería seguir achicando el agua.
Me asfixia pensar que es posible que la mejor decisión en ocasiones sea abandonar para otra cosa. Otra cosa mejor y más capaz.
Mi niña de ojos negros, que me dice -yo también lo siento- que tiene tanto que dar, tanto que vivir. ¿Qué le estoy haciendo manteniéndola en este bote que siempre estuvo caducado? Tapé la fecha de caducidad para no verla, no ver la toxicidad de todo aquello. El veneno que recorría mis entrañas, alimentándolo todo.
Me he equivocado acerca de a quien era que le debía algo... Pensaba que se lo debía a este bote de herrumbre y parches, y se lo debía a ella. Le debía al mundo no tener miedo.
A ella le debía dejarla crecer...
No quiero morir y tener esta cuenta pendiente contigo, pequeña. Te veo a cada hora, a cada minuto en el que me entrego a palabras ajenas a las mías para no tener que enfrentarme a las tuyas -mías-. La otra noche te escribí una carta de amor, y ahora, no parece suficiente, ¿"por qué intento engañarte con palabras melositas si te parió tu madre más pícara que bonita"?

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No veo final a nada, no veo principio solo pasado, me siento perdida y las ganas de bailar más grandes que cualquier cosa.
-Yo te prometo grandes bailes.
Ojalá aquí, ojalá ahora, soltarte la mano
y que juntas recorramos lo que falta.

5 comentarios:

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  3. Fantástica pieza. Me pregunto qué habría pasado a esa niña estos últimos meses con todo lo que ha pasado. Si odia las sorpresas, ’20 debe ser un año pésimo. O tal vez, salió de su pequeña habitación y ahora puede respirar — hasta con mascarilla — y está feliz por ello.

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    1. A la niña se le permitió crecer un poco, y se volvió una adolescente muy enfadada. Yo no puedo respirar, pero ella grita muchísimo, descubrió que la ansiedad y la presión se sobrellevaban mejor con alcohol y mandó el mundo a la mierda. Yo aún intento comprender qué significa ser adulta y no me está gustando. Así que veo como la adolescente se abre paso a machetazos y me escondo detrás de ella, ya no puedo darle más consejos, todos los que me dieron a mi fueron mentira. Así que aún que nade en la mayor de las incertidumbres, con ella por lo menos me lo pasaré bien. Todo merecerá la pena al final, nos decimos.

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    2. Gracias por responder. Feliz de poder leerla una vez más. Hasta nunca.

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