Expuesta. En mis manos.
Narración en primera persona.
Y pensé: ¿quién?
Le pido que se vuelva tangible, que su piel se haga incorpórea y me roce sin pensárselo dos veces, porque todo el mundo sabe que si dices dos veces no, el impulso te lleva a hacerlo y yo sé que no quieres tocarme que no intentas aparecer, que no intentas empujarme para que salte hastiada del miedo y de los futuros (im)probables, agotada de pensar en ti estúpida niña con una bestia de pelaje ralo mutilado y a medio cocer en el volcán de la furia donde se retuercen las psicopatías, donde aúllan por salir, porque Dionisio siempre espera para actuar -su momento, siempre ha sido su momento-, juega contigo pero no como un niño, no con la inocencia del que no sabe lo que hace ni le importa, sino como el que conoce bien tus deseos, tus temores... Me brinda una copa y me dice que beba, que total no han quedado neuronas que hayan soportado mi escrutinio, mi "sin vivir en mi".
Kirchner (1911) |
No puedo llorar contigo por la vida que se me escapa cuando te veo tirada allí, en el suelo helado del laboratorio de fotografía; cuanta magia, te lo prometo, podríamos pasarnos allí la vida, leyendo de vez en cuando bajo la luz roja de una de las bombillas, te fotografiaría la piel, el olor que desprende, aunque antes tendría que tachar de la lista aprender correctamente a utilizar una cámara cualquiera. Da igual mientras te retrate mejor de lo que yo llevo tiempo intentando hacer. Es que no lo entiendo. Que rápido el tiempo corre, que tarde llego yo a la meta. Que preciosa escena en la que yo mirando la luna espero el desastre. Al instante en el que se me acaben los minutos, en el que ya no quede sitio en la agenda.
Me gustaría confesar mi escarceo con la rutina, me gusta romperla y recomponerla al día siguiente, me gusta salta la valla, y correr cuesta arriba, por esa colina tan alta, por esas interminables escaleras dónde algún día espero romperme un dedo del pie. Junto a mi amante rutinario decirte que me encanta cuando bailas, en mitad de tu pequeño salón y miras tus libros y piensas que están bien. Verás creo que aunque Olympia se ría de mi y se descosa las heridas para dejar escapar las mariposas moribundas que suplican por un último vuelo lejos de la cama con dosel, de la mirada atenta de esclavos vigilando a la conciencia, torturándola con silencios a preguntas que esperas no tengan respuesta nunca, y aún así te mata que no haya contestación, te mata no saber como termina la historia de un demonio, pues aunque eso ocurra hay que reconocerlo. Hay que verlo escondido entre los maquis de mi estepa republicana sangrando a corazón abierto, y con coto de caza privado. Pero sí, hay que reconocer que hay momentos en los que daría cualquier cosa porque te me acercaras y me preguntases que cómo me llamo, que a dónde voy para acompañarme. Luego despierto y me averguenzo de mis propios pensamientos. Las cosas no van así conmigo, yo no soy así, yo juego en otra mesa diferente, con fichas pegadas debajo de la mesa por si me faltan en el tablero. Miro a mi contrincante con sonrisa altanera y con los dedos repletos de anillos, chocan entre sí creando un tintineo en el ambiente.
"El talento no es una promesa de éxito.¿Lo sabes, no?" De eso, de promesas solo debería estar permitido hablar en pasado, cuando se hayan cumplido. Anteriormente a eso acaba en fracaso la mayor parte de las veces. Es un juego sucio, pero al ser un juego siempre tienes el consuelo de poder ganar aunque sea en la última partida.
¿Sabes que te digo? Que estoy agotada. Ya no me parece divertido imaginarte, así que te diré que seas valiente conmigo o sin mí -te acerques y me toques o no-, que lo seas, por todos, y por encima de ellos por ti. Toma la decisión más valiente pequeña, la vida no merece la pena y el futuro no existe como no existes tú, pero te sientes ¿verdad? Eso es suficiente, encuentra lo que te alimenta, di gracias y come, come
A la mierda: lo importante sucede entre actos y el final ya lo conocemos.
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