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Mostrando entradas con la etiqueta Olivia. Soy yo. Mostrar todas las entradas
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viernes, 10 de agosto de 2012

Just a kid 2. Olivia.

Con la desgano, más desgana jamás más desganada que ahora, escribo, con la esperanza de que las letras me rejuvenezcan hasta los tiempos en los que no me cansaba:

De pie, allí, pegados a la pared, caras largas, como si fuera un pelotón de fusilamiento pero sin fusiles. Cuando ya no te queda peluche al que abrazar, cuando la oscuridad no te engulle, tan solo se limita a estar, como ellos, de pie, pegados a la pared.
-Oye, ¿y tu que haces aquí? No tienes pinta de ser muy de fiestas.
Era irónico que la dijera ella, ella era una persona bajita, con el pelo rojo teñido, con ojos perdidos en algún punto del infinito, ella no tenía pinta de querer desaparecer, tan solo pinta de querer que alguien le dijera que existía, como muchas otras, fáciles, cansadas de luchar, solo quieren ser queridas aunque sea de la manera equivocada. Iba equipada con un vestido de lentejuelas corto, quizás demasiado, los colores del vestido iban del negro absoluto al azul pálido, según como la luz le diera, y en que zonas, por las caderas era violeta y por el escote negro. Tenía razón, Olivia no estaba allí para bailar, ni para ligar, ni para beber, no tenía esa pinta, no tenía ninguna pinta; unos vaqueros y una camiseta negra y manoletinas no zapatos de 15 centímetros.
-No estoy aquí por la fiesta. 
Respondió sin mucho ánimo.
-Y porque estás aquí sino es para olvidar.
Se quedó pensando un rato, recordando las primeras semanas sin Lucas, abandonada en algún tejado con una botella de vodka al lado, a palo seco, sin detenerse a pensar que ya había bebido suficiente, sin preocuparse por lo que podía pasar por lo que podía pasar. Eso solo fueron las primeras semanas, después su abandono consistió en el vacío más absoluto, sin llorar, ni una mísera gota derramó, ahora tocaba... aceptarlo.
-Necesito hablar con una persona.
-Yo necesito follarme a una persona.
No le sorprendió en absoluto su respuesta. La suya tampoco le sorprendió.
-Bien.
La chica se la quedó mirando perpleja, nunca nadie le había dicho "Bien", solían negar con la cabeza.
-¿Bien?
-Sí, bien.
Las puertas de la discoteca se abrieron, y el pelotón de fusilamiento se movió, la sombras de los vestidos ondeaban, y las desgarbadas de ellos las siguieron.
-Suerte con encontrar a esa persona.
Dijo la chica, pero no le hacía falta sabía donde encontrarla.
-Suerte, para ti también.
Y cuando la chica de pelo fuego iba a entrar en donde los cuerpos moviéndose y las luces en sus cuerpos, no le parecían muy agradables, más bien pegajosos, se giró y mirando a los ojos a Olivia le dijo.
-La suerte es algo de lo que carece todo el mundo. Es algo que no existe, si tomas las decisiones adecuadas y aciertas, es gracias a ti, no a la suerte. Es algo que me dijeron una vez.
Acto seguido entró al sitio al que según ella pertenecía, Olivia no se movió, eso ya se lo habían dicho antes. Y recordaba perfectamente donde, cuando, porque y sobretodo quien se lo había dicho. A lo mejor todavía no había llegado el momento de despedirse, todavía le quedaban muchas cosas que decir, unas cuantas preguntas por hacer. Había ido a la discoteca para recoger la libretita de cuadros rojos en donde estaban escritas las cosas que le gustaban a Lucas, pensó que si las hacía, él ya se podía ir en paz. No sabía que él ya se había ido, que era ella quién no lo dejaba irse. Lucas dejó muchos misterios sin resolver, y ella se sentía responsable de todos los corazones y almas que él dejó por el camino sin piedad alguna, tan héroe, tan villano. ¿Estaría preparada después de haberlos resuelto todos? ¿O solo eran escusas baratas?.
(Habrá tercera parte seguramente.)

Irene.

                                       

viernes, 3 de agosto de 2012

Just a kid. Olivia.

El aire entraba por sus orificios de la nariz, las aletas se le levantaban despacio. Y en lo único que podía pensar Olivia al ver esa imagen era en consuelo. El consuelo de que sus pulmones sigan funcionando, el aire entra, el aire sale, la vida continua mientras ese mínimo ejercicio siga ejecutándose.
-Lucas, ¿te encuentras bien?
Pregunta Olivia una y otra vez, es como si fuera su mantra o algo parecido. A Lucas eso le pone nervioso y le enfurece que le mire como si fuera un perrito maltratado, ¡lo han atropello por dios! lo que necesita es olvidarse de estar postrado en una cama, rodeado de ese olor a desinfectante y a limpio que tanto odia.
-Ya me lo has preguntado unas doce veces y unas doce veces te eh respondido lo mismo. ¡¿Como quieres que esté tumbado en una cama en contra de mi voluntad y encima oliendo a desinfectante?!
Hablaba sin mucha fuerza, aunque lo intentaba. Su labio inferior y superior estaba partido de una manera horrible, y la sangre aunque seca todavía no estaba cicatrizada la herida, todavía dolía, igual que le seguía doliendo a Olivia la voz del médica por teléfono. "A sufrido un accidente", un accidente... un accidente que lo ha dejado echo un vegetal, no puede casi moverse de lo magullado que está, ahora los problemas parecen más. Es lo que tienen los hospitales en ellos parece que lo poco es mucho y que lo mucho todavía puede ser peor.
A través de las cortinas se puede ver que la vida sigue, que los niños del parque de la otra acera no se dan cuenta que hay otros niños jugando en este parque, solo que estos niños algunos van en sillas de ruedas y otros ni siquiera se pueden mover. Pero ella, ¿que tiene que decir? Si hasta hace bien poco era solo una transeúnte como todas esas personas. Indiferente a lo que dentro del hospital o fuera de él sucedía.
-Oye Olivia...- se humedeció un poco los labios evitando los cortes- porque no me cuentas algo, o hacemos algo o... no sé lo que se te ocurra peor por favor deja de mirar la ventana como si fuera el portal que separa la vida y la muerte.
Oliva dejó de mirarla justo tras acabar de hablar Lucas.
-No sé que contarte...-se puso a pensar un rato y de repente le vino a la mente algo- ¿porque no hacemos una lista de lo que nos gusta y de lo que no?
Dijo sonriente.
-¿Y para que fin? Además del echo de pasar el rato.
Olivia no dudó en responderle enseguida.
-Pues porque así, las cosas que pongan en la lista las podremos repetir todo lo que queramos cuando salgamos, una detrás de otra, un cortometraje de todo lo que nos hace un poquito felices. 
-Como si las cosas pequeñas fuesen grandes cuando las juntases.
-Exacto.
-Pues muy bien empecemos.
Olivia sacó una pequeña libreta a cuadros rojos del bolso y un bolígrafo de gel.
-Me gusta el sonidos de las pipas cuando se parten.
Dijo cerrando los ojos Lucas.
-Me gusta... el olor a húmedo después de que haya llovido.
Y Lucas extrañado preguntó.
-¿Y como vamos a hacer eso? No podemos hacer que llueva.-No necesitó respuesta-Ah, haremos que llueva... Sí, a mi también me gusta ese olor.
Olivia sonrió, peor continuó al instante.
-Te toca.
-Me gusta... me gusta...
-No te lo pienses tanto. -Le reprendió.
-¡Déjame en paz!- Se molestó Lucas.
-Me gusta pensar en silencio, sin otros que molesten mis pensamientos.
Dijo con doble sentido, Olivia le hizo caso omiso y siguió como si nada, ante la atenta mirada de Lucas que se lo tomó a gracia.
-Me gusta el sonido de la risa de Lucas Sorte.
Y Lucas rió como si fuera el chiste más bueno del mundo.
-Me gusta la dulzura de Olivia Mendez.
-¿Dulzura? Pero si soy la chica más dura del barrio.
-¿Que barrio Olivia? Si no has visto un barrio en tu vida.
-Que va... Bueno, sigamos...Me gusta el olor de los libros.
-Esnifadora...
-¡Cállate!
-Me gusta ver el agua correr.
-Fantasioso.
-¡Pero si eso es justo lo que te gusta de mi!
Olivia se sonrojó y provoco que a Lucas le entrara un nuevo ataque de risa y de tos.
-¿Estas bien?
-Escribe otra lista en la que ponga las cosas que odio y pon: Odia que Olivia Mendez pregunte que si Lucas Sorte esta bien.
Y siguieron con la lista. Olvia pensaba que son esos los momentos que hacen que la vida sea más llevadera; una buena compañía, una buena conversación y saber que en estos momentos eres inmortal.
A las dos horas Lucas cerró los ojos. Cinco minutos después Olivia apareció en la habitación de vuelta del baño. Un minuto después estaba llorando en la sala de espera... 
Un año después Olivia sigue llorando. Se han acabado los momentos que hacen la vida más llevadera, y ya no creé en la inmortalidad, ahora en lo único que cree y confía es en que verdaderamente la vida sean dos días y que mañana todo se acabe. En el fondo solo era un chico... no se merecía lo que le pasó, ella no se lo merece.
(Va a ver segunda parte, solo que ya era muy largo y no quería hacerlo demasiado pesado)
Irene.


                                                               

jueves, 2 de agosto de 2012

Dibujando primaveras entre paredes. Olivia.

Fuera. Allí. En la calle. No es apetecible achicharrarse debajo del sol. Hoy no. Hoy, no hay ganas de hacer nada que dependa del día que haga, ahora mismo a Marco le da igual que llueva, que nieve, que haga sol, que no lo haga... eso es solo un tema de conversación destinado a acabar con los silencios incómodos. Marco tiene una cosa mucho más interesante que hacer que salir con sus amigos. Escuchar una y otra vez la misma canción. Quiere que los mismos versos retumben en las paredes y que se entierren en su pecho hasta hacerlo sangrar, quiere sufrir para no llorar y aunque parezca irracional, lo quiere y punto.
"Quiero enterrarme en tus caderas y pasar la noche entera dibujando primaveras y en mi pecho un ataúd."
Está en cruz tumbado en su cama y los posters de grupos musicales que solo él conoce. Se imagina que en su pecho está ese ataúd, y se imagina con ternura la voz recriminatoria de Olivia.
"Dejar que lloren las goteras...". Hoy... hoy es ese típico día en los que tu cerebro está en pause y tu cuerpo no pide nada,  solo dejarse llevar por los acordes de una guitarra, por las notas de un piano y que tus oídos escuchen tantos la misma voz que repita sus frases durante el resto de su vida.
Hoy... es un día de esto:

                                       




Irene.

lunes, 30 de julio de 2012

Ni te perdono ni te olvido. Olivia.

Las pequeñas y dolorosas complicaciones de la vida. Tumbada, boca arriba, mirando un techo libre de grietas, de manchas o de cualquier otra imperfección, pensaba en todas las complicaciones de su vida, esas que diluía con un poco de agua para que fueran más leves, y lo sorprendente es que pegaban menos fuertes con agua, lo que no sabía era que el agua en algún momento se seca y se evapora y solo queda la complicación, solo queda aguantar con ella en el cuerpo, como un tumor, algunas crecen y se convierten en cánceres difíciles de parar y otras directamente ocupan un lugar y se quedan ahí.
Olivia creía que si aceptabas todos los problemas y aprendías a vivir con ellos, desaparecerían. No lo hicieron. Y ahora es demasiado tarde para llorar y que alguien se compadezca.
Había colocado ordenadamente todos sus problemas sobre el techo del salón. Había dejado incluso espacio para preocupaciones sin importancia, y esas aunque parezca mentira son las que más te carcomían por dentro.
Levanto el brazo derecho y como si en las dos últimas horas no hubiese echo nada lo borró. Lo borró todo de una sentada. Fin de los problemas.
El vestido de flores hondeó en sus caderas y con un paso firme y decidido salió de su piso. Bajó las escaleras del edificio y al llegar al portal miró para atrás; donde se metían los sentimientos que hacían estremecer el corazón. Se sienten y no se ven. Sabes que están ahí, en algún sitio de la oscuridad de un pasillo.
En la calle hacía buen tiempo. A lo mejor llovía, o quizás no. No corría ni una pizca de viento, el mejor día para visitar a los muertos. De camino al cementerio, para en la entrada de una floristería, flores de todo tipo de forma y de color la inunda al  entrar, el olor es el más hermoso de todos pero... el adecuado es el que más huele y se mantiene impasible en el jarrón. Un olor que huele a recuerdos encontrados en un cajón; chocolate con churros a la seis de la mañana, pinos, mar, tierra húmeda, música alta... un sin fin más de olores que guarda un tulipán blanco. La flor favorita de Lucas, se las regalaba en cualquier momento, no sabía de donde las sacaba pero aparecían; encima de un piano mientras él tocaba Canon de Pachelbel; una encima de la mesa del comedor mientras ella miraba su retrato de el mueble de al lado...
Tulipán y sonrisa de complicidad, iban juntos de la mano y a él nunca le importaba el momento ni el lugar para dárselo. Olivia sonríe al pasado.
Las puertas del cementerio están abiertas y entra sin preocupación, las ha borrado todas, está completamente limpia para entrar en un sitio donde vive gente que desconoce lo el significada de preocupación, les ha llegado su hora de que otros lloren por ellos, porque ellos ya lloraron bastante.
La segunda tumba a la izquierda, tercer piso. Recorre los caminos de tierra con paso rápido, ya casi ha llegado, ya casi lo puede ver, y cuanto más se acerca sus ojos se van preparando para derrumbarse. Cinco metros... Cuatro... Tres... Dos... Uno.
-¿Porque?
De pie. Delante de la lápida donde ponía su nombre, lloró y susurró porque, porque todas las personas a las que amaba se iban, porque cuando necesita ayuda nadie acude, porque se tuvo que ir la única persona en el mundo que la entendía.
-Después de todo nunca te dije te quiero Lu.
Dice sentada en la tierra blanda de alrededor de la tumba. Hora de contar verdades. Nunca le dijo te quiero, ni gracias. Nunca fueron nada. Solo dos amigos que pasan mucho tiempo juntos. Pero los ojos de Lucas tan azules como siempre... tan arrogantes e inteligentes... ¿como aventurarse en una aventura que podía acabar mal y perderlo del todo?. No, no era amor, pero se parecía mucho. Probar sus labios y así saber que es lo que se siente al pensar que... alguien te espera todas las mañanas, todas y cada una de ellas alguien te espera  para que abras los ojos y diga algo ingenioso.
-Querido Lucas; siempre escapándote de los compromisos...-rió por la bajo, mirándose las mano que agarraban con fuerza los dos tulipanes- Tenías un contrato conmigo. Hacerme un poquito feliz todos los días. ¿Que estás haciendo que no lo estás cumpliendo? De despediste tu solito, porque yo no decidí que esto acabara aquí. Así que vendré a molestarte siempre que te necesite.-Miró a su alrededor y pareció que todo quedó en silencio, para que solo se oyera su vos.- Pensando en hacerme una casita por aquí. Porque querido Lucas; yo te necesito siempre.
Rompió a llorar. Y era lo único que se escuchaba en todo el cementerio, los lloros de una chica llamada Olivia, con el pelo a veces pelirrojo a veces castaño, con ojos verdes, y con una misión; hacerse invisible, una chica que hace tiempo conoció a un chico que le demostró que era alguien en un mundo donde los altos puestos ya estaban ocupados, y le dijo que "¿como era posible que quisieras morir? ¿Le ibas a dar esa satisfacción al mundo? No pensaba que fueras tan cobarde."
Ella es la chica que lo sigue esperando. No lo perdona y no lo olvida. No va a darle esa satisfacción.

Irene.

                                                                    

viernes, 20 de julio de 2012

El ángel custodio de Olivia.

-Haz lo que quieras, Oli.
-Ya pero no sé, estoy aburrida podríamos...
Se quedó pensando unos minutos, intentando encontrar una actividad que la hiciera levantarse del sofá. Pero Marco no pensaba lo mismo, el estaba bien tumbado en el sillón con la vista en el techo, con los pensamientos en el aire y con la presencia de Olivia, aunque el silencio recorriera cada centímetro de la habitación, él estaba bien con ella. Porque era una de las pocas personas que valoraban las presencias. Demasiados días solo, demasiados pensamientos solo escuchados por él. Eso te hace una persona que valora a la gente cuando está, para poder recordarla cuando no.
-Caminemos.
Lo dijo tan tranquila, hablando tan en serio, que no se lo creyó. La miro y extrañado dijo.
-¿Caminar? ¿Para qué? No hay nadie en la calle por el calor y las tiendas están cerradas.
Ella sonrió. Esas sonrisas que se hacen sin un porqué, sonrisas simples, muestras de estar bien, complicado significado cuando hay que describirlas, suaves, sin nada, como los copos de nieve al caer en la acera, como el roce del algodón en la piel. Sonrisas sin porque. Contagiosas, suelen ir unidas a miradas o cómplices o solas, poco importa. El sueño más grande de Marco es conseguir una sonrisa de Olivia, pero de las verdadera, ellas siempre está sonriendo pero... son diferentes, ninguna es igual a la otra. Él quiere que le sonría como lo hacía cuando estaba Lucas. La manera que tenía él de hacerla sonreír era mágica, no eran sonrisas tontas, eran sonrisas esperanzadas, sonrisas de sueños echos realidad, sonrisas que solo entendía Olivia, porque nadie más entendía a Lucas. 
-Para ver el mundo. Marco vamos no es tan difícil de entender. Sentémonos en un banco a ver pasar los minutos, sin nada más que hacer.
Sí. Olivia entendía a Lucas, pero Lucas también entendía a Olivia. Lucas le dijo una vez que el peor error que podía cometer una persona era defraudar a Olivia. Porque ella nunca se espera nada de nadie, lo acepta, entonces si consigues que Olivia no te sonríe, entonces, no es que esté enfadada es que la has defraudado, hiriéndola. Ya Olivia no se le hace daño. 
-Vamos entonces.
Hay días en los que a Marco le gustaría gritarle que Lucas a muerto que nunca más volverá y que deje de esperar que aparezca cuando ella esté mal, porque no va a aparecer. Le gustaría decirle eso cuando llora, cuando llora sola y no es capaz de levantarse de la alfombra en la que ha caído. ¿Pero como puede decirle eso? Ella que lucha por ser feliz en un mundo donde todo está de estar bien. Ella que va a contracorriente. Ella que espera lo que haga falta hasta que se te pase el enfado, ella que respeta al mundo, aunque el mundo no la respete a ella. Ella que rompe los esquemas... ¿como le puede decir que deje de esperar a que algo tan bueno que tenía y que se fue, vuelva?.
La sigue en silencio mientras ella busca el banco perfecto donde sentarse. Cuando lo encuentra, saca una bolsa de pipas del bolsillo derecho de su pantalón corto. Lo gira hacía a mí para que coja, y cuando lo hago, el simple gesto de aceptar lo que me muestra le hace volver a sonreír. El simple gesto de que ella gire la cabeza y que mirando al árbol de delante la haga sonreír, me hace hacerlo a mi también.
Le hace pensar en su imagen. Dos personas siendo felices... sin estarlo. Dos tristes personajes de un cuento que siempre acaba bien. De un cuento escrito con lágrimas que pase lo que pase, sus protagonistas siempre sonríen, incluso los fantasmas, esos que miran por ojos cristalinos, que se convierten en ángeles custodios, con alas de plumas blancas, con corazones insondables, dispuestos a perdonar y listos para ser perdonados y olvidados.

Irene.

                                                         


viernes, 13 de julio de 2012

Pero camina, no mires nada, no sientas nada, camina. Olivia.

Delante de ella se alzaba el edificio más grande que hubiese visto. No por ser grande, sino por lo que acarreaba entrar. Por todos los recuerdos malos y buenos que tenía de el. Por todas las cosas que vio y por las que no vio. Por las palabras que pronunció mal y por las que dijo bien. Por las tonterías de las que se arrepentiría y por las que no. Pero el edificio no era tan grande solo por eso, sino que se hacía cada vez mayor por cada traición, por cada decepción, por cada despedida, por cada saludo, por cada comienzo, por cada final, que son los que mas dolían.
Todas y cada una de las sensaciones que conllevaba entrar y que ella se comió en silencio, esperando impaciente su lugar en aquel sitio, mandó a la mierda tantas veces a tanta gente, y pidió perdón aunque quien lo recibía no se lo mereciera. Estaba ahí, apoyada en la valla verde de dos metros de largo y uno de altura que separaba la carretera de la entrada del instituto. Aquel instituto, que como muchos otros era normal, pero para algunos era diferente solo por el echo de que cuando estás ahí no tienes donde esconderte y la pobre Olivia, que tiene miedo a volver a sentirse sola en ese lugar.
-Por favor otra vez no, por favor...
Susurraba, los ojos... al borde de las lágrimas. Trágatelas Olivia, que ellos no ganen la jugada, este año no. Vamos Olivia, ¿que haces ahí? Sepárate de la barandilla y camina con paso firme, abraza todo lo que quieras a tu cartapacio pero camina, no mires nada, no sientas nada, camina.
Con esto en mente, dio un paso, y otro, y otro, y después... ya estaba dentro. Lo había echo. Solo deseaba que el sentimiento de nerviosismo, de soledad, de incomprensión no volviese, que se quedara en el pasado como prueba de haber vivido, pero que no volviese. Aunque sonreía por haber cruzado, por dentro todavía sospechaba que aquellos pensamientos de los que huía y a los que temía no le recriminasen nada, que se olvidaran de ella, que la dejaran en paz. Se imaginaba a la inseguridad sonriéndole en cada esquina, en cada banco de cemento, en cada rostro desconocido...
Hay gente que dice que cambiar es malo, porque dejas de ser tu mismo. Pero, ¿que es ella? Alguien que se esconde debajo de las piedras que evita miradas, que esconde palabras, que se avergüenza de si misma, alguien que no es nadie.
Ella quiere cambiar, quiere ser diferente, quiere parecerse en algo a ellas.
-Olivia, tan temprano como siempre.
Una voz suave sin reproche. Solo una frase normal, un comentario... que solo eso le da ánimos a darse cuenta de que existe y si que vale la pena cambiar, es difícil, pero poco a poco, paso a paso y cruzará línea.
-Bueno... Yo nunca falto. Además no me gustan las aglomeraciones.
El chico, apoyado en la pared, sonríe deliberadamente y asiente.
-Si, a mi tampoco es que me vayan mucho.
Suena el timbre, y... todo vuelve a su lugar. Ella sola en una mesa, ellos agrupados en grupos, con gente que... se llevan mal entre sí pero... parecen tan felices.
-Bueno pues yo también lo soy así que...
Y cuando se disponía a abrir su libreta donde solía escribir, una sombra aparece en la esquina de su mesa.
-Perdona, pero... no me lo creo. ¿Eres Olivia?
Olivia sonrió de la única manera que puede hacerlo alguien que se siente feliz por el echo de que había aparecido la persona que siempre lo hace cuando tiene que hacerlo.
-Ya te echaba de menos Lucas.
Y levantó la vista.

Irene.

No es una de mis mejores historias pero bueno... Aquí pongo dos canciones que me ayudaron de algún modo a escribir esto. Me hicieron recordar... En fin...





viernes, 6 de julio de 2012

Los pecados que encuentran el perdón en el olvido. Olivia.

Sentada en uno de los bancos de madera vieja pintado de verde. ¿Porque lo pintaron de verde? Con lo bonito que era en negro, piensa mientras se mete a la boca una de las muchas pipas que ya se ha comido. Mucha gente prefiere el chocolate pero... ella no. Olivia no, Olivia prefiere sentir el frío contacto de la sal de las pipas, la sal le hace que le escuezan los bordes de los labios agrietados. Y así tiene una razón por la que derramar una lágrima por cada pipa.
Podríamos pensar que llevó las cosas demasiado lejos, que la culpable fue ella por equivocarse desde el principio, podríamos creer que está sola, sentada, mirando su futuro porque ella quiso, porque... lo eligió así. Eso sería mentirse a sí mismo y eso era lo que ella hacía. Se imaginaba sola por el resto de los años, por su forma de ser, por su horrible forma de ser. Escribir es una actividad que no se hace en compañía, nunca se ha echo y nunca se hará, escribir es una de las pocas cosas que se hacen para estar solamente tú, para pensar en ti, para ver mejor las cosas, para observar más allá, algo que nunca podrás alcanzar. ¿Quien le dice a Olivia que no puede cojer el primer autobús e irse? Irse donde muchos le dijeron que era demasiado lejos. Irse a donde muchos le nombraron asombrados por lo imposible que sonaba. Y quería irse sola, quería sentir que podía hacer tantas cosas como su cuerpo le permitiera sin que nadie le dijera que no podía hacerlo que se podía hacer daño. Porque más daño le hacía el ver que no podía controlar ni su propia vida, unos pecan por dejarse llevar demasiado y otros por no hacerlo. El pecado que a Olivia le tiene sentada, con la cabeza hundida debajo de la tierra, es... que confió demasiado, que quiso ser algo para alguien y se equivocó, como solo se equivoca quien quiere de la manera equivocada. Pensó que tenia que arriesgarlo todo para ganar aún más no sabía que para ser feliz no hace falta correr grandes riesgos. Porque la felicidad es la calma que te da, el poder afirmar que pase lo que pase nunca más te volverás a sentir sola. 
La pobre Olivia de cabello rojo y ojos verdes, se arrepintió en el justo momento en que supo que se había equivocado, de haberle dicho a tanta gente te quiero cuando ninguno de ellos supo estar a la altura de sus sentimientos. Ni sus amigos, ni su familia, ni sus vecinos, ni nadie conocido, porque ninguno de ellos le supo decir que no hacía falta que se esforzara tanto en hacer lo correcto que pasase lo que pasase que ella nunca cambiara porque era genial tal y como era. Pero nadie dijo nada, se quedaron callados sin darse cuenta, o dandose cuenta, que ella hacía todo lo posible para ser perfecta aún no siéndolo. Se cansó de esperar sonrisas de aliento y de palabras sanadoras, se abrió camino entre la gente con tacones de aguja y cabeza bien levantada. Fin de la perfección, abranle paso a la reina de la noche, esa larga noche que parece que se convirtió su dulce vida. Un coche negro para al pie de la acera y con voz de conocer todos los secretos del universo le dijo:
-Sube al coche reina de la noche, y olvida tu mal humor.
Cohibida por los misterios que se escondían tras la frase de Embrujada de Tino Casal, aceptó la invitación que le abría le abría la oportunidad de salir del sitio que le había echo tantas promesas como tantos perdones por no haber sido cumplidos. A lo mejor se equivocaba pero su acompañante no parecía buscar la perfección que todos buscan.
-Siempre vienes cuando lo necesito.
-Te prometí que aparecería cuando te sentieras sola.
-Yo no te he llamado, no necesito que me salves.- Dijo seria mirando a la carretera.
-Todo el mundo necesita ser salvado Olivia.- Apretó el acelerador al llegar a la autopista.
-¿A donde vamos Lucas?
-A donde quiera llevarnos la carretera.


Irene.


                                                       

sábado, 30 de junio de 2012

El inexistente sonido de las volutas de polvo al caer. Olivia.

-Solo los que lo han experimentado lo entienden. Tú no tienes porque si quiera comprenderlo.-Bajó la voz al pronunciar las últimas palabras, miraba con melancolía el tarrito de mermelada de encima de la mesa, la había traído ella, era como una tradición que venía de cuando vivía su abuela. Querría que Olivia entendiese lo que escondían sus palabras, pero no contaba con que ella solía tener la manía de obviar lo evidente.
-Ya... pero no sé me gustaría escribir sobre ello.-Se dio golpecitos en la barbilla mientras pensaba en todo lo que contaban sus cartas que nunca habían sido enviadas.-He escrito sobre todo, excepto sobre el amor...de eso no creo que haya escrito nunca.
Marco la miró de arriba a bajo, estaba sentada en el sofá de cuero rojo, en el desván de la casa que su abuela le dejó en el testamento, pero aunque sea de él ella ya era parte de esta casa, ha pasado más horas metida en este desván que él.
-Entonces piensa en lo que sentías por Lucas.
Le había costado mucho decir esa frase, casi se le atraganta pero...tenía que mantener su papel de "solo amigo fiel".
-¿QUE? ¿Como que lo que yo sentía por Lucas? Me marcó, ¿vale?, pero solo eso. Yo no lo amaba, lo quería pero no lo amaba.
Olivia desvía la mirada a la maqueta morada que cubría todo el suelo. A veces se paraba a pensar en que clase de persona habría colocado un sofá rojo chillón en un desván que tenía una moqueta morada. Recordó a Lucas diciendo una vez que seguramente había sido Marco en un  ataque retro, y recordó lo que se habían reído después, pero no lo amaba, lo quería sí, con locura, se levantaba por las mañanas pensando en como iba a sorprenderla esta vez, y siempre lo hacía, la sorprendía, incluso el día que la llamaron para ir al hospital, ese día también la sorprendió, sobretodo cuando dejó de respirar. Ella había presenciado miles de veces como se enrrollaba con chicas que después dejaba tiradas para irse a tomar un helado con ella...hay...él y los helados...Sonrió al pensarlo.
-Marco... Si le escribo una carta a Lucas... esta si que quiero enviarla. Él decía que si hay que hablar de él que se hable bien y que después se lo cuenten. Pero no tratará de amor, sino de algo mucho mayor que eso.
-¿Hay algo más grande que el amor?
-En mi mundo...todo es mucho más grande que el amor. Tratará de la oportunidad que me dio al conocerle. Me cambió la vida, como dijo la primera vez que nos vimos. Yo no le creí y... era cierto.
Escribiría lo que no le dijo cuando estaba vivo, todas las veces que le hubiese gustado decirle gracias y no se las dijo, todas las veces que le dijo lo que quería oír y las que no. Él fue la oportunidad de cambiar, la aprovechó, cambió y se esfumó.
-¿Entonces no vas a escribir sobre el amor?
-No. No sé lo que es así que esperaré hasta saberlo.
-¿Y porque no sales a buscarlo?
-¿Y porque no esperarlo? Además mientras espero le escribo la carta a Lucas. ¿Después me darás tu opinión?
-Sí, claro. Lo que tu digas...
Olivia salió como un rayo a escribirle la carta a Lucas y Marco no supo reaccionar. Se quedó ahí plantado, esperando a la nada y mientras esperaba veía caer las volutas de polvo que se habían levantado tras la marcha de Olivia.

Irene.

                                                              

jueves, 28 de junio de 2012

Apoyada en los resquicios de la locura. Olivia.

Era un día importante. Corrían los niños por los caminos echos de piedra de la entrada. Una casa, una mansión grande, alta, inmensa. Tres pisos y ventanales que llegaban desde el cielo hasta el suelo. Olivia con su elegante y largo vestido azul eléctrico miraba con pánico el horizonte. Su vestido de escote barco, de lino azul más claro que el vestido. Su pelo rojo contrastaba a la perfección con ese azul, cualquiera hubiera dicho que no pero... a ella le quedaba bien.
-¿Que te preocupa Oli? La boda va a empezar y tu sigues aquí.
Había salido un momento a tomar el aire a la terraza, donde lleva dos horas pensando. Sus ojos verdes están rojos y apunto de desbordarse pero...siguen aguantando.
-Soy rara. Y estoy empezando a cansarme de mi misma.
Lo dijo con naturalidad, como si hubiese repetido esa frase muchas veces. Y era cierto, lo había repetido muchas veces delante del espejo, quería saber como se sentía al decirlo en voz alta. Marco se rió, y Olivia de lo tomó a mal.
-Eso, ríete. Como todos.
Marco se puso serio de repente. ¿Como era posible que después de tanto tiempo, Olivia pensara que se reía de ella?.
-No me río de ti Olivia. Me río de que lo que dices es estúpido, si, eres diferente con problemas diferentes que requieren soluciones diferentes pero... ¿cansarte de ti misma?.
Olivia lo miró de hito en hito y las palabras que le sucedieron eran palabras dichas por alguien que se despreciaba a si mismo.
-Me averguenzo de mi misma. Me doy asco, y no digo físicamente.
Marco se cabreaba minuto a minuto, segundo a segundo.
-¿Como puedes decirte eso?¿Como puedes si quiera pensarlo?
Olivia ya estaba al borde de las lágrimas.
-Puedo decirlo porque es la verdad. Cada cosa que escribo, cada cosa que hago, cada cosa que digo.-Su voz ya sonaba entrecortada.-Me da miedo perder a mis amigos por mis rarezas y mi forma de ser. ¿Marco, y si me abandonan?.
Marco se enterneció. Él entendía ese tipo de miedo a la perfección.
-No los perderás. Tus amigos lo son por lo que eres con tus rarezas y sin ellas. Si no te han dejado de hablar todavía es que se quedarán un rato más.
Marco sonrió deliberadamente. No quería sonreír en estos momentos pero es que no pudo evitarlo. Olivia pareció contagiarse y también sonrió.
-Es verdad, no debería preocuparme por tremendas tonterías, ¿verdad?.
Pronto las lágrimas que se le agolpaban desaparecieron y respiró aliviada. Marco le había dicho lo que quería oír y confiaba en él lo suficiente como para creerle.
-No. Ni siquiera deberías perder el tiempo en eso.
Olivia se acercó y Marco le tendió un brazo que ella aceptó alegremente.
-¿Bailas conmigo, Olivia? o a lo mejor eres demasiado rara como para bailar con alguien tan normal como yo.
Dijo con burla. Olivia le pegó en el antebrazo sin mucha fuerza.
-¿Eres tonto o qué?
Marco la miró extrañado, no sabía a que se refería si a lo de bailar con él o a que el también tenía una personalidad algo extraña. Aunque la duda no le duró mucho.
-Por supuesto que bailaré contigo.
Dijo Olivia con voz zalamera. Y reían mientras caminaban hacía el centro de la sala, donde los focos parecía que solo los alumbraban a ellos o ellos así lo creían.

Irene.

                                                                      

No es lo mejor que he escrito la verdad pero es que no tengo mucho inspiración.

miércoles, 27 de junio de 2012

Dirección: Tocar las nubes con los dedos. Olivia.

Se movía entre las ramas punzantes de los árboles. La trenza de cuero enredada al pelo ondeaba en el aire y de vez en cuando chocaba con el tronco de algún árbol. Como un espíritu del viento, como aire sin complejo. Como se movía en el bosque... lástima que en realidad solo sucediera en su cabeza.
El sillón de cuero en el estaba tumbada se amoldaba a su cuerpo a la perfección y bien se podría quedar ahí hasta que el mundo acabase.
-Señorita Mendez...
Dijo su psiquiatra arrastrando la última sílaba de su apellido, su intención era despertarla con la mayor tranquilidad posible. Pero Olivia no se movió ni un pelo, seguía en su bosque verde. 
-¡Olivia! Es hora de que abras los ojos, tengo más pacientes esperando.
Y era verdad. Fuera se oían los murmullos impacientes de gente necesitada de dormir, con problemas de sus relaciones sentimentales y con trastornos alimenticios...siempre son las mismas personas, con los mismos problemas que requieren las mismas soluciones y todos necesitan lo mismo que alguien escuche sus gritos de auxilio.
-No me manda ningún consejo o me recomienda alguna dieta o...
Empezó a pensar en cosas que le había recetado otras veces, durante tres años. Pero Álvaro Ruiz de 43 años, un doctorado y con varios másteres a su espalda, había conocido lo suficiente a la chica que hoy se erguía delante de él en sus sandalias planas de diseño, como para saber que ya era hora de que dejara de acudir a sus citas. Le tenía que mirar a los ojos y con sinceridad decirle lo que llevaba tiempo callándose, la última receta que, por lo menos él, le mandaría.
-Haz parapente. 
Los ojos castaños de Olivia se abrieron con sorpresa. Él sabía que el parapente era su límite, el límite que nunca había cruzado. Algo que siempre había querido hacer pero que nunca había podido.
-Pero...
-Pero nada. Llevas tres años viniendo y diciéndome lo mismo. Compadeciéndote de ti misma, creándote paranoias sin sentido que te han llevado por la calle de la amargura.-Se ilusionó con lo que iba a decir después.- Y es que en realidad nunca me has necesitado siempre has sido tú quien ha encontrado la solución a tus problemas. Olivia, tu problema es que necesitabas escucharte, no ser escuchada como todos mis demás pacientes, sino que no querías escucharte. Así que haz lo que siempre has querido hacer, o mejor, siente lo que siempre has querido sentir,...
Olivia sorprendida siguió la frase que Álvaro había cortado.
-Que no hay tierra bajo mis pies, y poder rozar las nubes con los dedos. Poder decir que he tocado el cielo y que por ello soy...
No pudo decir las últimas palabras. Bajó la cabeza. No podía mirar los ojos que la habían aceptado desde el primer día, porque le decían lo que ella era incapaz de aceptar...no se lo creía, no podía ser posible. Siempre había sido este sentimiento lo que la había frenado.
-Capaz de todo, Olivia, y que por ello eres capaz de todo. Es lo que te frena, el sentimiento de que no eres capaz, crees en lo imposible y eres incapaz de creer en ti misma. Sal por esa puerta ahora mismo y tírate por algún acantilado, vuelve cuando me digas a que huelen las nubes.
Salió como un tiro de la estancia. Corrió por los pasillos llenos de pacientes dirección...el cielo.
Álvaro se sintió completamente lleno después de soltar lo que tenía dentro. Debería habérselo dicho antes pero esperó a el momento justo.
Se volvió a sentar en su sillón de terciopelo verde, abrió su agenda y mirando la siguiente persona que el tocaba gritó:
-¡Siguiente!
Con una gran sonrisa en el rostro.

Irene.

                                                                         

martes, 26 de junio de 2012

Los sueños que arrastran mañanas. Olivia.

La música martilleante del piso de abajo se hacía menos audible a medida que subía los escalones. Sus tacones de aguja le molestaban demasiado y sus rozaduras eran cada vez más dolorosas, subía apoyada a la barandilla, intentando no hacer presión en el pié izquierdo.
La gente, o lo que quedaba de los que habitaban esos cuerpos que habían dejado de ser ellos mismos, subían y bajaban, el sudor corriendoles por la frente y el cuello. Ella con asco apartó la vista. Tenía que llegar al piso de arriba, con dolor, sin el, con zapatos o...sin ellos. Se quitó de golpe los puñeteros zapatos negros, bonitos, sí pero malditos.
Y subió de una corrida los cinco o seis escalones que le quedaban, sentía como los pies se le pegaban al suelo manchado de... ni lo sabía pero intentó convencerse de que solo era el contenido de algún vaso.
Una sombra se cruzó en su camino, y Olivia paró de golpe.
-¡Eh! Un poco de cuidado, hombre.
Levantó la cabeza. Nunca te esperes algo grande, nunca esperes menos de lo que te puede dar, acéptalo, las cosas pasan y por ello has de dejarlas pasar. Nunca creí que esta frase que escuché fuera verdad, supongo que me equivoqué. La persona que me hacía empujado ya no estaba, había desaparecido en lo que me cuesta decir: ¡Eh! Un poco de cuidado, hombre.
Entra en la primera habitación que se encuentra abierta. Es espaciosa y hay pocos muebles, una cama, un armario más bien pequeño y una mesilla de caoba tallada a mano. Se respira a polvo, pero no al polvo que se acumula por estar tiempo sin usar, si no al polvo que se acumula cuando nadie le ha dado importancia a una habitación, vacía y sin recuerdos ni vida... Olivia creía que las habitaciones escondían secretos, secretos que guardaban, creía que tenían ojos y siempre las habitaciones tenían que pertenecer a alguien porque al fin y al cabo son ellas las que se camuflan en las personalidades de sus propietarios. La suya por ejemplo, era blanca con flores negras y estaba repleta de baúles también blancos y negros en los que guardaba libros y libros...Cuando entrabas podías oler el olor a violetas de su perfume, era el olor de Olivia.
Pero en esa no se olía nada, no había posters, ni fotografías, no había papeles guardados en la mesilla de noche donde estaba escrita la declaración de alguien que nunca lo hizo. La habitación no tiene secretos que guardar y estaba tan desolada que...en el bolsillo interno de su vestido había un trozo de papel y un pequeño boli que le regalaron en el aeropuerto, se los saca y escribe dos líneas, sintiendo que le era infiel a su propio cuarto le pidió perdón y le prometió que también compartiría con su secreto.
"Los secretos que nunca se dicen y que no se pueden escribir por el simple echo de que ni siquiera su autor es capaz de saber que clase de secreto se esconde en él, son esa clase de misterios de uno mismo, los que más miedo me dan."
Lo dobla y lo esconde en una grieta de debajo de la cama.
Abre la ventana y se sube al alfeizar y siente el aire fría de la noche, ere una noche preciosa, el aire también enfría la herida ardiente del talón.
-Puñeteros zapatos...-murmura mientras siente el escozor.
-Oye perdona pero...¿te vas suicidar o algo? es para grabarte si eso.
Su voz sonaba burlona pero el echo de que dos segundos después sacó el móvil le informó de que iba muy enserio.
-No simplemente quería tomar el aire.
Responde sin mucha intención de querer seguir la conversación pero eso es solo porque no a visto siquiera con quién está hablando. No ha visto al chico de pelo negro y ojos azules que la mira con suspicacia, no ha visto que también se ha subido al alfeizar y no ve cuando se le coloca al lado y le pega un susto de muerte que casi le hace caer.
-Imbécil.- Dice temblando del pánico que le ha entrado. Entonces sí que le dirige un mirada.
-Hola, soy Lucas.
-Me da igual quien seas.
-No creo.
-¿Que?
-Que no creo que te dé igual. Creo que voy a cambiarte la vida y que no te vas a arrepentir de ello.

Abre los ojos de golpe. Respira con dificultad y la botella de ginebra que tiene al lado se desdobla hasta convertirse en cuatro. Ha sido un sueño, en realidad un recuerdo, pero que más da. Ahora ya nada importa. Ya nada queda después de la tormenta, ha arrasado con todo. Y las dudas que un día se disiparon han vuelto a aparecer. Eran las nueve de la mañana y se había pasado la noche bebiendo y no para olvidar si no para que como un día que también pensaba que todo estaba perdido él apareció y la salvó pensaba que volvería a hacer lo mismo, pero no.
Se dejó arrastrar por la autocompasión y la debilidad porque ya todo carecía de importancia, ahora las hojas caen por caer y las verdes crecen porque no les queda otro remedio. Arrastró los pies hacía...ni ella sabía donde.

Irene.

Ahora escribo mucho con la misma protagonista. No tiene mucho que ver una historia con otra pero bueno... creo que Olivia todavía le quedan muchas caras que mostrar así que no creo que sea la última vez que hable de ella.


                                                                                  

sábado, 23 de junio de 2012

El orgullo de Olivia.

La noche era abierta, el aire no estaba cargado y se podía respirar sin dificultad. Pero pese a ello Olivia se sentía como en una burbuja, lo que sucedía a su alrededor parecía no importarle, su largo pelo castaño golpeaba su espalda a cada paso. No hacía frío pero ella tiritaba. ¿Que era lo que tanto la atormentaba? Se preguntaba. Pensó que sería que desde el accidente de Lucas, no había salido de casa. Se mantenía escondida, mientras fuera el bullicio seguía su camino sin importar que ella se hubiese detenido.
Esa tarde había decidido salir un rato, aunque solo fueran cinco minutos. Pero la luz la deslumbró tanto que esperó a que se hiciera de noche. Cuando salió pensó que no ocurriría nada, un simple paseo por los alrededores, ni siquiera había mucha gente por las calles. Tres o cuatro personas rezagadas que salían de bares o de puestos de trabajo. Pero a ella le daba igual, miraba el suelo y se preocupaba por lo que había pasado, algo que tenía que superar pero que no podía, no había manera de olvidarse de él.
En el funeral, pensó de verdad que no le afectaría demasiado. Solo se sentaría en uno de los bancos del fondo y escucharía los discursos y los lloros de los demás. Pensó que ya había llorado demasiado y que no le quedaban más lágrimas para derramar. Se equivocaba. En las primeras palabras entrecortadas de alguno de sus amigos de clase, al que ella no conocía, se le formó un nudo en la garganta que no pudo deshacer, el labio le empezó a temblar y en vez de levantarse e irse a llorar sola, se quedó quieta, agarró con fuerza su pañuelo ya malgastado de papel y lo retorció de odio y rabia hacía Lucas. Los chorreones le caían sin cesar y a ella no le molestaban, siempre pensó que era una tontería secarse las lágrimas, puesto que por cada lágrima quitada caían cinco a la vez. ¿Como era posible que la hubiese dejado sola? Él le dijo que nunca lo haría. Pero se mentía a ella misma, porque esas no fueron sus palabras si no que siempre que se sintiera sola lo llamara que iría sin dudarlo.
-Pues ahora esto sola, y no veo que aparezcas.-Murmura para sí dentro de su pequeña burbuja que no deja pasar el aire. Espero impaciente a que la sensación que le producía su presencia cuando estaba cerca volviera. No lo hizo. Pero igualmente levantó la cabeza, él siempre decía que mejor cabeza alta y cuerpo pequeño, que cuerpo grande y cabeza gacha.
Los segundos que sucedieron después no se los esperaba y no tuvo tiempo para prepararse. Así que cayó. Cayó de rodillas en el camino de piedra. Los ojos de Rafa, el mejor amigo de Lucas la había dejado sin aliento. Sus ojos seguían conectados, y cuando ella se derrumbó Rafa no dudó en ir corriendo abrazarla por los hombros.
-No te derrumbes con tanta facilidad Oli, ya pasó. Ya pasó, ¿me oyes?, ya pasó.-Le dice en el oído, pero para ella no es suficiente, lo necesita a él. Necesita que le diga que está penosa tirada en la calle, que por lo menos tenga la decencia de parecer menos desesperada ante su falta. Le hubiera secado las lágrimas y después le hubiese preguntado...
-¿Quieres un helado? Las penas con helado se olvidan.-Dijo Rafa, despertó en ella una sonrisa, a Lucas le encantaba el helado, al odiar el alcohol, él se emborrachaba con helado de Stratachella.
-Le echo de menos Rafa. Era algo único.-Dijo a duras penas Olivia.
-Ya lo sé Oli, por eso has de parar de echarle de menos. Siempre era él que decía que aunque no lo viéramos estaba acechándonos.-Olivia rió, y Rafa siguió-Piensa que está ahí muriéndose de celos porque no puede comerse su helado favorito con nosotros.
Olivia asintió y con ayuda de Rafa se levantó del suelo, se alisa las leves arrugas de la falda y deja que Rafa la guíe hasta la heladería.
Antes de llegar Olivia dirige una rápida mirada hacia atrás. Y atisbó algo, fue muy rápido pero lo vio. Era un recuerdo, de él subiendo la cuesta principal que llega hasta la heladería, con su paso lento y elegante, le sonrió. El recuerdo le sonrió, y supo entonces Olivia que seria la última vez que Lucas le dirigiría una sonrisa, él no las regalaba, había que ganárselas. Y ella se la había ganado, se había enfrentado a su recuerdo, y después de derrumbarse se había levantado. El orgullo hacia si misma le recorrió con un escalofrío.

Irene.

                                                                            

viernes, 22 de junio de 2012

Olivia.

Una taza humeante de café. Una mano que la apretaba con fuerza.
La casa de paredes blancas que según el decorador le transmitiría paz y tranquilidad, no le ha traído más que problemas sin soluciones. La tele está encendida pero no tiene volumen, ahora lo hace con frecuencia, eso de encender la tele y quitarle el sonido.
Para que lo único que se oiga sea la respiración lenta del perro y los rápidos movimientos de las chinchillas en la jaula.
Olivia está harta de la gente. Ella preferiría ser egoísta, pensar solo en ella, escucharse solo a ella, atenderse solo a ella.
Porque se siente vacía. No sabe lo que es luchar, nunca lo ha echo. Añora amar, y nunca ha amado. Añora ser feliz y nunca lo ha sido.
Olivia quiere irse lejos, muy lejos, llegar a un sitio abierto, cualquiera, tumbarse en el suelo con las piernas recogidas y mirando al cielo. En este momento con la taza en sus manos puede sentir la hierba fresca en la espalda.
Mirar el cielo y espirar, sentirse llena, completamente llena, pensaba que el aire llenaría su vacío. Ayer cuando estuvo en clase solo pensaba u deseaba quedarse sola en su pupitre. Sin nada de compañía excepto el runrún de los coches y las aulas abarrotadas. Y mirar por la ventana, las casas de muchos colores.
Solo pensaba en ser alguien, en luchar por algo y en amar algo.
Olivia, es la que se bebió el café, se tumbó en el sillón, subió el volumen y rió, por nada, por todo y por las tonterías que hacían en la tele.

Irene.