*Venga que sí, que os dejo asesinarme por dejar esta historia tan atrasada, pero es que no me puedo sentir obligada a esto, ¿me entendéis verdad? Así que he estado esperando hasta que me viniesen las ganas. Han venido. Y por cierto... Aunque no lo demuestre absolutamente nunca (soy muy mala lo sé), agradezco muchísimo vuestros comentarios, de verdad, sé que no escribiría con tantas ganas sin vosotros. Pero no me alargo mucho en este tema que pronto será el cumpleaños del blog, y ahí sí que me alargaré jajaj. Disfrutad del capítulo 16, os dejo los links de los otros capítulo por aquí: 15. Last Summer, 14. Last Summer, 13. Last Summer, 12. Last Summer, 11. Last Summer, 10. Last Summer, 9. Last Summer, 8. Last Summer, 7. Last Summer, 6. Last Summer, 5. Last Summer, 4. Last Summer, 3. Last Summer, 2. Last Summer, 1. Last Summer.*
No he vuelto a pensar en lo que dejamos atrás. No he vuelto a pensar en lo que podríamos haber hecho sí él no hubiese dicho nada, si él jamás hubiese, resueltamente, alargado el brazo y retirar el velo negro, de luto, de la sardina viuda que llora en el mar, que muere porque sus branquias han dejado de funcionar.
Estaba ahí, en un pueblo sin nombre, no me interesaba, no quería verlo. No es realista y lo sé, pero es que la realidad se difuminaba ahí, en mitad de la calle, donde eramos cuatro chicos, dónde uno lloraba su futuro, otro estrangulaba entrañas, ella esperaba, y yo ahí, con mi alma vacía, y a punto de llenarse, con mis pies hinchados por el viaje, por el pájaro aquel al que recordé rozar los labios de las nubes y el espacio estremecerse por su proximidad. Y el aire imitando al pájaro hace lo mismo con tu brazo, erizando con ese suave roce el bello débil de tu piel, causa satisfacción y una pequeña explosión de éxtasis el enterrar los pies en la arena blanda, el contraste del frío océano con el calor corporal del pequeño cuerpo pensante que es el pie (tiene cerebro).
Otro día recordaría el repiqueteo de guijarros saltando entre nuestros zapatos, otro día rememoraría la desesperación y la devastación, otra predicción del hombre y del tiempo... Vaya... El mundo cambia y solo nos hemos ido 200 kilómetros más lejos.
Distancia, libros... Escribir (operación lenta y complicada, aunque con inspiración todo es más rápido)... Repetir las mismas canciones una y otra vez, coche, árbol, banco, foto, cámara, foto en negro, vídeo cuando debería haber sido foto en el cual lo único que se oye es un: "¡oh!, Pero si estoy graban...".
El cielo eran brochazos al azar de un Da Vinci y Van Gogh,... Era paz y la puerta de la casa de al lado era más naranja del marrón normal.
Y no había nadie. El eco de las hojas caídas, el olor del césped recién cortado... Y no había nadie. Aunque si hubiera habido alguien nada hubiese cambiado, supongo.
Las decisiones que tomamos no deben ser del destino ni siquiera las palabras que elegimos para dirigirnos al mundo, estoy cabreada con él. Todo aquella tarde prometía ser espectacular, pero nadie dijo nada, y los momentos se pasaban y nadie hacía nada, se escapaban entre tus dedos, y nadie movió uno de sus veinte, desaparecían entre las rendijas de las alcantarillas, y nadie corría a por ellos, a por los momentos cari que te olvidas...
Dios, nada sucedía y nos ahogábamos todos en esa nada inmensa. Vacío existencial... Já, no, aburrimiento extremo se le parecía más.
-Bueno,-dije yo- ¿que hacemos?
Se miraban los unos a los otros, me miraban a mi, y yo no miraba a nadie, Nadie ese día debía sentirse muy importante.
- Pues es que no lo sé...-Dijo Rafe. Rafe no sabía lo que hacer, era una novedad. Miré a Alex para ver si decía algo cómo: "Yo voy a pintar un rato, las olas de este lado de la península son más fuertes, creo que es por la posición de aquellas rocas... Sí..."
Pero no abrió la boca, solo se rascó la cabeza y miró al suelo.
- Carol, dime que a ti se te ocurre algo.
-Pues la verdad es que lo único que me apetece es dormir...- Miró una mosca que pasaba, yo también la miré, era el único ser vivo que se movía desde que habíamos llegado, una mosca, podríamos haberle preguntado la hora, madre que pensamientos se me cruzaban por la mente, ¿ves? Eso pasa por aburrirte, si no te aburrieras no pensarías en tonterías y te centrarías en hacer algo. Pero es que era tan divertido estar en mi mente... NO. ¡Vamos a hacer algo sí o sí, mechachis!
- Vale, genial, tengo una idea.
Me miraron expectantes, menos Carol que era entendible porque tenía sueño y miraba un banco del parque que tenía muy buena pinta.
- ¿Y sí... ?
-¿Quienes sois?- Una voz. Una voz extraña que parecía molesta nos hablaba. Y me había interrumpido. Estaba detrás de mí, sentía su presencia, su proximidad... y ya. Mis amigos miraban al ser situado detrás de mi de manera indiferente, menos Carol que seguía mirando el banco... Pobre chica...
Cuando me dí la vuelta Él estaba allí, y madre mía. Era ÉL.
- Alguien. Y hace un rato éramos Nadie, podríamos haber seguido siendo Nadie, pero apareciste.-¿estaba enfadada? ¿Por qué estaba enfadada? ¿Hola? ¿Mi parte borde y antipática salió a pasear? Pues que entre en casa pronto que este chico no le ha hecho nada...
- Vale, lo siento, solo que me sorprendió que un domingo estuvieseis aquí y eso... No suele haber mucha gente los Domingos.
Era alto, tenía los hombros anchos, unos ojos castaños muy bonitos que te miraban muy fijamente, me recordó a la Señora Hays, cómo si quisieran entrar en ti, quitartelo todo e irse. Porque la gente que te mira de esa manera a los ojos no huye, se va.
Su larga cabellera era caoba y la tenía recogida en una coleta. Nunca me habían gustado los chicos con el pelo largo. Pero este tenía algo... No sé.
- Ya, es que nuestra salida ha sido un apresurada.
- ¿Por qué?
- No sé, Alex quería pintar el mar desde otra perspectiva, desde otro faro. ¿Hay un faro en este pueblo?
- Lo había pero cómo no funcionaba lo derribaron y ahora es un montón de piedras. Pero hay un puente.
Se encogió de hombros.
- Soy Sebastián, por cierto. Pero todo el mundo me llama Sebas.
- Yo soy Alicia, y hay gente que me llama Al, pero no me gusta, es más, lo detesto. Este es Rafe- Cuando señalé a Rafe vi que no estaba muy contento de tener un nuevo amigo, algo raro, muyyy raro-. El chico rubio es...
- Perdona, ¿es un diminutivo o tu nombre real es ese?- Le preguntó a Rafe.
- Es así. En mi DNI pone Rafael, pero me sonaba demasiado maduro, no sé, cómo Pelayo, no me gusta ese nombre prefiero más... Pelayín, por ejemplo.
Había respondido de manera tranquila y bastante indiferente por su parte. Por la mía no sabía que se llamase Rafael...
Sebas se rió y yo seguí con las presentaciones:
- Bueno el chico rubio es Alex y ella es Carol.
- Todo el mundo tiene diminutivos menos tú.
- Sí, muy agudo. - Me tapé la boca con la mente, ¿pero por qué me comportaba así? Yo no era así, no era maja pero tampoco contestaba de esa manera como si estuviera a la defensiva.
- Entonces nos vas a decir por donde se va a ese puente.- Dijo Alex de manera desconfiada. ¡Oh! Genial... La habíamos tomado todos con el chico... ¡¡Pero sí no había dicho ni hecho nada malooo!!
Mientras caminábamos siguiendo a Sebas que nos había pedido que si podía acompañarnos, yo pensaba en la gente rota.
¿Sabes todas esas películas y esos libros hablando de gente deshecha? Yo pensaba que era ficción... Que no existía esa gente, que era solo para darle profundidad al personaje... Ya... Claro... Resulta que yo era un buen ejemplo. Que yo era cómo uno de esos personajes, los que fingían por el bien común decían, los que no permitían que nadie se enamorara de ellos, porque afirmaban que de ellos no se enamoraba nadie, demasiados personajes, caras, pensamientos... Demasiado complicada para dejar que nadie entrara en los chanchullos de un alma vacía, como el paisaje de este domingo, ni con este rompecabezas por destino... No... Ni con este miedo al miedo y a perder... No. A defraudar a que los demás esperen de ti más de lo que esperas tú misma.
No... No era bueno para nadie, pero la putrefacción de los sentimientos va por dentro, su procesión lenta... Los pies descalzos de todas aquellas cosas y momentos que pasaste de largo que nunca te ocurrieron cuando a otros les pasaba continuamente... A todas las besaban, y a Alicia Harrison, la que no le gustaba que le llamasen Al, y que tenía la expresión de una vieja amargada, la que decía que le daba asco el amor, a ella solo le quedaba aceptar, aceptar, aceptó tanto, que al final dejó de creer que algún día se revelaría contra todo. Contra el puente, contra las piedras viejas del faro, contra las malas palabras que le habíamos dirigido a Sebas, al que a lo mejor le pasaba lo mismo que a mí... Era demasiado raro y especial, demasiado roto, cómo para que los demás lo amasen.
Porque quizás algún día me levante y no sea yo...por un quizás imposible, por todas las ilusiones que se estrellaron. Lee y compréndeme, como muchos han intentado, pero ninguno ha conseguido.
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lunes, 21 de octubre de 2013
16. Last Summer
lunes, 24 de junio de 2013
15. Last Summer
-Quiero caer.
-¿Que quieres qué?
-Caer.
Sonrió. Se acomodó en el asiento de felpa rojo. Apoyó su mejilla caliente en el cristal frío del tren, manteniéndose en el límite de la costa.
Y yo dije:
-Sí. Caer, ¿sabes? Llega un momento en la vida en la que te encuentras con la palabra asertividad, primero no sabes lo que es... Te suena raro. Luego te paras a pensar y lo buscas en Google, y te das cuenta que asertividad es aquella sensación a la que no conseguías ponerle nombre. Dice: Ser honesto, directo y apropiado, y tú que has sido inapropiada toda tu vida decides dejar de pensar y lo haces, decides caer, quieres hacerlo. Para explicar lo que me llevó a correr como loca por medio pueblo hace falta imaginarme en el filo de un acantilado,-señalo el mar con el dedo, tenía razón, el cristal estaba frío-, estoy allí, mirando el agua cortarse las venas contra las rocas afiladas que decoran la pared. Piensas que tus padres te ignoran, que la cara de tu padre es una sombra entre otras recortada por la luz de tu habitación, que la señora Hays no le afectó mucho mi marcha, a lo mejor lo sabía, que me iría digo, o a lo mejor solo estaba desando que me fuera para relajarse después de su viaje.
Quiero tirarme, quiero romperme las venas contra las rocas afiladas que decoran la pared, estás muerta, te han enseñado a estarlo: 'No grites', 'No hables', 'No estás en el lugar apropiado para un niño, así que como si no estuvieras, ¿entendido?', 'Tu opinión no le importa a nadie, baja la cabeza y desaparece'... Sus voces suenan frías, y el mar también tendría que estar frío, si pudiese tirarme y averiguarlo...-exhalo como si de verdad me faltara el aire, y me pregunto si no estaria dramatizando demasiado- luego... Luego me revelo contra todo y decido vivir. Dime Rafe... ¿Debería haberme tirado? ¿No hubiese sido más fácil?
Alex y Carol, después de haber llamado a sus padres, se han dormido en sus respectivos asientos y Rafe y yo disfrutábamos del silencio hasta que he decidido contar lo que siento, vaya, no me siento mejor después de haberlo hecho.
-Hubiese sido más fácil, pero entonces no hubiese merecido la pena nada de esto ¿no crees?
-No te entiendo Rafe...-Arrugo el entrecejo y restriego las sienes, vaya, sigo sin sentirme mejor, incluso creo haberme mareado un poco, a lo mejor es el viaje, ya me avisaron que los trenes mareaban algo.
-Nada de esto me refiero a que tu madre pasó doce horas de parto para nada, que mi tía me dijo que te reviviera del aburrimiento y te devolviera la ilusión, todo el esfuerzo que puse para ello, no hubiese servido para nada, y me lo debes, ¡me debes el, por lo menos, la satisfacción de saber que he hecho algo bueno en este mundo!, todo el dinero que me he gastado en estos billetes... Todo, ¿para qué? Para que vayas por el camino fácil y te tires a un acantilado, el cual te has imaginado para explicarme por qué has salido corriendo de casa con un maleta vacía, que por cierto menuda estupidez, por lo menos una botellita de agua digo yo. ¡Que casi no le das tiempo a mi tía a llamarme para comprar los billetes! Y entonces toda la magia del momento se hubiese esfumado... ¿Todo para que al final decidas romper tus preciosas venas contras unas rocas afiladas? Tía, podrías haberlo dicho antes y no nos hubiésemos esforzado tanto.
Hace una mirada respectiva, con sus ojos verdes, hacía fuera y luego me mira. Con la boca abierta le llego a responder:
-Acabas de mandar a la mierda todo ese esfuerzo, pensaba que había sido casualidad, cosa del destino y eso, ahora resulta que lo sabías...¿Cómo sabes las horas de parto que tuvo mi madre?
- Me lo he inventado. ¿Sigues queriendo suicidarte?
-Si me dices que en realidad no eres un mago, ni Robin Hood, sí.
-Pues no te lo digo...
-¡¡Rafeee!!
Ninguno sabía a dónde nos diríamos, ninguno quiso averiguarlo tampoco. Allí estábamos todos, en mitad de un verano, entre otros. Los veranos siempre huelen a promesas aunque al final ninguna se cumpla o solo se cumplan las pasadas, pero siempre huelen a eso. A viajar, a desaparecer, quizás si no existiera el verano, el invierno no significaría volver a casa, porque nunca te hubieses ido. Tienes que irte para volver, madurar. Nosotros solo queríamos volar, no se, queríamos algo, lo que fuera, con tantas ganas que podríamos haber parado el tren con solo el grito de: "¡Aquiiiii!" Señalando una planicie de arena en mitad de ninguna parte. Porque, todos y cada uno de nosotros teníamos miedo. Yo a morir de esa manera lenta, Rafe a no tener tiempo, Carol... Carol a ser inútil, y Alex a no conseguir nunca, nunca, acabar su cuadro.
Éramos los que huyen, los que escapan, pero dentro de ese tren, solos, sin nadie que nos dijera el cómo, no podía, no, no podía no, no cabía el miedo. Y así estábamos bien, así, parecía que podíamos soñar sin rencores, y sin nostalgias melancólicas que hieren la mente.
Acabamos en otro pueblo, uno que no me acuerdo ahora cómo se llamaba, cuando venga Alex se lo preguntaré. ¿Sabeís? El día que bajamos del tren en aquel pueblo que se tenía en pie solo porque no soplaba muy fuerte el viento, fue dónde me dieron mi primer beso. Pero, shhh... Eso en el próximo capítulo, jé.
*Esto no tiene nada que ver con la historia pero me apetecía ponerlo. El sábado fue la especie de orla rara que organizó mi clase por acabar 4ºESO, y cómo unos harán un ciclo, y otros se irán a letras (cómo yo) pues decidieron hacerlo. Una de las canciones más horrorosas que sonó fue esta: Dele compadre. La gracia de todo esto es que, aún siendo la típica música de verbena, la estuve bailando y tarareando durante toda la noche. Me averguenzo de mi misma...
Y bueno, esta otra también, que no sonó en la cena pero que cuando estaba viendo un capítulo de True Blood sonó y me gustó, es algo rara, pero bueno me mola: Massive Attack
-¿Que quieres qué?
-Caer.
Sonrió. Se acomodó en el asiento de felpa rojo. Apoyó su mejilla caliente en el cristal frío del tren, manteniéndose en el límite de la costa.
Y yo dije:
-Sí. Caer, ¿sabes? Llega un momento en la vida en la que te encuentras con la palabra asertividad, primero no sabes lo que es... Te suena raro. Luego te paras a pensar y lo buscas en Google, y te das cuenta que asertividad es aquella sensación a la que no conseguías ponerle nombre. Dice: Ser honesto, directo y apropiado, y tú que has sido inapropiada toda tu vida decides dejar de pensar y lo haces, decides caer, quieres hacerlo. Para explicar lo que me llevó a correr como loca por medio pueblo hace falta imaginarme en el filo de un acantilado,-señalo el mar con el dedo, tenía razón, el cristal estaba frío-, estoy allí, mirando el agua cortarse las venas contra las rocas afiladas que decoran la pared. Piensas que tus padres te ignoran, que la cara de tu padre es una sombra entre otras recortada por la luz de tu habitación, que la señora Hays no le afectó mucho mi marcha, a lo mejor lo sabía, que me iría digo, o a lo mejor solo estaba desando que me fuera para relajarse después de su viaje.
Quiero tirarme, quiero romperme las venas contra las rocas afiladas que decoran la pared, estás muerta, te han enseñado a estarlo: 'No grites', 'No hables', 'No estás en el lugar apropiado para un niño, así que como si no estuvieras, ¿entendido?', 'Tu opinión no le importa a nadie, baja la cabeza y desaparece'... Sus voces suenan frías, y el mar también tendría que estar frío, si pudiese tirarme y averiguarlo...-exhalo como si de verdad me faltara el aire, y me pregunto si no estaria dramatizando demasiado- luego... Luego me revelo contra todo y decido vivir. Dime Rafe... ¿Debería haberme tirado? ¿No hubiese sido más fácil?
Alex y Carol, después de haber llamado a sus padres, se han dormido en sus respectivos asientos y Rafe y yo disfrutábamos del silencio hasta que he decidido contar lo que siento, vaya, no me siento mejor después de haberlo hecho.
-Hubiese sido más fácil, pero entonces no hubiese merecido la pena nada de esto ¿no crees?
-No te entiendo Rafe...-Arrugo el entrecejo y restriego las sienes, vaya, sigo sin sentirme mejor, incluso creo haberme mareado un poco, a lo mejor es el viaje, ya me avisaron que los trenes mareaban algo.
-Nada de esto me refiero a que tu madre pasó doce horas de parto para nada, que mi tía me dijo que te reviviera del aburrimiento y te devolviera la ilusión, todo el esfuerzo que puse para ello, no hubiese servido para nada, y me lo debes, ¡me debes el, por lo menos, la satisfacción de saber que he hecho algo bueno en este mundo!, todo el dinero que me he gastado en estos billetes... Todo, ¿para qué? Para que vayas por el camino fácil y te tires a un acantilado, el cual te has imaginado para explicarme por qué has salido corriendo de casa con un maleta vacía, que por cierto menuda estupidez, por lo menos una botellita de agua digo yo. ¡Que casi no le das tiempo a mi tía a llamarme para comprar los billetes! Y entonces toda la magia del momento se hubiese esfumado... ¿Todo para que al final decidas romper tus preciosas venas contras unas rocas afiladas? Tía, podrías haberlo dicho antes y no nos hubiésemos esforzado tanto.
Hace una mirada respectiva, con sus ojos verdes, hacía fuera y luego me mira. Con la boca abierta le llego a responder:
-Acabas de mandar a la mierda todo ese esfuerzo, pensaba que había sido casualidad, cosa del destino y eso, ahora resulta que lo sabías...¿Cómo sabes las horas de parto que tuvo mi madre?
- Me lo he inventado. ¿Sigues queriendo suicidarte?
-Si me dices que en realidad no eres un mago, ni Robin Hood, sí.
-Pues no te lo digo...
-¡¡Rafeee!!
Ninguno sabía a dónde nos diríamos, ninguno quiso averiguarlo tampoco. Allí estábamos todos, en mitad de un verano, entre otros. Los veranos siempre huelen a promesas aunque al final ninguna se cumpla o solo se cumplan las pasadas, pero siempre huelen a eso. A viajar, a desaparecer, quizás si no existiera el verano, el invierno no significaría volver a casa, porque nunca te hubieses ido. Tienes que irte para volver, madurar. Nosotros solo queríamos volar, no se, queríamos algo, lo que fuera, con tantas ganas que podríamos haber parado el tren con solo el grito de: "¡Aquiiiii!" Señalando una planicie de arena en mitad de ninguna parte. Porque, todos y cada uno de nosotros teníamos miedo. Yo a morir de esa manera lenta, Rafe a no tener tiempo, Carol... Carol a ser inútil, y Alex a no conseguir nunca, nunca, acabar su cuadro.
Éramos los que huyen, los que escapan, pero dentro de ese tren, solos, sin nadie que nos dijera el cómo, no podía, no, no podía no, no cabía el miedo. Y así estábamos bien, así, parecía que podíamos soñar sin rencores, y sin nostalgias melancólicas que hieren la mente.
Acabamos en otro pueblo, uno que no me acuerdo ahora cómo se llamaba, cuando venga Alex se lo preguntaré. ¿Sabeís? El día que bajamos del tren en aquel pueblo que se tenía en pie solo porque no soplaba muy fuerte el viento, fue dónde me dieron mi primer beso. Pero, shhh... Eso en el próximo capítulo, jé.
*Esto no tiene nada que ver con la historia pero me apetecía ponerlo. El sábado fue la especie de orla rara que organizó mi clase por acabar 4ºESO, y cómo unos harán un ciclo, y otros se irán a letras (cómo yo) pues decidieron hacerlo. Una de las canciones más horrorosas que sonó fue esta: Dele compadre. La gracia de todo esto es que, aún siendo la típica música de verbena, la estuve bailando y tarareando durante toda la noche. Me averguenzo de mi misma...
Y bueno, esta otra también, que no sonó en la cena pero que cuando estaba viendo un capítulo de True Blood sonó y me gustó, es algo rara, pero bueno me mola: Massive Attack
"Dele compadre dele, que son pasteles
y eso es lo que la gata quiere más"
¡Toma ya!
martes, 14 de mayo de 2013
14. Last Summer.
Ella cantaba muy, muy mal. Pero eso lo escondía tras el sonido de su risa, porque si aprendió a hacer algo fue a reír, y eso lo hacía muy bien. Aprendió, luego, a contar el tiempo, a pensarlo y a desafiarlo, a un ahora muerto en el antes y un después existente solo en la realidad paralela.
Ella se llamaba Alicia Harrison, y se describió así misma, una mañana calurosa (otra de tantas) en tercera persona, porque en primera no le salían las palabras y en segunda... Tampoco.
Pronto Alicia se fue convirtiendo en Al, y mientras ella jugaba, contaba, y susurra al tiempo, este jugaba, corría y gritaba a un ritmo diferente.
Todo volvió a ser igual que antes de que Rafe se ausentara, menos el corazón de la señora Hays. Yo siempre había pensado en ella, como algo molesto que estaba allí, cosiendo, cocinando, barriendo, o hablando sin parar, así que era algo así como los días; se sucedían unos a otros pero estaban ahí aunque muchas veces no pensaras en ellos, mirabas en el calendario y respirabas tranquila, el Martes iba después del Lunes.
La mañana en que me enteré de que la señora Hays tomaba pastillas para el corazón, fue como si los Viernes se hubiesen extinguido; una azul redonda, otra blanca alargada y gruesa... Pensé que ya nada sería igual, que tomaba pastillas para que su corazón no sufriera, y también para recordarse así misma que ahora era el tiempo el que jugaba con ella.
Subí corriendo las escaleras y me encerré en mi habitación, parecerá una locura pero cerré los ojos y me concentré en escuchar los latidos acelerados de mi corazón, desee que si se parase fuera por una buena razón, y que si lo iba a hacer que lo hiciera para siempre, para no tener que recordar que hubo un tiempo en el que bombeaba como y cuanto quería, que yo controlaba.
Se me ocurrió escribir, justo como estoy haciendo ahora, la historia de cuando mi corazón palpitó y supe que estaba viva, y empecé con un; Ella cantaba muy, muy mal...
Suceden a veces situaciones que uno jamás piensa que recordará, porque son demasiado intrascendentes, demasiado comunes y rutinarias, y son esas las que producen cometer las mayores locuras.
Ese día solo pensaba en hacer de mi corazón algo más que un simple músculo que te mantiene viva y en cuerpo presente, para convertirlo en la razón de estar aquí.
Cogí una pequeña mochila y no metí nada.
Bajé las escaleras sin mirar siquiera si pisaba el suelo o no, cuando llegué a la cocina no miré a la señora Hays ni a sus pastillas, y solo grité: ¡Me voy! Volveré cuando todos bombeos que se produzcan en mi pecho sean realmente míos y no del tiempo.
No escuché respuesta, pero si hago un esfuerzo por imaginármela, seguramente sería esta: Entonces no te espero para cenar.
Nunca me había sentido tan yo, recorriendo todas las calles del pueblo, ¿recorriendo? Si casi parecía que corría la maratón, e iba la primera, te lo aseguro.
Al primero que encontré fue a Alex, el cual tan tranquilo como siempre compraba nuevas pinturas azules, para su mar infinito, al principio no me creyó, pero luego corría tanto como yo o más.
Luego a Carol, a la cual no hacía falta convencer de nada, correría lo que hiciera falta (llevaba una camiseta de GreenPeace)
Y por último a un Rafe con gorra verde, gafas de sol negras y cuatro billetes de tren en la mano:
-¿Qué? ¿A dónde nos lleve el mar de Alex?

Ella se llamaba Alicia Harrison, y se describió así misma, una mañana calurosa (otra de tantas) en tercera persona, porque en primera no le salían las palabras y en segunda... Tampoco.
Pronto Alicia se fue convirtiendo en Al, y mientras ella jugaba, contaba, y susurra al tiempo, este jugaba, corría y gritaba a un ritmo diferente.
Todo volvió a ser igual que antes de que Rafe se ausentara, menos el corazón de la señora Hays. Yo siempre había pensado en ella, como algo molesto que estaba allí, cosiendo, cocinando, barriendo, o hablando sin parar, así que era algo así como los días; se sucedían unos a otros pero estaban ahí aunque muchas veces no pensaras en ellos, mirabas en el calendario y respirabas tranquila, el Martes iba después del Lunes.
La mañana en que me enteré de que la señora Hays tomaba pastillas para el corazón, fue como si los Viernes se hubiesen extinguido; una azul redonda, otra blanca alargada y gruesa... Pensé que ya nada sería igual, que tomaba pastillas para que su corazón no sufriera, y también para recordarse así misma que ahora era el tiempo el que jugaba con ella.
Subí corriendo las escaleras y me encerré en mi habitación, parecerá una locura pero cerré los ojos y me concentré en escuchar los latidos acelerados de mi corazón, desee que si se parase fuera por una buena razón, y que si lo iba a hacer que lo hiciera para siempre, para no tener que recordar que hubo un tiempo en el que bombeaba como y cuanto quería, que yo controlaba.
Se me ocurrió escribir, justo como estoy haciendo ahora, la historia de cuando mi corazón palpitó y supe que estaba viva, y empecé con un; Ella cantaba muy, muy mal...
Suceden a veces situaciones que uno jamás piensa que recordará, porque son demasiado intrascendentes, demasiado comunes y rutinarias, y son esas las que producen cometer las mayores locuras.
Ese día solo pensaba en hacer de mi corazón algo más que un simple músculo que te mantiene viva y en cuerpo presente, para convertirlo en la razón de estar aquí.
Cogí una pequeña mochila y no metí nada.
Bajé las escaleras sin mirar siquiera si pisaba el suelo o no, cuando llegué a la cocina no miré a la señora Hays ni a sus pastillas, y solo grité: ¡Me voy! Volveré cuando todos bombeos que se produzcan en mi pecho sean realmente míos y no del tiempo.
No escuché respuesta, pero si hago un esfuerzo por imaginármela, seguramente sería esta: Entonces no te espero para cenar.
Nunca me había sentido tan yo, recorriendo todas las calles del pueblo, ¿recorriendo? Si casi parecía que corría la maratón, e iba la primera, te lo aseguro.
Al primero que encontré fue a Alex, el cual tan tranquilo como siempre compraba nuevas pinturas azules, para su mar infinito, al principio no me creyó, pero luego corría tanto como yo o más.
Luego a Carol, a la cual no hacía falta convencer de nada, correría lo que hiciera falta (llevaba una camiseta de GreenPeace)
Y por último a un Rafe con gorra verde, gafas de sol negras y cuatro billetes de tren en la mano:
-¿Qué? ¿A dónde nos lleve el mar de Alex?
jueves, 11 de abril de 2013
13. Last Summer.
Voy a situarme, mientras rememoro, en el momento exacto en el que entendí algo que pensaba que ya sabía.
Rafe apareció de la nada, un miércoles, podría haber vuelto un jueves, pero volvió un miércoles. Yo no lo sabía, no sabía que él se encontraba en el mismo pueblo que yo, viendo el mismo mar, los mismos árboles y escuchando la misma risa relajada de su tía. Yo no lo sabía, porque él no me dijo hola hasta el viernes.
Digamos entre el miércoles y el viernes yo no pensé en nada que no fuera que por fin me había librado de las preguntas de Strudel, que la señora Hays ya había vuelto y todo estaba donde tenía que estar... Menos Rafe creía yo.
Pero ahora, después de tres años y medio, me he dado cuenta del porqué Rafe no dijo nada de su llegada, porqué se quedó dos días a la sombra de su querido bosque.
Ya lo sé...
Rafe había estado en la ciudad pero eso tampoco lo sabía, ni lo supe hasta tiempo después, en la última semana del verano para ser exactos. Rafe estaba muerto de miedo.Y es el miedo más atroz que puede soportar alguien como él, o como nosotros, o como todos. Miedo a haberse perdido así mismo, su carácter, sorprendente, original y dinámico. Miedo de haber perdido sus pensamientos, de que los altos edificios de la ciudad se hubieran tragado su sonrisa, su alma inconformista y atropellado a su corazón rebosante de magia, pues él que normalmente tenía las manos preparadas para hacer trucos, el humo de los cigarros, el ruido de la baja autoestima de una ciudad demasiado grande, había hecho que las escondiera, no fuera a ser que el ácido de sus sangrantes corazones quemara sus palmas.
Miedo de no volver a crear de la misma manera que creaba antes de irse, donde había estado no había trabajado demasiado la imaginación, y temía que ahora estuviese atrofiada.
Quizás creía no volver a ser el My Lord de Al y de Carol...
Es ese tipo de miedo a convertirte en otro más, y no ser Rafe sino Rafael.
Haberme dado cuenta ahora, es algo que me avergüenza, porque podría haber preguntado por él a la señora Hays, podría no solo preocuparme por mi y por unos sentimientos caprichosos sino de alguien que asustado se escondía en las madrigueras de los conejos, mirando a las nubes cambiar de forma pensando en que si te pierdes a ti mismo, si dejas que algo te transforme... ¿En que te conviertes? ¿En una imagen de ti mismo?¿O en una sombra de lo que fuiste? Pero el mayor miedo de él era convertirse en nada.
(Ahora poned esta canción mientras leis lo siguiente: Click)
Él describía el no ser nada como cuando ves el sol a través de un telescopio; al principio parece ser tan grande, te han contado tantas cosas sobre el y después es tan pequeño como la lente que lo refleja en tu ojo. Cuando lo vio pensó que era exactamente igual que como le habían dicho que era, con esas fuentes de gases, con eso pelos que de deshacen en mitad del espacio, con puntos negros, que nunca supo que eran exactamente, con cuatro burbujitas pegadas unas a otras, como el dibujo gráfico de los átomos, con sus electrones y protones revoloteando alrededor. Lo ves así, crees que es bonito, pero cuando te quitas y te das cuenta que la tierra va muy deprisa que en dos minutos veías el sol ocupándote toda visión de repente es como una media luna. Y quieres saber como es tocarlo, que estás a punto de alargar el brazo al vacío de tu derecha pensado que está ahí, que está ahí. Pero no hay nada y no sientes su calor. Quieres tocarlo, y no puedes, nunca podrás, y ese es el momento desolador, en el que la tierra que te mantiene en pie te arrastra al vacío de su universo a oscuras. El infinito parece no existir comparado con tu deseo que querer tocar a esa gran estrella, verla, quizás olerla. La desesperación, la frustración de no poder hacerlo y de mantenerte quieto, muy quieto, pensando en que ya te moverá el planeta, que tu estás cansado. La nada.
Era una definición muy larga y complicada de entender, por eso yo no intenté si quiera comprenderlo, solo lo miraba. Porque sí, él no me dijo donde había estado ni que había hecho pero sí que tenía miedo pero yo no sabía de qué, me contó que de la nada y aun así, yo tan poco empática como era entonces, no lo entendí. Me miraba implorando una respuesta que le convenciera de que eran tonterías suyas, de que él, seguiría siendo él.
(Por si sentís curiosidad eso del sol, me ha pasado a mi hoy mismo, he ido de excursión al observatorio y hemos podido ver el sol y los infrarrojos a través de una pequeña lámina transparente, ha sido interesante, estar dentro del telescopio y eso. Peor lo del sol, verlo tan insignificante... Me apetecía verlo una y otra vez, entendí la pasión de los astrofísicos)
Rafe apareció de la nada, un miércoles, podría haber vuelto un jueves, pero volvió un miércoles. Yo no lo sabía, no sabía que él se encontraba en el mismo pueblo que yo, viendo el mismo mar, los mismos árboles y escuchando la misma risa relajada de su tía. Yo no lo sabía, porque él no me dijo hola hasta el viernes.
Digamos entre el miércoles y el viernes yo no pensé en nada que no fuera que por fin me había librado de las preguntas de Strudel, que la señora Hays ya había vuelto y todo estaba donde tenía que estar... Menos Rafe creía yo.
Pero ahora, después de tres años y medio, me he dado cuenta del porqué Rafe no dijo nada de su llegada, porqué se quedó dos días a la sombra de su querido bosque.
Ya lo sé...
Rafe había estado en la ciudad pero eso tampoco lo sabía, ni lo supe hasta tiempo después, en la última semana del verano para ser exactos. Rafe estaba muerto de miedo.Y es el miedo más atroz que puede soportar alguien como él, o como nosotros, o como todos. Miedo a haberse perdido así mismo, su carácter, sorprendente, original y dinámico. Miedo de haber perdido sus pensamientos, de que los altos edificios de la ciudad se hubieran tragado su sonrisa, su alma inconformista y atropellado a su corazón rebosante de magia, pues él que normalmente tenía las manos preparadas para hacer trucos, el humo de los cigarros, el ruido de la baja autoestima de una ciudad demasiado grande, había hecho que las escondiera, no fuera a ser que el ácido de sus sangrantes corazones quemara sus palmas.
Miedo de no volver a crear de la misma manera que creaba antes de irse, donde había estado no había trabajado demasiado la imaginación, y temía que ahora estuviese atrofiada.
Quizás creía no volver a ser el My Lord de Al y de Carol...
Es ese tipo de miedo a convertirte en otro más, y no ser Rafe sino Rafael.
Haberme dado cuenta ahora, es algo que me avergüenza, porque podría haber preguntado por él a la señora Hays, podría no solo preocuparme por mi y por unos sentimientos caprichosos sino de alguien que asustado se escondía en las madrigueras de los conejos, mirando a las nubes cambiar de forma pensando en que si te pierdes a ti mismo, si dejas que algo te transforme... ¿En que te conviertes? ¿En una imagen de ti mismo?¿O en una sombra de lo que fuiste? Pero el mayor miedo de él era convertirse en nada.
(Ahora poned esta canción mientras leis lo siguiente: Click)
Él describía el no ser nada como cuando ves el sol a través de un telescopio; al principio parece ser tan grande, te han contado tantas cosas sobre el y después es tan pequeño como la lente que lo refleja en tu ojo. Cuando lo vio pensó que era exactamente igual que como le habían dicho que era, con esas fuentes de gases, con eso pelos que de deshacen en mitad del espacio, con puntos negros, que nunca supo que eran exactamente, con cuatro burbujitas pegadas unas a otras, como el dibujo gráfico de los átomos, con sus electrones y protones revoloteando alrededor. Lo ves así, crees que es bonito, pero cuando te quitas y te das cuenta que la tierra va muy deprisa que en dos minutos veías el sol ocupándote toda visión de repente es como una media luna. Y quieres saber como es tocarlo, que estás a punto de alargar el brazo al vacío de tu derecha pensado que está ahí, que está ahí. Pero no hay nada y no sientes su calor. Quieres tocarlo, y no puedes, nunca podrás, y ese es el momento desolador, en el que la tierra que te mantiene en pie te arrastra al vacío de su universo a oscuras. El infinito parece no existir comparado con tu deseo que querer tocar a esa gran estrella, verla, quizás olerla. La desesperación, la frustración de no poder hacerlo y de mantenerte quieto, muy quieto, pensando en que ya te moverá el planeta, que tu estás cansado. La nada.
Era una definición muy larga y complicada de entender, por eso yo no intenté si quiera comprenderlo, solo lo miraba. Porque sí, él no me dijo donde había estado ni que había hecho pero sí que tenía miedo pero yo no sabía de qué, me contó que de la nada y aun así, yo tan poco empática como era entonces, no lo entendí. Me miraba implorando una respuesta que le convenciera de que eran tonterías suyas, de que él, seguiría siendo él.
(Por si sentís curiosidad eso del sol, me ha pasado a mi hoy mismo, he ido de excursión al observatorio y hemos podido ver el sol y los infrarrojos a través de una pequeña lámina transparente, ha sido interesante, estar dentro del telescopio y eso. Peor lo del sol, verlo tan insignificante... Me apetecía verlo una y otra vez, entendí la pasión de los astrofísicos)
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miércoles, 3 de abril de 2013
12. Last Summer.
Hacía dos semanas que Rafe no aparecía. Dos semanas. Que se dicen pronto y se paran todavía más pronto; he estado dando vueltas, sin parar, porque no tenía razón por la cual dejar de rodar.
Alex... Alguien del que me gustaba fantasear... Me imaginaba conversaciones que nunca sucedieron, pensaba que me estaba volviendo loca, echaba de menos a Rafe pero de él no me acordaba cuando estaba con Alex.
Con Carol fui a montar a una escuela hípica que estaba en la otra punta del pueblo, pero todos eran muy bonitos, y ¡que ojos tan grandes tenían!
Solo me entretuve pensando en los ojos verdes de mi amigo ese lunes después de dos semanas. La señora Hays les pidió a mis padres dos días para ir a la ciudad, yo no quería que se fuera, pero triste me dijo que tenía que hacerlo. El deber tira más que el corazón, es triste pero dicen, algunos pobres, que es lo correcto.
Entonces vino, alguien que a mi me gustaba llamarla Strudel, ella era gruesa, con el pelo caoba, y unos ojos almendrados que pegaban a la perfección con el color de su pelo. Tenía una voz muy suave, y era muy preguntona, algo que me sacaba de quicio, si hubiese sido la señora Hays no me hubiese importado, pero era Strudel y no me gustaba que me preguntara lo que me preguntó:
-Señorita Alicia, ¿está usted triste?
-¿Porqué pregunta eso?
-Bueno,...-aquí dudo un poco, quizás no sabía como explicarlo o que no quisiera hacerlo, que solo lo hubiese preguntado porque era muy cotilla y se inmiscuía en cosas sin importancia como el estado anímico de la niña a la que cuidaba.-La señora Hays me dijo... Que salías con tus amigos siempre y que te dejara salir cuando quisiera. Y no ha salido.
-Bueno ¿y qué? Hoy no me apetece.
-Deje que lo dude.
-¡Estoy perfectamente me oye!
Estábamos en la cocina, preparaba la cena, era su primer día y ya se movía como si fuera su propia casa, conocía todos los recovecos. Con mi grito los botes de cristal tintinearon.
-Tampoco se ponga así. ¿Es que acaso no le ha dicho te quiero ese chico rubio que vía cuando llegué anoche?
La pregunta no tenía ni pies ni cabeza, Alex me había acompañado a casa justo cuando el taxi de Strudel llegaba, ¿pero lo de decirme te quiero? Como si esta mujer nos conociera a Alex o a mi de toda la vida... ¿Te quiero? Que tontería es esa.
-Pues no, no me lo ha dicho, pero es que tampoco tendría porqué decírmelo.
-¿Y no le gustaría?
-Pues no. Son solo mentiras ¿sabe?, todo eso de; escapémonos juntos, dejemoslo todo por un impulso, creamos en los que nos digo el hombre del observatorio... polvo de estrellas, dijo que eso estaba demostrado, y todos nos lo creímos. Todo eso suena demasiado a Rafe, Rafe es el sobrino de la señora Hays, y él dice que todos podemos huir de cualquier cosa menos de nosotros mismos, que para eso habrá saltar desde el faro tres veces por lo menos. Es un mago, un mago... Pero nadie lo sabe excepto yo. Y le echo de menos, peor no lo he recordado ni una sola vez, ¿sabe porque ? Porque cuando él está cerca los te quiero y todo lo que he dicho antes no suena a mentira sino a verdad, y eso duele, cuando desaparece creo que la parte de mi que tiene ganas de vivir. Esa parte que quiere a sus padres, porque al fin y al cabo son sus padres, esa parte que cree de verdad en que el bosque se mueve y no solo por la fuerza del viento. Alex, es todo lo contrarío el confía más en los libros que son fantasías sí, peor solo cuando los tiene abiertos, después deja de creer en esas historias y Rafe no lee porque él ya es un libro fantástico, yo pienso que su vida ganará los Premios Hugo, y en lápida lo pondrá, junto con el año de su muerte. Todo es posible si él está aquí, respirando justo detrás de mi. Cuando me suspire en la nuca y un escalofrío me recorra y me diga; ¿Ves? Una culebra se ha metido en tu columna y no te has dado cuenta, pero no te preocupes no era venenosa.
Supongamos que Rafe no volviera nunca más, entonces la parte que me hace suspirar al ver los amaneceres y todas las colinas echas para hacer la croqueta dejarían de existir para mi. Una parte de mi moriría con él, y no es que sin él el mundo sería peor, no, es que sin él todos los cuentos de hadas no tendrían sentido.
Me había puesto a llorar desconsoladamente y había pronunciado las últimas palabras en un suspiro. Había hablado mirando al suelo, sin pensar. Había dicho todo lo necesario que había que decir y aunque Strudel no lo entendiera yo me sentía mejor después de dos semanas sin pensar en ello.
Strudel, entonces me abrazó fuerte. Y en ese momento tuve que hacer un gran esfuerzo por no apartarla, pero me dí cuenta que lo necesitaba, necesitaba que alguien, quien fuera me dijera; Volverá, volverá...
En este momento Aston y Lipa me miran con sus grandes ojos, me hacen reír. Alex se prepara para sacarlos y yo voy con él. Le he perdonado por fisgonear en mi libreta, pero que la próxima vez se compre una propia.

Alex... Alguien del que me gustaba fantasear... Me imaginaba conversaciones que nunca sucedieron, pensaba que me estaba volviendo loca, echaba de menos a Rafe pero de él no me acordaba cuando estaba con Alex.
Con Carol fui a montar a una escuela hípica que estaba en la otra punta del pueblo, pero todos eran muy bonitos, y ¡que ojos tan grandes tenían!
Solo me entretuve pensando en los ojos verdes de mi amigo ese lunes después de dos semanas. La señora Hays les pidió a mis padres dos días para ir a la ciudad, yo no quería que se fuera, pero triste me dijo que tenía que hacerlo. El deber tira más que el corazón, es triste pero dicen, algunos pobres, que es lo correcto.
Entonces vino, alguien que a mi me gustaba llamarla Strudel, ella era gruesa, con el pelo caoba, y unos ojos almendrados que pegaban a la perfección con el color de su pelo. Tenía una voz muy suave, y era muy preguntona, algo que me sacaba de quicio, si hubiese sido la señora Hays no me hubiese importado, pero era Strudel y no me gustaba que me preguntara lo que me preguntó:
-Señorita Alicia, ¿está usted triste?
-¿Porqué pregunta eso?
-Bueno,...-aquí dudo un poco, quizás no sabía como explicarlo o que no quisiera hacerlo, que solo lo hubiese preguntado porque era muy cotilla y se inmiscuía en cosas sin importancia como el estado anímico de la niña a la que cuidaba.-La señora Hays me dijo... Que salías con tus amigos siempre y que te dejara salir cuando quisiera. Y no ha salido.
-Bueno ¿y qué? Hoy no me apetece.
-Deje que lo dude.
-¡Estoy perfectamente me oye!
Estábamos en la cocina, preparaba la cena, era su primer día y ya se movía como si fuera su propia casa, conocía todos los recovecos. Con mi grito los botes de cristal tintinearon.
-Tampoco se ponga así. ¿Es que acaso no le ha dicho te quiero ese chico rubio que vía cuando llegué anoche?
La pregunta no tenía ni pies ni cabeza, Alex me había acompañado a casa justo cuando el taxi de Strudel llegaba, ¿pero lo de decirme te quiero? Como si esta mujer nos conociera a Alex o a mi de toda la vida... ¿Te quiero? Que tontería es esa.
-Pues no, no me lo ha dicho, pero es que tampoco tendría porqué decírmelo.
-¿Y no le gustaría?
-Pues no. Son solo mentiras ¿sabe?, todo eso de; escapémonos juntos, dejemoslo todo por un impulso, creamos en los que nos digo el hombre del observatorio... polvo de estrellas, dijo que eso estaba demostrado, y todos nos lo creímos. Todo eso suena demasiado a Rafe, Rafe es el sobrino de la señora Hays, y él dice que todos podemos huir de cualquier cosa menos de nosotros mismos, que para eso habrá saltar desde el faro tres veces por lo menos. Es un mago, un mago... Pero nadie lo sabe excepto yo. Y le echo de menos, peor no lo he recordado ni una sola vez, ¿sabe porque ? Porque cuando él está cerca los te quiero y todo lo que he dicho antes no suena a mentira sino a verdad, y eso duele, cuando desaparece creo que la parte de mi que tiene ganas de vivir. Esa parte que quiere a sus padres, porque al fin y al cabo son sus padres, esa parte que cree de verdad en que el bosque se mueve y no solo por la fuerza del viento. Alex, es todo lo contrarío el confía más en los libros que son fantasías sí, peor solo cuando los tiene abiertos, después deja de creer en esas historias y Rafe no lee porque él ya es un libro fantástico, yo pienso que su vida ganará los Premios Hugo, y en lápida lo pondrá, junto con el año de su muerte. Todo es posible si él está aquí, respirando justo detrás de mi. Cuando me suspire en la nuca y un escalofrío me recorra y me diga; ¿Ves? Una culebra se ha metido en tu columna y no te has dado cuenta, pero no te preocupes no era venenosa.
Supongamos que Rafe no volviera nunca más, entonces la parte que me hace suspirar al ver los amaneceres y todas las colinas echas para hacer la croqueta dejarían de existir para mi. Una parte de mi moriría con él, y no es que sin él el mundo sería peor, no, es que sin él todos los cuentos de hadas no tendrían sentido.
Me había puesto a llorar desconsoladamente y había pronunciado las últimas palabras en un suspiro. Había hablado mirando al suelo, sin pensar. Había dicho todo lo necesario que había que decir y aunque Strudel no lo entendiera yo me sentía mejor después de dos semanas sin pensar en ello.
Strudel, entonces me abrazó fuerte. Y en ese momento tuve que hacer un gran esfuerzo por no apartarla, pero me dí cuenta que lo necesitaba, necesitaba que alguien, quien fuera me dijera; Volverá, volverá...
En este momento Aston y Lipa me miran con sus grandes ojos, me hacen reír. Alex se prepara para sacarlos y yo voy con él. Le he perdonado por fisgonear en mi libreta, pero que la próxima vez se compre una propia.
jueves, 21 de marzo de 2013
11. Last Summer.
Después de salir de la facultad he ido a sentarme en el parque que está justo en frente, y será porque el libro de Tolstói me pesa demasiado, en la mente y en el hombro, pero he estado pensando si esto; el edificio rústico de delante, todos los transeúntes de miradas grises, con vida, pero sin esperanza, los perros callejeros, lo que no son perros, la tala de árboles, la construcción de edificios...
Si eso no es solo un sueño. Si no existe, como dijo el compañero de despacho de Jorge: "Todo lo que creemos que está, no está, todo lo que creemos que existe, existe porque nosotros queremos que exista", por eso existen los imposibles, porque se necesitan limites y fronteras, para traspasarlas. Una vez leí, una obra de arte en mi opinión:
Si eso no es solo un sueño. Si no existe, como dijo el compañero de despacho de Jorge: "Todo lo que creemos que está, no está, todo lo que creemos que existe, existe porque nosotros queremos que exista", por eso existen los imposibles, porque se necesitan limites y fronteras, para traspasarlas. Una vez leí, una obra de arte en mi opinión:
<<Escribo, porque puedo acariciar la libertad de mi alma,
y de mi cuerpo, cuando lo hago,
cuando expreso,
incluso sin expresar,
me siento libre.
Y escribo lo que quiero que sea escrito tantas y tantas veces,
hasta que se haga real;
Yo llevo un traje blanco, que destaca sobre mi piel negra,
Yo llevo un traje blanco, que destaca sobre mi piel negra,
y mis manos no están manchadas,
ni de tinta, porque ya no me hace falta escribir,
ni de tierra.
Y mi amo me pregunta:
-¿Quieres más té?
Me tutea, porque yo le tuteo a él,
la jarra está en la mesilla.
Y yo lo miro desde la hamaca, le asiento con la cabeza y me sonríe.
Sin malicia, ni segundas intenciones.
Entonces me levanto y beso a una mujer blanca,
una de pequeña estatura, rubia como el sol de verano,
también va de blanco, pero su piel no destaca en absoluto,
parece porcelana.
Ella no me aparta, no me mira asqueada,
bebemos los tres ese té.
Como se debe beber té, despacio, con tranquilidad,
los tratados de paz se firman acompañados de té.
Sí, eso creo.>>
Un texto que me hizo pensar que aquí o allí, al final todo es lo mismo, en un pueblo de árboles verdes, de casas de colores, peces en su pecera, está todo tan bien, que es necesario ver, tan solo ver. Ver que hay otras opciones.
Ser diferente, no es un objetivo, que la historia te recuerde por ser único, eso no es un objetivo, ese es el fin de la vida, de los que crean, construyen, dibujan, escriben, componen, sonríen... Que les recuerden, el olvido es el vacío existencial, donde quiera que vivan los ya muertos, o los sin estarlo.
Ser diferente, no es un objetivo, que la historia te recuerde por ser único, eso no es un objetivo, ese es el fin de la vida, de los que crean, construyen, dibujan, escriben, componen, sonríen... Que les recuerden, el olvido es el vacío existencial, donde quiera que vivan los ya muertos, o los sin estarlo.
Supongo que digo esto, porque yo ya sé el final de ese verano. Supongo que muestro lo que no se puede contar en mitad de la historia.
La realidad.
Digo lo que ser recordado, las pasiones de unos pocos, y los motivos de existencia de otros, como Julius, el esclavo negro que soñaba con tomar un té, simples ilusiones pero tan reales, porque hay veces que lo que parece no es. Los personajes, como las personas de ojos grises, son seres de vida, y conocerlos es de gran importancia. Saber que todos nos movemos por una razón, y saberla, para ese verano fue intrascendente.
Por eso, quizás, todos nos vamos de la pecera, esos peces de colores que se suicidan, quién se ha suicidado de la misma manera lo entiende. Digamos que es interesante explorar y abandonar rutinas para encontrar otras.
Digamos que hay veces que para continuar historias es necesario una segunda... ¿visión?
Por eso, quizás, todos nos vamos de la pecera, esos peces de colores que se suicidan, quién se ha suicidado de la misma manera lo entiende. Digamos que es interesante explorar y abandonar rutinas para encontrar otras.
Digamos que hay veces que para continuar historias es necesario una segunda... ¿visión?
(Al, no me grites cuando veas esto, si quieres puedes romper estás hojas, o dejarlas. Solo me apetecía escribir. Te juro que no he leído lo anterior, sigo esperando con impaciencia.)
HOJA 11...
By Alex
sábado, 16 de marzo de 2013
10. Last Summer
Mientras observo detenidamente la estantería del salón, imponente. Me apetece, en una tarde de viento, escribir sobre como, a Alicia le conquistaron las palabras, que le llevaron al País de las Maravillas, de plumas, de manos, de versos, de prosas, de líneas en general, son genios, genios que nunca morirán.
Y hoy me propongo contarlo, contar como en otra tarde menos primaveral y ventosa, a un chico no se todavía como, y eso que está a tres pasos de mi, acariciando papel cada vez que pasa una página. Pero no quiero saber el cómo, me da miedo que la magia de aquel momento se esfume.
Y esto que intento escribir, quiero que contenga toda la magia posible o que por lo menos quepa en una libreta marrón:
-Si hoy te enamoras seras mía.
Una frase que entró desprevenida en mi mente. Relatar el cómo Alex se convirtió en una sombra detrás de mi espejo y de mi mente, de mis pensamientos, de mis pasos apresurados; es relatar una historia de amor, sin besos, sin declaraciones, sin cartas, sin roces, una historia silenciosa... Shhhh...
Rafe hacía dos días que no aparecía, y él, si no lo he dicho antes lo digo ahora... Es un mago. Si el te busca, te encuentra, pero si es él quien desaparece, no lo puedes encontrar, incluso preguntándole a su tía.
Así que me he ido encontrando con Alex cada vez más a menudo; ahora detrás del banco, ahora en el mercado comprando fruta, ahora de lejos, en el faro, pitando su siempre distinto mar, después en la fuente leyendo, después saliendo de la biblioteca, y después la sonrisa, y ahora las frases que aparecen en los libros que todavía no había leído.
-Si hoy me enamoro. Prometo irme lejos, donde el corazón me lleve.
-Locura.
-Pasión.
-No me esperaba esto de ti.
-Rafe me enseñó.
-Entonces te enseñó a mentir.
-Es mago.
-Ilusionista, optimista, falso. Una mentira.
-Magia...-Recordé sus ojos pícaros y no pude evitar sonreír. Alex puso los ojos en blanco.
-Si te enamoras, serás mía.
-Nunca más de nadie.
-Mía.
-No.
-Sí.
Y me arrastró del codo hacía la librería. Una de pocas en un pueblo pequeño. Una que recordaría, y después compararía con otras muchas.
El olor a papel,...grr... Ese olor me hizo ronronear, (y todavía lo hace). Ronronear, porque los gatos cuando están a gusto se restriegan por las piernas de su amo, y ronronean, y yo me restregué por las estanterías y ronroneé.
Quería bailar, como aquella mañana ¿recuerdas? Aquella en la que la luz entraba por las ventanas de un modo mucho más romántico que otros días. ¿No lo entiendes? Yo tampoco.
Alex se movía como pez en el agua, y yo pronto lo haría también, él sabía lo que buscaba, yo me dejaba llevar. Él no me soltaba la mano. Yo no quería que la soltara.
Grr... Una portada me llamó la atención. Tiré de él.
-¿Quéee?
-Ese.-Y le señalé con la otra mano un tomo azul con letras plateadas. Casi no se veía, pero lo sentía.
Se puso delante de mi y alargó la otra mano, sin soltarme con la que me apresaba la otra. Lo atrapó. Grr... La camisa dejaba entrever un poco de piel, ajá.
Si lo tocaba si asustaría, si no lo hacía, acabaría con el corazón a mil y sin uñas. Pero no lo hice, moverse por impulsos es peligroso. Grrrr.
Su pelo rubio y sus ojos azules contrastaban a la perfección con el libro en su mano. Su hojas se movieron y su olor a tinta me envolvió, quise que fuera mi olor, quise saber de ese libro tanto como del chico que lo sostenía.
Tenía razón, me enamoré, y no sé muy bien de qué. Si de Rafe, al darme cuenta que esperaba ver su sombra entre tanto libro y baldosa vieja. De Alex, por tener razón y por hacerme ronronear. O de los libros, o de aquel en particular... No lo sé. ¿De quién fui? Pues eso, tampoco lo sé.
Me giro para observar a aquel chico unos cuantos años mayor del de aquella tarde veraniega. Pero sigue siendo igual, solo que cambió su preciado mar, por unos edificios. Dijo que ya lo había dibujado bastante, y que al ser suya, (por tener razón), cumpliría la mayor locura de todas, irse donde el corazón le llevara. Yo tardé poco en seguirle.

Y hoy me propongo contarlo, contar como en otra tarde menos primaveral y ventosa, a un chico no se todavía como, y eso que está a tres pasos de mi, acariciando papel cada vez que pasa una página. Pero no quiero saber el cómo, me da miedo que la magia de aquel momento se esfume.
Y esto que intento escribir, quiero que contenga toda la magia posible o que por lo menos quepa en una libreta marrón:
-Si hoy te enamoras seras mía.
Una frase que entró desprevenida en mi mente. Relatar el cómo Alex se convirtió en una sombra detrás de mi espejo y de mi mente, de mis pensamientos, de mis pasos apresurados; es relatar una historia de amor, sin besos, sin declaraciones, sin cartas, sin roces, una historia silenciosa... Shhhh...
Rafe hacía dos días que no aparecía, y él, si no lo he dicho antes lo digo ahora... Es un mago. Si el te busca, te encuentra, pero si es él quien desaparece, no lo puedes encontrar, incluso preguntándole a su tía.
Así que me he ido encontrando con Alex cada vez más a menudo; ahora detrás del banco, ahora en el mercado comprando fruta, ahora de lejos, en el faro, pitando su siempre distinto mar, después en la fuente leyendo, después saliendo de la biblioteca, y después la sonrisa, y ahora las frases que aparecen en los libros que todavía no había leído.
-Si hoy me enamoro. Prometo irme lejos, donde el corazón me lleve.
-Locura.
-Pasión.
-No me esperaba esto de ti.
-Rafe me enseñó.
-Entonces te enseñó a mentir.
-Es mago.
-Ilusionista, optimista, falso. Una mentira.
-Magia...-Recordé sus ojos pícaros y no pude evitar sonreír. Alex puso los ojos en blanco.
-Si te enamoras, serás mía.
-Nunca más de nadie.
-Mía.
-No.
-Sí.
Y me arrastró del codo hacía la librería. Una de pocas en un pueblo pequeño. Una que recordaría, y después compararía con otras muchas.
El olor a papel,...grr... Ese olor me hizo ronronear, (y todavía lo hace). Ronronear, porque los gatos cuando están a gusto se restriegan por las piernas de su amo, y ronronean, y yo me restregué por las estanterías y ronroneé.
Quería bailar, como aquella mañana ¿recuerdas? Aquella en la que la luz entraba por las ventanas de un modo mucho más romántico que otros días. ¿No lo entiendes? Yo tampoco.
Alex se movía como pez en el agua, y yo pronto lo haría también, él sabía lo que buscaba, yo me dejaba llevar. Él no me soltaba la mano. Yo no quería que la soltara.
Grr... Una portada me llamó la atención. Tiré de él.
-¿Quéee?
-Ese.-Y le señalé con la otra mano un tomo azul con letras plateadas. Casi no se veía, pero lo sentía.
Se puso delante de mi y alargó la otra mano, sin soltarme con la que me apresaba la otra. Lo atrapó. Grr... La camisa dejaba entrever un poco de piel, ajá.
Si lo tocaba si asustaría, si no lo hacía, acabaría con el corazón a mil y sin uñas. Pero no lo hice, moverse por impulsos es peligroso. Grrrr.
Su pelo rubio y sus ojos azules contrastaban a la perfección con el libro en su mano. Su hojas se movieron y su olor a tinta me envolvió, quise que fuera mi olor, quise saber de ese libro tanto como del chico que lo sostenía.
Tenía razón, me enamoré, y no sé muy bien de qué. Si de Rafe, al darme cuenta que esperaba ver su sombra entre tanto libro y baldosa vieja. De Alex, por tener razón y por hacerme ronronear. O de los libros, o de aquel en particular... No lo sé. ¿De quién fui? Pues eso, tampoco lo sé.
Me giro para observar a aquel chico unos cuantos años mayor del de aquella tarde veraniega. Pero sigue siendo igual, solo que cambió su preciado mar, por unos edificios. Dijo que ya lo había dibujado bastante, y que al ser suya, (por tener razón), cumpliría la mayor locura de todas, irse donde el corazón le llevara. Yo tardé poco en seguirle.
sábado, 2 de marzo de 2013
9. Last Summer.
Los Sábados claros no eran especiales, y mucho menos en la temporada estival, pero que extraño era ese coche aparcado en la entrada, extraño la tele apagada y ese olor a nuevo, a la indiscutible norma; ahora callemos, que las palabras escapan, que esconden más de lo que quieren mostrar.
Porque la señora Hays no bailaba, ni sonreía, porque su moño anormalmente despeinado y enmarañado, ese nido de pájaros que se perdieron en invierno y se quedaron para siempre, desaparecido en alguna de sus trabas que sujetaban mechones que estaban sueltos ayer, que las flores se las tragó el vacío, que todo fue un sueño, que parecía no dolerme los golpes, que las ramas no arañaban, que las paredes ahogaban, que el mar no era la mayor musa de alguien.
-¿Dónde?
Oía risas, no de alegría, eran risas fúnebres, quien se alegra de la muerte, como esas personas tristes y macabras que bailan sin gracia, sin ganas, que se mueven porque si se quedan quietos, se los comerá el tiempo.
Días en los que te levantas y no sabes si sigues soñando o el sueño era la realidad imposible. Es sábado dos, y mis padres, títeres del tiempo muerto, bajaban de su coche, cómplice de kilómetros austeros y solitarios. Cuando pensaba en ellos y la carretera, me parecía paradójico que hiciera buen tiempo, y aún así parecía esto una mala película de series B, un mal director, sin banda sonora, sin voz en off leyendo poesía, sin el espectador aburrido en una butaca roja. Excepto el espectador aburrido en una butaca verde, ese sí estaba y se reía de la mala suerte de algunos, y de la mucha de otros.
Reparé en las sombras de los árboles y desee que Rafe me rescatara, Robin Hood; me robaría como tesoro más valioso de unos ricos egoístas, pero esta vez no lo compartiría con nadie y me diría que el amor, como la nada, como el tiempo muerto, como las malas oportunidades, no existe, solo nosotros y una historia en papel acartulinado blanco, con una pluma a medio acabar, y una sonrisa desgastada.
-Sé que estás pensando en mi, no me engañas.
-Sabía que estabas ahí.
-No lo sabías. Esperabas que lo estuviera, pero no que estaba.
-Sabía que estabas porque lo deseaba, porque cuando no hay nada a lo que agarrarse apareces. No sé que pasa contigo, ni porque Alex te mira con desprecio, pero mientras sigas apareciendo cuando quiera huir... Me da igual que un grupo de ardillas gordas y con sarna ataque al mundo en una especie de Revolución Ardillal.
Su risa rebotó por toda la habitación. Parecía buena música, y como la buena música... Nunca se olvida.
-Muy bonito e imaginativo. No es propio de ti, me siento orgulloso. Quiero presentarte a alguien.
-¿A tus padres?
-Eso es ir demasiado lejos, Al.
Era la primera vez que me llamaba así. Aunque, si hacía memoria, nunca me había llamado de ningún modo, a diferencia que en su tía, me gustaba como lo decía. Este pensamiento me pareció demasiado cursi, lo que dicen todas las enamoradas, todas... Pero yo no estaba enamorada, solo me gustaba la manera que tenía de abrirme los ojos poquito a poquito, de hacerme más vulnerable y débil a los sentimientos, enseñándome a dejar que la magia de todo penetrara en mis poros, en cada célula de mi cuerpo, inventando un nuevo tipo de mitosis, más dividir sueños e ideas y menos cromosomas duplicados.
-¡Pero bueno, Rafe!¡A estas alturas es ir demasiado lejos!¡¿Después de lo que hemos pasado juntos?! Te avergüenzas de mi...
Posé el dorso de mi mano en mi frente, representando a la perfección el gesto de la dama dada de diva.
-¡Bravo! Me has echo sentir mal y todo. Pero igualmente, no, a mis padres no.-Negó con la cabeza.
-Pues entonces... ¿A quién?
-A Carol.
En eso momento pensé en que no me gustaba el café, que su olor me revolvía las tripas, que cada vez que veía el tarro en la despensa pensaba en tirarlo al suelo y pisotear su polvo marrón casi tierra que tanto odiaba. Pensé en esto, porque la causa de odiar el café era una consecuencia de las excusas de mi madre que exponía para evitar hablar conmigo. Si entraba en una habitación en la que ya estaba yo, nos mirábamos durante un minuto y medio, luego, abría la boca y la volvía a cerrar, sus tacones resonaban una vez más, con ese paso tambaleante de quien no se siente segura, y decía: -No queda café, le diré a Carol que vaya a comprar. Y se iba a llamar a Carol, su secretaría, dejando a su única hija sola, en una habitación silenciosa y solitaria en el ala más alejada de ella todo lo posible, con mil cosas por decir, la mayoría intrascendentes, pero eran cosas por decir, cosas que acaban siendo dichas con rabia a una pared, mientras rompía jarrones, mientras la señora Hays me abrazaba y me decía: Hey, que haces llorando por cosas que no valen la pena. Es tu madre, te quiere, a su manera, una manera mala, egoísta e indiferente. Pero te quiere. Todas las mañanas se levanta y te hace una foto mientras duermes. Las he visto en el cuartito ese de al lado de su habitación, tiene miles de mañanas en las que apareces tú, sonriente, soñando.
Me hacía sentir especial por un segundo, y por un segundo muy largo me lo creía siempre. Siempre. La señora Hays tenía ese don, que por lo que me había dado cuenta, venía de familia. Por supuesto, sobra decir que esas fotos nunca las vi y que había mañanas que esperaba que mi madre apareciese con la cámara, cuando no aparecía la señora Hays decía que era porque se había levantado antes de lo normal y yo demasiado tarde. Rafe también lo tenía, ese don de hacerte especial por un segundo muy largo, pero aunque Carol solo fuera un nombre, mierda, las Carol no deberían llamarse así; la chica de ojos azules grandes, labios grandes, orejas grandes y pelo negro muy largo, no debería llamarse Carol; con su vestido de volantes rosa, con su sonrisa grande. Con su gran corazón y con sus abrazos de oso. Esos que sabían mejor que todas las magdalenas de yogur del mundo juntas.
-Hola, me llamo Carolina.
-Yo Alicia.
-¿Te puedo llamar Al?
-¿Te puedo llamar Grande?
Se puso seria de repente, y vi complejos antiguos, viejos, arrugados pero surtiendo el mismo efecto desolador que la primera vez.
-¿Por qué Grande?
-Porque seguro que serás la más Grande mejor amiga, que he podido imaginar.
-Para ser amiga mía solo tienes que gritar una cosa.
Levante una ceja y pregunte el que:
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
Porque era una buena causa, porque las ballenas eran grandes, estaban mojadas y eran muy tontas, pero esas no eran razones para matarlas. Poco tiempo después me contó que lo de su pasión por esta causa, era por un libro que había leído de Christopher Moore, jajaja, ¡que locura!... Por un libro de Christopher Moore...

Porque la señora Hays no bailaba, ni sonreía, porque su moño anormalmente despeinado y enmarañado, ese nido de pájaros que se perdieron en invierno y se quedaron para siempre, desaparecido en alguna de sus trabas que sujetaban mechones que estaban sueltos ayer, que las flores se las tragó el vacío, que todo fue un sueño, que parecía no dolerme los golpes, que las ramas no arañaban, que las paredes ahogaban, que el mar no era la mayor musa de alguien.
-¿Dónde?
Oía risas, no de alegría, eran risas fúnebres, quien se alegra de la muerte, como esas personas tristes y macabras que bailan sin gracia, sin ganas, que se mueven porque si se quedan quietos, se los comerá el tiempo.
Días en los que te levantas y no sabes si sigues soñando o el sueño era la realidad imposible. Es sábado dos, y mis padres, títeres del tiempo muerto, bajaban de su coche, cómplice de kilómetros austeros y solitarios. Cuando pensaba en ellos y la carretera, me parecía paradójico que hiciera buen tiempo, y aún así parecía esto una mala película de series B, un mal director, sin banda sonora, sin voz en off leyendo poesía, sin el espectador aburrido en una butaca roja. Excepto el espectador aburrido en una butaca verde, ese sí estaba y se reía de la mala suerte de algunos, y de la mucha de otros.
Reparé en las sombras de los árboles y desee que Rafe me rescatara, Robin Hood; me robaría como tesoro más valioso de unos ricos egoístas, pero esta vez no lo compartiría con nadie y me diría que el amor, como la nada, como el tiempo muerto, como las malas oportunidades, no existe, solo nosotros y una historia en papel acartulinado blanco, con una pluma a medio acabar, y una sonrisa desgastada.
-Sé que estás pensando en mi, no me engañas.
-Sabía que estabas ahí.
-No lo sabías. Esperabas que lo estuviera, pero no que estaba.
-Sabía que estabas porque lo deseaba, porque cuando no hay nada a lo que agarrarse apareces. No sé que pasa contigo, ni porque Alex te mira con desprecio, pero mientras sigas apareciendo cuando quiera huir... Me da igual que un grupo de ardillas gordas y con sarna ataque al mundo en una especie de Revolución Ardillal.
Su risa rebotó por toda la habitación. Parecía buena música, y como la buena música... Nunca se olvida.
-Muy bonito e imaginativo. No es propio de ti, me siento orgulloso. Quiero presentarte a alguien.
-¿A tus padres?
-Eso es ir demasiado lejos, Al.
Era la primera vez que me llamaba así. Aunque, si hacía memoria, nunca me había llamado de ningún modo, a diferencia que en su tía, me gustaba como lo decía. Este pensamiento me pareció demasiado cursi, lo que dicen todas las enamoradas, todas... Pero yo no estaba enamorada, solo me gustaba la manera que tenía de abrirme los ojos poquito a poquito, de hacerme más vulnerable y débil a los sentimientos, enseñándome a dejar que la magia de todo penetrara en mis poros, en cada célula de mi cuerpo, inventando un nuevo tipo de mitosis, más dividir sueños e ideas y menos cromosomas duplicados.
-¡Pero bueno, Rafe!¡A estas alturas es ir demasiado lejos!¡¿Después de lo que hemos pasado juntos?! Te avergüenzas de mi...
Posé el dorso de mi mano en mi frente, representando a la perfección el gesto de la dama dada de diva.
-¡Bravo! Me has echo sentir mal y todo. Pero igualmente, no, a mis padres no.-Negó con la cabeza.
-Pues entonces... ¿A quién?
-A Carol.
En eso momento pensé en que no me gustaba el café, que su olor me revolvía las tripas, que cada vez que veía el tarro en la despensa pensaba en tirarlo al suelo y pisotear su polvo marrón casi tierra que tanto odiaba. Pensé en esto, porque la causa de odiar el café era una consecuencia de las excusas de mi madre que exponía para evitar hablar conmigo. Si entraba en una habitación en la que ya estaba yo, nos mirábamos durante un minuto y medio, luego, abría la boca y la volvía a cerrar, sus tacones resonaban una vez más, con ese paso tambaleante de quien no se siente segura, y decía: -No queda café, le diré a Carol que vaya a comprar. Y se iba a llamar a Carol, su secretaría, dejando a su única hija sola, en una habitación silenciosa y solitaria en el ala más alejada de ella todo lo posible, con mil cosas por decir, la mayoría intrascendentes, pero eran cosas por decir, cosas que acaban siendo dichas con rabia a una pared, mientras rompía jarrones, mientras la señora Hays me abrazaba y me decía: Hey, que haces llorando por cosas que no valen la pena. Es tu madre, te quiere, a su manera, una manera mala, egoísta e indiferente. Pero te quiere. Todas las mañanas se levanta y te hace una foto mientras duermes. Las he visto en el cuartito ese de al lado de su habitación, tiene miles de mañanas en las que apareces tú, sonriente, soñando.
Me hacía sentir especial por un segundo, y por un segundo muy largo me lo creía siempre. Siempre. La señora Hays tenía ese don, que por lo que me había dado cuenta, venía de familia. Por supuesto, sobra decir que esas fotos nunca las vi y que había mañanas que esperaba que mi madre apareciese con la cámara, cuando no aparecía la señora Hays decía que era porque se había levantado antes de lo normal y yo demasiado tarde. Rafe también lo tenía, ese don de hacerte especial por un segundo muy largo, pero aunque Carol solo fuera un nombre, mierda, las Carol no deberían llamarse así; la chica de ojos azules grandes, labios grandes, orejas grandes y pelo negro muy largo, no debería llamarse Carol; con su vestido de volantes rosa, con su sonrisa grande. Con su gran corazón y con sus abrazos de oso. Esos que sabían mejor que todas las magdalenas de yogur del mundo juntas.
-Hola, me llamo Carolina.
-Yo Alicia.
-¿Te puedo llamar Al?
-¿Te puedo llamar Grande?
Se puso seria de repente, y vi complejos antiguos, viejos, arrugados pero surtiendo el mismo efecto desolador que la primera vez.
-¿Por qué Grande?
-Porque seguro que serás la más Grande mejor amiga, que he podido imaginar.
-Para ser amiga mía solo tienes que gritar una cosa.
Levante una ceja y pregunte el que:
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
-¡DEJA DE MATAR BALLENAS!
Porque era una buena causa, porque las ballenas eran grandes, estaban mojadas y eran muy tontas, pero esas no eran razones para matarlas. Poco tiempo después me contó que lo de su pasión por esta causa, era por un libro que había leído de Christopher Moore, jajaja, ¡que locura!... Por un libro de Christopher Moore...
sábado, 9 de febrero de 2013
8. Last Summer.
Esta mañana Alex se ha ido a trabajar, es mi día libre y estoy sola es casa. He puesto como tercera vez consecutiva el disco de los Beatles y resuenan por las paredes, se están agrietando y cuando ya no suenen, en las grietas verás las letras y cantarán de nuevo para ti.
Pero a parte de eso, he decidido hablar del día de ese magnífico verano, en el que conocí al que no está presente, aunque sí su taza vacía de café sobre la mesa.
No me acuerdo si he hablado del faro, si he contado que no alumbra a ningún barco, que no es bonito, ni decorativo, que a veces se funde la bombilla y por la noche no sabes si el acantilado termina donde se apaga la luz o donde empieza la luna a brillar sobre las olas.
Pero es un faro muy especial. Rafe me dijo que una vez le salvó la vida, pero no sé si creermelo, porque Rafe me dijo tantas cosas con tantos tipos de significados que bien me podría haber dicho; 'aquí fue donde me caí y me di cuenta de que no debería seguir corriendo o llegaría al agua', o 'me tiré al agua y en vez de caer, volé'.
Claro que conociéndole seguro que fue lo segundo. Pues resulta que había un banquito de cemento, y en ese banquito a mi se me había olvidado la cinta verde del pelo y le dije a Rafe que esperara un segundo que iba a buscarlo al faro y volvía en seguida.
Él sonrió y me dijo que esperaba en las escaleras.
Bajando la pequeña colina solo veía el suelo, tenía miedo a caerme y romperme un tobillo, pero cada vez corría a más velocidad, saltaba de piedra en piedra y pensaba que me caería y me haría daño, pero no me importaba, saltaba, saltaba, saltaba y...
-Creo que esto es tuyo.
-Ajá.
La cinta verde ondeaba entre sus dedos como una bandera colonizadora. Él era muy recto y serio, no le gustaban los bailes ni las mariposas como a Rafe, él prefería sentarse en el banquito de mi cinta, él dibujada el mismo mar, muchas veces, y después tiraba todos los cuadros porque ninguno le parecía bien, y volvía a dibujar.
Tenía las manos pintadas de los colores del lienzo y había en su mirada todos esos toques de azul del mar, tenía la claridad del agua y el misterio del océano, no era salvaje ni impaciente como los ojos verdes de Rafe. Se llamaba Alex, pero no me lo dijo hasta pasadas tres semanas, el era así, y ni a mi ni a Rafe le importaba, aunque ese día no me sonriera, después si que lo hizo, y estaba bien.
Después de devolvermelo volvió a pintar, las olas picudas del mar revuelto. En el suelo había más cuadros como el que estaba pintando.
-¿Porqué dibujas siempre el mismo paisaje?
Sin parar de pintar me respondió.
-Porque no es el mismo. Hoy hay más blanco que azul, no hay gaviotas y el cielo está encapotado, no se ve el sol.
-Siempre puedes cambiar eso.
Sonreí. Rafe me había dicho que esperaría en la escalera pero ahí estaba, dando tu consejo, sin que nadie se lo hubiese pedido.
-A lo mejor es que no quiero que cambie.
-A lo mejor es que tienes miedo de hacerlo.
-Cómo tú.
Se instaló un incómodo silencio. Alex era mucho más alto que Rafe, pero Rafe imponía más. Tenía el don de hacer que te sintieras cómoda si él quería, pero también el de alejarte si a él no le gustabas.
Yo estaba sería, y asustada, se miraban como los dos gallos del granero antes de pelearse por la Pollina, la señora Hays le puso ese nombre por ser la única gallina que provocaba a los dos machos a la vez.
Me reí por la comparación. Me reí mucho. Y los dos me miraron. Creo que no les hizo mucho gracia que los comparara en mi mente con los gallos.
-Todo el mundo tiene miedo de algo... ¿no?
Me encogí de hombros, como quitandole importancia. La tenía, era consciente de que todo el mundo sabía lo que pasaba con Rafe menos yo, incluso ese chico. Pero me habían enseñado a no preguntar, a que los otros tenían que contármelo o sino es que no era importante. Supongo que cuenta mucho donde te has criado.
-He vuelto temprano, porque es Sábado, que si llega a ser un día normal me tiene ahí hasta las cinco. ¿Hola?
Al oír su voz suelto la pluma, a la que le queda mitad de la tinta, y salgo corriendo para abrazarle. Él se ríe y me pregunta que es lo que pasa, para ese ataque de efusividad.
- Es me apetecía abrazarte.
-Ah, pues bien, bien.
Los perros ladran y el olor a pollo y rollito de primavera llega a mi nariz desde las bolsas del suelo. Mmmm...
Después de devolvermelo volvió a pintar, las olas picudas del mar revuelto. En el suelo había más cuadros como el que estaba pintando.
-¿Porqué dibujas siempre el mismo paisaje?
Sin parar de pintar me respondió.
-Porque no es el mismo. Hoy hay más blanco que azul, no hay gaviotas y el cielo está encapotado, no se ve el sol.
-Siempre puedes cambiar eso.
Sonreí. Rafe me había dicho que esperaría en la escalera pero ahí estaba, dando tu consejo, sin que nadie se lo hubiese pedido.
-A lo mejor es que no quiero que cambie.
-A lo mejor es que tienes miedo de hacerlo.
-Cómo tú.
Se instaló un incómodo silencio. Alex era mucho más alto que Rafe, pero Rafe imponía más. Tenía el don de hacer que te sintieras cómoda si él quería, pero también el de alejarte si a él no le gustabas.
Yo estaba sería, y asustada, se miraban como los dos gallos del granero antes de pelearse por la Pollina, la señora Hays le puso ese nombre por ser la única gallina que provocaba a los dos machos a la vez.
Me reí por la comparación. Me reí mucho. Y los dos me miraron. Creo que no les hizo mucho gracia que los comparara en mi mente con los gallos.
-Todo el mundo tiene miedo de algo... ¿no?
Me encogí de hombros, como quitandole importancia. La tenía, era consciente de que todo el mundo sabía lo que pasaba con Rafe menos yo, incluso ese chico. Pero me habían enseñado a no preguntar, a que los otros tenían que contármelo o sino es que no era importante. Supongo que cuenta mucho donde te has criado.
-He vuelto temprano, porque es Sábado, que si llega a ser un día normal me tiene ahí hasta las cinco. ¿Hola?
Al oír su voz suelto la pluma, a la que le queda mitad de la tinta, y salgo corriendo para abrazarle. Él se ríe y me pregunta que es lo que pasa, para ese ataque de efusividad.
- Es me apetecía abrazarte.
-Ah, pues bien, bien.
Los perros ladran y el olor a pollo y rollito de primavera llega a mi nariz desde las bolsas del suelo. Mmmm...
lunes, 21 de enero de 2013
7. Last Summer.
Rafe hizo volar una pestaña que se había desprendido de su ojo derecho. Se había quedado unos segundos con los ojos cerrados y después había soplado.
Los deseos se pedían así, en silencio, sopesando las opciones entre todos tus sueños, pensando en que hacer con la pequeña pestaña que había decido caer.
-¿Que has pedido?
Entrecerré los ojos, el sol me daba en la cara y me hacía no ver bien el rostro de Rafe, el miraba hacía delante y estaba serio, no parecía muy convencido de que el deseo se cumpliría porque sino estaría dando saltos de alegría. Las hojas secas del prado se me clavaban en las palmas de la mano. Estábamos cerca del faro, en un campo no muy lejos de la costa, era espacioso y parecía solo servir para pasto de vacas y demás animales de ganado.
Para mi no era más que un prado donde los bichos no deseados te escalaban los brazos y te picaban las piernas. Quería irme de allí lo más pronto posible pero por no molestar la placidez de Rafe soportaba cualquier cosa, su nariz llena de pecas aspiraba el aire campestre lentamente, sin prisa, y a mi ver su respiración me relajaba tanto que casi me quedaba dormida sobre aquellas hiervas punzantes y molestas, bajo ese sol que calentaba el mar, el faro, las gaviotas y a mi... Me apoyé en los codos y cerré los ojos; estaba a punto de cumplir mi deseo sin haber soplado ninguna pestaña cuando Rafe habló.
-Que nada cambie.
Lo dijo muy serio y pensativo y me hizo recordar los olivos. Los olivos eran uno los árboles que más le gustaban a mi abuelo, Julio Harrison, cuando hablaba de ellos, aún teniendoles mucho cariño, siempre los nombraba serio y pensativo, los acariciaba y miraba las hojas por si alguna oruga que pronto que convertiría en mariposa había decidido instalarse allí.
Abuelo decía: 'Que bonito es el paisaje que solo se aprecia cuando no quieres ver nada más que lo que tienes delante de tus narices, pero hay que mirar más allá Alicia, porque delante solo se encuentran olivas enlatadas, pero si miras más allá ves a gente acariciando los troncos de los olivos torcidos para que se pongan rígidos, ves esfuerzo y dedicación. Hay que mirar más allá.'
Y yo como buena nieta, le parafraseé en la mente y le hice caso. Miré más allá de unos ojos tristes y pensativos y me imaginé que fue lo que había provocado que el chico risueño y amable se convirtiera en una tercera parte de la sombra de mi padre.
-Las cosas tienen que cambiar, para bien o para mal pero lo tienen que hacer sino... ¿que sería de las buenas ideas?
Pensó.
-Puede que tengas razón, pero si las cosas cambian significa que se pierde algo ¿y que es de lo que se pierde, donde queda?
En la mente de los que lo conocieron.
Pero no lo dije, solo le miré y pensé que era lo más triste y hermoso que había visto nunca, como la gramola de su tía, vieja y deshecha, pero hermosa, y yo la recordaría el día que la señora Hays decidiera tirarla, yo la recordaría y nunca se perdería. Yo recordaría a Rafe y el sería el mago de todos los tiempos porque yo lo querría así.
En esos instantes no me imaginé el porque de ese deseo, a lo mejor si no me lo hubiese dicho ni yo preguntado se hubiese cumplido, pero de nada sirve pensar en lo que pudo haber sido y no fue, así que en aquellos instantes en los que él no sonreía y miraba a lo lejos me pregunté porque alguien de catorce años pide que nada cambie, y piensa en perder cosas, cuando a esa edad se supone que debes ganar.
Me llevó a casa a las ocho pero no se fue hasta las diez, estuvimos jugando a las tres en raya, Rafe perdió tres veces, la señora Hays y yo empatamos, en la revancha volvimos a quedar empatadas y el sonriendo aceptó la derrota. La señora Hays y yo empatamos en otra cosa; en fe, las dos creímos demasiado, confiamos en promesas rotas, y sugerimos volver a firmar contratos sin ningún valor, solo por agarrarnos a algo si todo se derrumbaba. No sirvió de nada, y no lo sabíamos.
Derramé un par de lágrimas antes de que Alex se acercara corriendo limpiara mis mejillas con la yema de los dedos, leyera las dos última líneas y como una ficha de dominó; empezar a llorar también. Rufián se arremolinó a nuestros pies y ronroneo quedamente. Los tres corazones rotos, dos heridos y uno robado, se abandonaron al llanto durante un rato, después cerré la libreta y la guardé en el cajón del escritorio.
Los deseos se pedían así, en silencio, sopesando las opciones entre todos tus sueños, pensando en que hacer con la pequeña pestaña que había decido caer.
-¿Que has pedido?
Entrecerré los ojos, el sol me daba en la cara y me hacía no ver bien el rostro de Rafe, el miraba hacía delante y estaba serio, no parecía muy convencido de que el deseo se cumpliría porque sino estaría dando saltos de alegría. Las hojas secas del prado se me clavaban en las palmas de la mano. Estábamos cerca del faro, en un campo no muy lejos de la costa, era espacioso y parecía solo servir para pasto de vacas y demás animales de ganado.
Para mi no era más que un prado donde los bichos no deseados te escalaban los brazos y te picaban las piernas. Quería irme de allí lo más pronto posible pero por no molestar la placidez de Rafe soportaba cualquier cosa, su nariz llena de pecas aspiraba el aire campestre lentamente, sin prisa, y a mi ver su respiración me relajaba tanto que casi me quedaba dormida sobre aquellas hiervas punzantes y molestas, bajo ese sol que calentaba el mar, el faro, las gaviotas y a mi... Me apoyé en los codos y cerré los ojos; estaba a punto de cumplir mi deseo sin haber soplado ninguna pestaña cuando Rafe habló.
-Que nada cambie.
Lo dijo muy serio y pensativo y me hizo recordar los olivos. Los olivos eran uno los árboles que más le gustaban a mi abuelo, Julio Harrison, cuando hablaba de ellos, aún teniendoles mucho cariño, siempre los nombraba serio y pensativo, los acariciaba y miraba las hojas por si alguna oruga que pronto que convertiría en mariposa había decidido instalarse allí.
Abuelo decía: 'Que bonito es el paisaje que solo se aprecia cuando no quieres ver nada más que lo que tienes delante de tus narices, pero hay que mirar más allá Alicia, porque delante solo se encuentran olivas enlatadas, pero si miras más allá ves a gente acariciando los troncos de los olivos torcidos para que se pongan rígidos, ves esfuerzo y dedicación. Hay que mirar más allá.'
Y yo como buena nieta, le parafraseé en la mente y le hice caso. Miré más allá de unos ojos tristes y pensativos y me imaginé que fue lo que había provocado que el chico risueño y amable se convirtiera en una tercera parte de la sombra de mi padre.
-Las cosas tienen que cambiar, para bien o para mal pero lo tienen que hacer sino... ¿que sería de las buenas ideas?
Pensó.
-Puede que tengas razón, pero si las cosas cambian significa que se pierde algo ¿y que es de lo que se pierde, donde queda?
En la mente de los que lo conocieron.
Pero no lo dije, solo le miré y pensé que era lo más triste y hermoso que había visto nunca, como la gramola de su tía, vieja y deshecha, pero hermosa, y yo la recordaría el día que la señora Hays decidiera tirarla, yo la recordaría y nunca se perdería. Yo recordaría a Rafe y el sería el mago de todos los tiempos porque yo lo querría así.
En esos instantes no me imaginé el porque de ese deseo, a lo mejor si no me lo hubiese dicho ni yo preguntado se hubiese cumplido, pero de nada sirve pensar en lo que pudo haber sido y no fue, así que en aquellos instantes en los que él no sonreía y miraba a lo lejos me pregunté porque alguien de catorce años pide que nada cambie, y piensa en perder cosas, cuando a esa edad se supone que debes ganar.
Me llevó a casa a las ocho pero no se fue hasta las diez, estuvimos jugando a las tres en raya, Rafe perdió tres veces, la señora Hays y yo empatamos, en la revancha volvimos a quedar empatadas y el sonriendo aceptó la derrota. La señora Hays y yo empatamos en otra cosa; en fe, las dos creímos demasiado, confiamos en promesas rotas, y sugerimos volver a firmar contratos sin ningún valor, solo por agarrarnos a algo si todo se derrumbaba. No sirvió de nada, y no lo sabíamos.
Derramé un par de lágrimas antes de que Alex se acercara corriendo limpiara mis mejillas con la yema de los dedos, leyera las dos última líneas y como una ficha de dominó; empezar a llorar también. Rufián se arremolinó a nuestros pies y ronroneo quedamente. Los tres corazones rotos, dos heridos y uno robado, se abandonaron al llanto durante un rato, después cerré la libreta y la guardé en el cajón del escritorio.
miércoles, 2 de enero de 2013
6. Last Summer.
Y Rafe... ¿Quién era él para decirme lo que debía o no debía hacer? Fue lo primero que me cruzó por la mente nada más levantarme de la cama, estaba empapada en sudor y no era extraño, habían sido unos días de verano muy calurosos y asfixiantes, tanto que para bajar a desayunar tuve que bañarme con agua fría en el piso de arriba porque creía que no podría bajar las escaleras sin derretirme.
Rafe, el chico que había conocido el día anterior me había prometido enseñarme todos los lugares del pueblo, decía que eran un montón pero el pueblo solo contaba con unas cuantas casas, de esa gente que ama tanto su lugar en el mundo que no tiene ganas ni de dar una vuelta por la ciudad, que solo estaba a 30 kilómetros de distancia. Por eso mis padres me dejaban siempre allí sola, en Canto de Hadas, porque decían que para lo que les costaba ir y venir se quedaban allí y ya vendrían si eso.
La señora Hays me sonrió desde la cocina, yo la veía cocinar y limpiar desde las escaleras, sentada en esos peldaños fríos de mármol blanco, con mis zapatos de charol, con mi vestido rojo y veraniego, y la miraba, la contemplaba y quería tener tanta maestría y elegancia para moverme por allí (o por algún sitio), con la naturalidad de ella.
En una esquina del pollo había una gramola, ya vieja y mohosa, pero la señora Hays la mimaba y quería como si de su sobrino se tratase, no tenía hijos, ni marido. Me contó mucho tiempo después, cuando yo lloraba y regalaba sollozos a Canto de Hadas, que nunca se había enamorado de nadie ni nadie de ella, pero me lo dijo con una gran sonrisa, no entendí porque en ese momento, ahora ya lo sé, porque el amor a la vida, a las pequeñas cosas, a las grandes, el amor a los recuerdos, el amor al arte, podía, si no se igualaba, al amor de una persona por otra, lo que pasaba era que el amor a la humanidad hacía el mismo daño que una sola, las decepciones eran casi las mismas pero su sonrisa era igual, los jueves que los sábados, los lunes que los miércoles y las tostadas sabían igual un martes que un domingo, me enseñó a amar al mundo.
Rafe a amarlo a él.
Por la gramola Lousa, así le había puesto de nombre la señora Hays, donaba una salsa que hacía mover de las caderas a mi madrina, una lado, al otro, el tarareo, ahora doy una vuelta ahora me fijo en la niña, ahora me coje de las manos y me hace moverme con ella:
-¿Era hoy el día de la cita con Rafe?
"Era la piragua,
era la piragua
era la piragua de Guillermo Cubillos..."
-No es una cita, me va a enseñar el pueblo, solo eso.
Mis caderas se movían al son de la música y parecía que todo era más fácil mientras Jose Barros cantaba a la piragua, a Guillermo, a su Colombia querida o a mi mañana calurosa...
-Llamalo como quieras,-sonrió picaresca.- ¿que quieres para desayunar?
-Donde yace dormitando la piragua... ¡Zumo de naranja!
-¡Esta contenta hoy eh!
-¿Porque lo dice?
-Porque ya no tiene esa cara de vieja, y eso en un día, no si ya lo decía yo, ¡mi sobrino hace milagros! Pero si ha bailado y todo!
Se reía mientras sacaba del frutera las naranjas más frescas.
Me di cuenta de que tenía razón, de que me había dejado llevar por una música que no era la mía, de que había ron y tabaco en una de las canciones de ese vinillo y de que me sentía bien. Antes no había entrado nunca a la cocina, era parte del servicio, pero ese día entré, entré y bailé otra canción, y a los once y cuarto salí a reunirme con Rafe.
En esa mañana no ocurrió nada importante, y si ocurrió no me acuerdo, aunque procuré no olvidar lo esencial de ese verano.
Rafe, el chico que había conocido el día anterior me había prometido enseñarme todos los lugares del pueblo, decía que eran un montón pero el pueblo solo contaba con unas cuantas casas, de esa gente que ama tanto su lugar en el mundo que no tiene ganas ni de dar una vuelta por la ciudad, que solo estaba a 30 kilómetros de distancia. Por eso mis padres me dejaban siempre allí sola, en Canto de Hadas, porque decían que para lo que les costaba ir y venir se quedaban allí y ya vendrían si eso.
La señora Hays me sonrió desde la cocina, yo la veía cocinar y limpiar desde las escaleras, sentada en esos peldaños fríos de mármol blanco, con mis zapatos de charol, con mi vestido rojo y veraniego, y la miraba, la contemplaba y quería tener tanta maestría y elegancia para moverme por allí (o por algún sitio), con la naturalidad de ella.
En una esquina del pollo había una gramola, ya vieja y mohosa, pero la señora Hays la mimaba y quería como si de su sobrino se tratase, no tenía hijos, ni marido. Me contó mucho tiempo después, cuando yo lloraba y regalaba sollozos a Canto de Hadas, que nunca se había enamorado de nadie ni nadie de ella, pero me lo dijo con una gran sonrisa, no entendí porque en ese momento, ahora ya lo sé, porque el amor a la vida, a las pequeñas cosas, a las grandes, el amor a los recuerdos, el amor al arte, podía, si no se igualaba, al amor de una persona por otra, lo que pasaba era que el amor a la humanidad hacía el mismo daño que una sola, las decepciones eran casi las mismas pero su sonrisa era igual, los jueves que los sábados, los lunes que los miércoles y las tostadas sabían igual un martes que un domingo, me enseñó a amar al mundo.
Rafe a amarlo a él.
Por la gramola Lousa, así le había puesto de nombre la señora Hays, donaba una salsa que hacía mover de las caderas a mi madrina, una lado, al otro, el tarareo, ahora doy una vuelta ahora me fijo en la niña, ahora me coje de las manos y me hace moverme con ella:
-¿Era hoy el día de la cita con Rafe?
"Era la piragua,
era la piragua
era la piragua de Guillermo Cubillos..."
-No es una cita, me va a enseñar el pueblo, solo eso.
Mis caderas se movían al son de la música y parecía que todo era más fácil mientras Jose Barros cantaba a la piragua, a Guillermo, a su Colombia querida o a mi mañana calurosa...
-Llamalo como quieras,-sonrió picaresca.- ¿que quieres para desayunar?
-Donde yace dormitando la piragua... ¡Zumo de naranja!
-¡Esta contenta hoy eh!
-¿Porque lo dice?
-Porque ya no tiene esa cara de vieja, y eso en un día, no si ya lo decía yo, ¡mi sobrino hace milagros! Pero si ha bailado y todo!
Se reía mientras sacaba del frutera las naranjas más frescas.
Me di cuenta de que tenía razón, de que me había dejado llevar por una música que no era la mía, de que había ron y tabaco en una de las canciones de ese vinillo y de que me sentía bien. Antes no había entrado nunca a la cocina, era parte del servicio, pero ese día entré, entré y bailé otra canción, y a los once y cuarto salí a reunirme con Rafe.
En esa mañana no ocurrió nada importante, y si ocurrió no me acuerdo, aunque procuré no olvidar lo esencial de ese verano.
6 HOJA
domingo, 16 de diciembre de 2012
5. Last Summer.
Desde la ventana de mi piso en el centro, me imaginaba hace algún tiempo, al principio de todo, cuando era una promesa hecha eso de mudarse a la ciudad, cuando vi como mi vida cobraba sentido para mi y para todos. Mi amigo Ed Sheeran, me acompañaba esa tarde-noche y yo me sentía mejor que nunca, envuelta en mi chaqueta de punto, en una primavera hace un año y poco.
Sujeta una taza de té humeante, le encantan las infusiones y eso que yo no puedo soportarlas. Aston me lame la mano y me mira suplicante, sus orejas puntiagudas y las características de lobo me dicen que el modo Husky ha aparecido y quiere correr, quizás tirar del trineo que me tendré que inventar. Lipa juega con uno de los juguetes y Sowso duerme tranquilo en el sofá. Si digo "vamos" saltarían todos a por las correas, si me reencarno que sea en perro, o en pájaro, uno para disfrutar de lo simple y fácil, otro, para volar tan alto como mis alas o la gravedad me dejen.
El olor era diferente y el miedo me hacía temblar, pero eso solo estaba en mi cabeza, como todo. Me aclaré la garganta varias veces antes de coger mi móvil del bolsillo, apagar la música marcar sin mirar ese número tan conocido para mi como para mis dedos que lo marcaron sin rozar si quiera la pantalla. Esa voz, la voz que me dijo que valía, la voz de lo que está bien, de lo correcto y de lo arriesgado.
Mundo, el mundo era grande pero nosotros también.
Alex... Mi queridísimo Alex, que hubiese echo sin ti, donde estaría, en que esquina, en que mundo paralelo a este, en que cueva millonaria, en que fiesta de champán, en que vestidor de dos plantas... En que mundo sumido en el orden adecuado para una gente desconocida. Decir que me ayudaste a saltar desde aquel puente, desde aquel faro que Rafe me mostró y que se quedaba corto de hermoso y brillante.
¿Que pensamientos tendría si no me hubieses enseñado a decir "no"?
-Respira la sal del mar, y ves el ying-yang, se siempre precisa en cada decisión. Sin dudas ni reproches ni a ti... ni a nadie.
Me dijo eso mismo. Y no se me ha olvidado, hacía frío esa noche, pero no quiero contar nada más, primero Rafe, después Alex, luego Sebas y para finalizar Carol.
-¡Oye! ¿Te acuerdas de Sebas?
-¿Quién?
Le miro con una ceja levantada, ¿en serio pensaba que me creería eso de que no se acordaba de Sebas?
-Ainss, si. ¿Qué pasa con él?
-Nada, que me he acordado de él, eso es todo.
-De lo único que me valió conocerlo fue para saber que tal estaban mis ganchos.
-Alex...
-¿Qué?
-Bruto.
Y los dos reímos, por nada. Porque a mi me gustaba el sonido de su risa y a él el olor relajante de su té de hierbas, porque acabar aquí, tan lejos de donde empezamos ha sido otra hoja escrita en mi libreta.
Silbo fuerte y todos se ponen en pie corriendo y ladrando como locos. 'Vamos Aston que nos espera un día de mariposas en la nieve, han vuelto pequeño, han vuelto porque yo las he dejado volver'.
5 HOJA
sábado, 15 de diciembre de 2012
4. Last summer.
Desprecié a Rafe desde el mismo momento en que la señora Hays me lo nombró, no sabía nada de él, y lo odiaba, le echaba la culpa de tener que perseguir a su tía por el camino hasta el pueblo caminando y bajo amenaza de ella de no prepararme el desayuno nunca más.
La señora Hays era rolliza pero tenía una fuerza en la mirada y al andar que hacía pensar que esos kilos de más eran solo cosa de la imaginación de uno. A ella no la odiaba, solo a su sobrino, era un odio extraño, pero estaba segura que quien me hacía sentir ese odio era él, y no el nudo en la garganta que me oprimía el pecho y los pensamientos escurridizos ni los ojos nerviosos... solo el echo de tener que verlo, el echo de saber que alguien podría juzgarme del mismo modo que me juzgaban mis padres, ellos tampoco me conocían y parecían odiarme, el odio hacia lo desconocido debía ser hereditario...
Pero dejé de pensar eso de él en cuanto lo vi, y lo primero en lo que me fijé fue en su gran sonrisa, una sonrisa sin complejos, ni temores, ni nada, era una sonrisa que demostraba simple amor hacía el mundo y a la humanidad. Era la sonrisa con las que sueñan los príncipes azules, él no era un príncipe, no lo parecía, tampoco era muy alto, ni muy fuerte, ni muy guapo. Era él, y punto, y lo demostraba al caminar, y al tocas el agua de la fuente, que no lo hacia para lavarse las manso como todo el mundo, lo hacía para acariciar el agua. Sus ojos, ellos describían el rocía de la mañana, eran como la dulzura inocente mezclado con la pasión y el deseo de Neruda, eran tan azules, tan grandes y tan pequeños, que hermosura se podía ver en el reflejo de su alma, y yo si me enamoré no lo supe, ni lo sabría, lo único de lo que me dí cuenta además de su olor a bosque verde y agua del río, es de que era, no especial ni diferente, ni más bien algo... sintomático de la magia y el infinito. Era libertad en estado puro, porque no había nada que él no quisiera hacer, que alguien le dijera no puedes, porqu een menos de un minuto le dmostraba que se equivocaba.
-Hola.
-Tu debes de ser Alicia, ¿verdad?
-Ajá...
-Tía, ¡oh, por Dios!, pero lleva caminando desde la casa hasta aquí. Que loca es usted.-Parecía preocuparse verdaderamente del estado de su tía.
-Bueno hijo no pasa nasa, ya sabes que yo soy de hierro.
Y después de asegurarse de que su pariente se encontraba lo bastante bien como para que la señora Hays le dijese que se estuviese quieto y callado un momento para que se pudiese explicar el porque de su visita, él, se calló, y escuchó. Yo lo veía todo desde una perspectiva diferente a la de ellos, yo veía a un chico de mi edad que flotaba en una burbuja de amor y humildad, y ellos solo veían a su tía y a su sobrino. Y me pregunté como sería haberle visto crecer, haber visto como los dientes que componían esa sonrisa se formaban con el tiempo, como sus ojos crecían con el paso de los años su labia se transformaba de un balbucea a una frase entera, me sorprendí a mi misma imaginándolo teniendo miedo de la oscuridad, pero me parecía una imagen irreal, le pegaba más el él hablando con los monstruos más que teniendo miedo de ellos. Que resuelto y bondadoso se le veía, que risa más contagiosa, que lunar más mono justo debajo del cuello...
¡Oupppsss! ¿He pensado yo eso?
-Señora Hays, qué hora...-tragué saliva-es?
-No importa la hora que sea, hay sol y creo que piensa quedarse ahí mucho tiempo así que ahora mismo nos vamos a dar una vuelta, dice mi tía que nunca has visto el faro y me sorprende, porque en verano es el sitio más bonito de todo el lugar...
Siguió hablando y siguió hablando, lo único que podría discutirse sobre él es si sabía disfrutar de un silencio o no. Hablaba mucho, ¡que digo mucho, muchísimo!, pero que más daba, todo lo que decía parecía interesante por el modo en que hablaba tan entusiasmado.
Un copo de nieve se posó en el cristal de la cafetería. Los papeles estaban todavía algo húmedos pero se estaban secando sin crear muchos problemas con la tinta.
Alex leía el periódico y la fecha me decía que solo habían pasado dos días desde que decidí comenzar a escribir las memorias de mi verano.
-Alex, ¿por que no nos vamos al piso?
-¿Humm?- Preguntó sin levantar la vista del periódico.
-Es tarde y ya no me apetece seguir escribiendo, anda vamos.
-Como quieras.
Al salir de la cafetería y enfrentarnos al frío presencié como todo iba a una velocidad mucho más lenta que cuando entramos esta misma tarde a tomas café.
-¿No te parece que todo va más lento?.-Le pregunté a Alex.
-Me parece que va a nevar, y eso hace que todo vaya más despacio, todo se para para ver nevar, incluso las nubes van más lentas para dejar que los copos caigan con más ceremonia.
-Debe ser eso.
-¿Qué podría ser sino?
Y nos adentramos en el tumulto de gente que también presenciaban la actuación callejera del invierno.
4 HOJA

La señora Hays era rolliza pero tenía una fuerza en la mirada y al andar que hacía pensar que esos kilos de más eran solo cosa de la imaginación de uno. A ella no la odiaba, solo a su sobrino, era un odio extraño, pero estaba segura que quien me hacía sentir ese odio era él, y no el nudo en la garganta que me oprimía el pecho y los pensamientos escurridizos ni los ojos nerviosos... solo el echo de tener que verlo, el echo de saber que alguien podría juzgarme del mismo modo que me juzgaban mis padres, ellos tampoco me conocían y parecían odiarme, el odio hacia lo desconocido debía ser hereditario...
Pero dejé de pensar eso de él en cuanto lo vi, y lo primero en lo que me fijé fue en su gran sonrisa, una sonrisa sin complejos, ni temores, ni nada, era una sonrisa que demostraba simple amor hacía el mundo y a la humanidad. Era la sonrisa con las que sueñan los príncipes azules, él no era un príncipe, no lo parecía, tampoco era muy alto, ni muy fuerte, ni muy guapo. Era él, y punto, y lo demostraba al caminar, y al tocas el agua de la fuente, que no lo hacia para lavarse las manso como todo el mundo, lo hacía para acariciar el agua. Sus ojos, ellos describían el rocía de la mañana, eran como la dulzura inocente mezclado con la pasión y el deseo de Neruda, eran tan azules, tan grandes y tan pequeños, que hermosura se podía ver en el reflejo de su alma, y yo si me enamoré no lo supe, ni lo sabría, lo único de lo que me dí cuenta además de su olor a bosque verde y agua del río, es de que era, no especial ni diferente, ni más bien algo... sintomático de la magia y el infinito. Era libertad en estado puro, porque no había nada que él no quisiera hacer, que alguien le dijera no puedes, porqu een menos de un minuto le dmostraba que se equivocaba.
-Hola.
-Tu debes de ser Alicia, ¿verdad?
-Ajá...
-Tía, ¡oh, por Dios!, pero lleva caminando desde la casa hasta aquí. Que loca es usted.-Parecía preocuparse verdaderamente del estado de su tía.
-Bueno hijo no pasa nasa, ya sabes que yo soy de hierro.
Y después de asegurarse de que su pariente se encontraba lo bastante bien como para que la señora Hays le dijese que se estuviese quieto y callado un momento para que se pudiese explicar el porque de su visita, él, se calló, y escuchó. Yo lo veía todo desde una perspectiva diferente a la de ellos, yo veía a un chico de mi edad que flotaba en una burbuja de amor y humildad, y ellos solo veían a su tía y a su sobrino. Y me pregunté como sería haberle visto crecer, haber visto como los dientes que componían esa sonrisa se formaban con el tiempo, como sus ojos crecían con el paso de los años su labia se transformaba de un balbucea a una frase entera, me sorprendí a mi misma imaginándolo teniendo miedo de la oscuridad, pero me parecía una imagen irreal, le pegaba más el él hablando con los monstruos más que teniendo miedo de ellos. Que resuelto y bondadoso se le veía, que risa más contagiosa, que lunar más mono justo debajo del cuello...
¡Oupppsss! ¿He pensado yo eso?
-Señora Hays, qué hora...-tragué saliva-es?
-No importa la hora que sea, hay sol y creo que piensa quedarse ahí mucho tiempo así que ahora mismo nos vamos a dar una vuelta, dice mi tía que nunca has visto el faro y me sorprende, porque en verano es el sitio más bonito de todo el lugar...
Siguió hablando y siguió hablando, lo único que podría discutirse sobre él es si sabía disfrutar de un silencio o no. Hablaba mucho, ¡que digo mucho, muchísimo!, pero que más daba, todo lo que decía parecía interesante por el modo en que hablaba tan entusiasmado.
Un copo de nieve se posó en el cristal de la cafetería. Los papeles estaban todavía algo húmedos pero se estaban secando sin crear muchos problemas con la tinta.
Alex leía el periódico y la fecha me decía que solo habían pasado dos días desde que decidí comenzar a escribir las memorias de mi verano.
-Alex, ¿por que no nos vamos al piso?
-¿Humm?- Preguntó sin levantar la vista del periódico.
-Es tarde y ya no me apetece seguir escribiendo, anda vamos.
-Como quieras.
Al salir de la cafetería y enfrentarnos al frío presencié como todo iba a una velocidad mucho más lenta que cuando entramos esta misma tarde a tomas café.
-¿No te parece que todo va más lento?.-Le pregunté a Alex.
-Me parece que va a nevar, y eso hace que todo vaya más despacio, todo se para para ver nevar, incluso las nubes van más lentas para dejar que los copos caigan con más ceremonia.
-Debe ser eso.
-¿Qué podría ser sino?
Y nos adentramos en el tumulto de gente que también presenciaban la actuación callejera del invierno.
4 HOJA
domingo, 9 de diciembre de 2012
3. Last summer.
Si se empieza que sea por el principio.
La edad que tuviera no es importante, porque da igual el tiempo que hayas estado respirando si no como has invertido cada respiración. Me encontraba terminando los últimos ejercicios de algo, ese no es un dato de mucha importancia, y entonces la niñera que en ese momento era la buena y honorable señora Hays me miró desde el otro lado del salón y me dijo, como si me preguntara algo tan normal como que quería merendar:
-¿Que piensas del amor?
La pregunta me pilló por sorpresa y me quedé mirando a la nada unos minutos antes de responder dudosa:
-Nada.
-¿No piensas nada acerca del...amor?
-Pues no.
-¿Y puedo preguntar porque señorita Al?
-Por favor no me llame así, y si quiere una respuesta sincera...mmm... No pienso nada acerca del amor porque es algo complicada, difícil de entender y sobretodo porque nunca lo he experimentado por lo tanto me parece algo tonto y estúpido, visto desde fuera, claro está.
Su moño alto y gris tenía mejor mirada sin ojos que los de la señora Hays, me miraba con compasión y con sorpresa y a mi, no me importaba, me molestaba además. Mi padre decía que las miradas de compasión van a los desgraciados no a los Harrison.
-Deje de mirarme de esa manera, intento concentrarme.
-Le presentaré a alguien.
-¿Como dice?
-Necesita algo de vida en esa piel tan pálida, algo de color y amabilidad en sus palabras frías, necesita pasión en cada pensamiento y magia en una vida sin ella.
-Ha perdido la cabeza completamente.-Puede que se estuviera volviendo loca, pero en realidad yo tenía miedo, un miedo horrible a conocer a alguien que no me llevara más de treinta años, a hablar de algo que no fuera de vital importancia, miedo a conocer algo más allá de los muros de la casa de verano.
-Necesita a Rafe.
-Es nombre de perro, y no me gustan los perros.
-Alicia Harrison es nombre de vieja, y usted ni siquiera se acerca a la madurez.
Fue un golpe que me dolió. Tenía razón pero esa era mi vida y lo único que había conocido, si me hubiesen dicho que tendría tres perros, Aston, Lipa y Sowso, y dos gatos maravillosos, mi Mustafa y Rufián, me hubiese caído a causa de la risa que me hubiese entrado, odiaba a los animales, eran signo de amor, cordialidad y libertad, eso era desconocido para los muros rojos y blancos de Canto de hadas. Un nombre horrible en mi opinión para esa casa, aunque idóneo para el bosquecillo que se encontraba al lado.
-Es mi sobrino.-Y frunció los labios con indignación.-Y te hará falta algo de su alma aventurera.
-No lo necesito gracias, que se quede con su aventura.
-Lo necesita.
-¡Lo que necesito es que me deje en paz!
El agua inundó mis hojas escritas y las no todavía manchadas de tinta.
-¡Perdona!
-¡¡¡Alex!!!
-Es que... ¿Era algo importante? -Decía mientras secaba como podía la mesa y mis papeles.
-El principio de mi verano.
Se quedó callado un segundo y después con un sonrisa de oreja a oreja dijo resuelto:
-Rafe. ¿Lo has descrito ya?
-No me has dado tiempo.
-Pues menos mal así te cuento la historia de su cicatriz.
-Yo no recuerdo ninguna ci... ¡Ah! La que tenía en el brazo izquierdo, esa que parecían arañazos.
-Si. Solo que no "parecían", lo eran.
Era hora de saber porque el chico de la magia entre los dedos tenía unos arañazos de duende en el brazo, me sentí mal al saberlo, Rafe no solo era un alma aventurera, y un amante de los sueños e ilusiones, también de los secretos, le gustaba esconder la verdad, eso lo supimos después. Los tres lo supimos cuando se vio obligado a desaparecer sin humo y sin show.
La edad que tuviera no es importante, porque da igual el tiempo que hayas estado respirando si no como has invertido cada respiración. Me encontraba terminando los últimos ejercicios de algo, ese no es un dato de mucha importancia, y entonces la niñera que en ese momento era la buena y honorable señora Hays me miró desde el otro lado del salón y me dijo, como si me preguntara algo tan normal como que quería merendar:
-¿Que piensas del amor?
La pregunta me pilló por sorpresa y me quedé mirando a la nada unos minutos antes de responder dudosa:
-Nada.
-¿No piensas nada acerca del...amor?
-Pues no.
-¿Y puedo preguntar porque señorita Al?
-Por favor no me llame así, y si quiere una respuesta sincera...mmm... No pienso nada acerca del amor porque es algo complicada, difícil de entender y sobretodo porque nunca lo he experimentado por lo tanto me parece algo tonto y estúpido, visto desde fuera, claro está.
Su moño alto y gris tenía mejor mirada sin ojos que los de la señora Hays, me miraba con compasión y con sorpresa y a mi, no me importaba, me molestaba además. Mi padre decía que las miradas de compasión van a los desgraciados no a los Harrison.
-Deje de mirarme de esa manera, intento concentrarme.
-Le presentaré a alguien.
-¿Como dice?
-Necesita algo de vida en esa piel tan pálida, algo de color y amabilidad en sus palabras frías, necesita pasión en cada pensamiento y magia en una vida sin ella.
-Ha perdido la cabeza completamente.-Puede que se estuviera volviendo loca, pero en realidad yo tenía miedo, un miedo horrible a conocer a alguien que no me llevara más de treinta años, a hablar de algo que no fuera de vital importancia, miedo a conocer algo más allá de los muros de la casa de verano.
-Necesita a Rafe.
-Es nombre de perro, y no me gustan los perros.
-Alicia Harrison es nombre de vieja, y usted ni siquiera se acerca a la madurez.
Fue un golpe que me dolió. Tenía razón pero esa era mi vida y lo único que había conocido, si me hubiesen dicho que tendría tres perros, Aston, Lipa y Sowso, y dos gatos maravillosos, mi Mustafa y Rufián, me hubiese caído a causa de la risa que me hubiese entrado, odiaba a los animales, eran signo de amor, cordialidad y libertad, eso era desconocido para los muros rojos y blancos de Canto de hadas. Un nombre horrible en mi opinión para esa casa, aunque idóneo para el bosquecillo que se encontraba al lado.
-Es mi sobrino.-Y frunció los labios con indignación.-Y te hará falta algo de su alma aventurera.
-No lo necesito gracias, que se quede con su aventura.
-Lo necesita.
-¡Lo que necesito es que me deje en paz!
El agua inundó mis hojas escritas y las no todavía manchadas de tinta.
-¡Perdona!
-¡¡¡Alex!!!
-Es que... ¿Era algo importante? -Decía mientras secaba como podía la mesa y mis papeles.
-El principio de mi verano.
Se quedó callado un segundo y después con un sonrisa de oreja a oreja dijo resuelto:
-Rafe. ¿Lo has descrito ya?
-No me has dado tiempo.
-Pues menos mal así te cuento la historia de su cicatriz.
-Yo no recuerdo ninguna ci... ¡Ah! La que tenía en el brazo izquierdo, esa que parecían arañazos.
-Si. Solo que no "parecían", lo eran.
Era hora de saber porque el chico de la magia entre los dedos tenía unos arañazos de duende en el brazo, me sentí mal al saberlo, Rafe no solo era un alma aventurera, y un amante de los sueños e ilusiones, también de los secretos, le gustaba esconder la verdad, eso lo supimos después. Los tres lo supimos cuando se vio obligado a desaparecer sin humo y sin show.
3 HOJA
sábado, 1 de diciembre de 2012
2. Last summer.

Sucia, cobarde y loca realidad. Así que también sabía eso.
Lo recuerdo todo con detalle, la manera de mirar de mis padres, rectos, respetuosos, formales, la honestidad y la paciencia con la que lo hacían todo y sobretodo la frialdad.
Cambié justo en ese año. Lo hice, y me alegro de haberlo hecho, hay cosas que debes hacer que no están escritas en agendas, cosas importantes que no sabes que lo son hasta que suceden, cosas como dejarse llevar, eso lo sé ahora, pero antes no, y me negué a mirar con atención las ondulaciones del río de enfrente de la casa de verano, me negué a apreciar las tardes y demasiado las mañanas, me negué a mirar a la luna a sus ojos de zafiro traslúcido, aunque los destellos azules y plateados seguían ahí.
Lo que más gracia me hace ahora es que siempre huí de lo complicado; del amor, de la amistad, de la magia, de la fe en los cuentos, de los libros que te abrían puertas que preferías dejar cerradas, el porque es simple a mamá no le gustaban las fantasías, solo la suya... Siempre huyendo, siempre extraña al mundo que me rodeaba.
Alex se acerca por la calle, tiene ese andar lento pero seguro, su brazo es largo y fuerte y sostiene la comida que hoy vamos a comer, se acerca al café esta mañana oscura, pero mañana.
-¡No sabes la de gente que había!
Suspira sonriendo.
-¿Que has comprado?
-Hmm, ensaladilla, pollo con patatas plastificadas, y helado de chocolate con virutas de chocolate real.
Pone los ojos en blanco y yo lo imito, la comida del Señor de la Comida, es mala pero comestible, está cerca de casa, y desde que venimos a vivir a la ciudad vamos allí, se podría llamar comodidad y rutina, pero a mi me gusta llamarlo "Tradición".
-Desde ayer te veo con esa libreta, ¿que escribes?
Lo miro a esos ojos castaños llenos de amor, un amor que todavía desconozco si es por mi o simplemente por el mundo.
-Escribir la historia de mi digno verano.
-¿Nuestro verano?
Pregunta levantando una ceja y mirando con los ojos brillando de recuerdos memoriales y pasadizos de secretos entre los helechos de los bosques de al lado del pueblo.
-Nuestro, sí. Justo ese.
-Jumm... Ha habido mejores.
-Pero para mí ninguno como ese.
-Está bien entonces, pero con cuidado, que no se olviden los pequeños detalles que lo hicieron especial.
Y por un momento vi al chico que había sido, no era el mejor ni el más perfecto, no era príncipe ni caballero. Pero me salvó, y eso también lo sé.
2 Hoja
martes, 27 de noviembre de 2012
1. Last summer.
Hubo un verano, digno de recordar. Hay pocos en mi vida que se merezcan ese título "Digno de recordar", pero ese, ese fue especial.
No fue porque el sol no dio fuerte aunque salió todos los días, no fue porque los mejores libros salieron esos dos meses, tampoco fue porque conocí a las que ahora son los desconocidos que más ansié conocer y los conocidos que más quise que fueran para siempre desconocidos, mataría por volverlos a conocer, una y otra vez, por eso lo recuerdo. Es el juego arriesgado de la memoria, a veces te juega malas pasadas pero otras se lo agradeces...
Igualmente no fue por ello por lo que es el más digno de recordar. Tampoco lo fue porque me enamoré por primera vez, aunque amor... no sé si atreverme a llamarlo de esa manera. Supongo que de algún modo he de nombrar a las mariposas que tanto molestaron y a los besos robados, pero no fue por ello por lo que lo recuerdo, aunque me siguen vibrando los labios... después de tanto tiempo. No fue por ello, y tampoco lo es ahora, y quizás supe que lo había sido en el momento justo de acabar, es el momento de recordar.
Han pasado tres años y once meses y decido escribir ahora mi verano especial, decido escribirlo en mitad de un otoño al filo de acabar.
Decido escribirlo en una cafetería en medio de ninguna parte, porque después de tanto tiempo sigo perteneciendo a la nada, sigo amando al silencio apaciguador de bestias pardas, y susurrando los nombres de perros callejeros, hubo un pasado verano en el que un chico de ojos castaños y sonrisa amable me contó que algún día sería capaz de influenciar a las espinas para que no pincharan, a las ranas para que no confiaran y a los hombres con sombrero para que llevaran también algún que otro consejo debajo del ala. Creo que llegó el momento de escribir y hacer épico la historia de un verano en el que los lobos aullaron más fuerte que nunca, demostrando así que aún estando solos siguen unidos, de un verano extraño porque conocí aun mago que me enseñó que la realidad era pura fantasía y que podía por tanto hacer con ella lo que quisiera.
He esperado mucho tiempo, pero es el momento adecuado para describir aquella tarde. Hoy hace frío y el tatuaje de dos manos unidas que llevo en la espalda se queja de no poder ver la luz debajo de tantas capas de ropa. Ahora que lo pienso aquel chico que nunca me dijo su nombre pero que yo, por su sonrisa entrañable, por sus siempre sonrojadas mejillas y por sus ojos suspicaces de mirada locuaz, lo llamaba chico listo y nunca quiso que lo llamase de otro modo, él, que también me contó historias extrañas pero que jamás olvidé me dijo que los mejores relatos hay que contarlos poquito a poquito, lo mejor viene al final y al que hacerlo esperar, como Las mil y una noches que tuvo que soportar aquel rufián asesino hasta saber el final de la historia, de su historia.
Pero todos sabiamos como iba a acabar, como también sabíamos mi predilección por lo desconocido y prefirió seguir siendo solo eso, el desconocido de la magia entre los dedos. El que me susurró el secreto. Pero eso, no fue lo que hizo de especial ese verano.
La cafetería se está quedando vacía y la tarde oscura se me echa encima, queridos amantes del tiempo y el espacio que sepais que es incontrolable el reloj de pulsera incluso de arena o el de sol, ninguno es completamente exacto ni se puede controlar, pero que aún así yo lo hice una vez.
Lo hice y después volví a casa, como siempre se hace después de una gran aventura, vuelves a casa para cenar, mamá me miró de arriba a abajo y me dijo con el ceño fruncido:
-Parece como si hubieses jugado con mariposas.
Abrí los ojos tanto como pude, intentando esconder el secreto de mi digno verano.
-¿Porque dices eso?
-Porque tienes una en el pelo.
La libreta que sostengo con cuidado entre los brazos, mientras camino de vuelta a mi piso, parece preguntarme... ¿donde has dejado las mariposas?
1 HOJA
No fue porque el sol no dio fuerte aunque salió todos los días, no fue porque los mejores libros salieron esos dos meses, tampoco fue porque conocí a las que ahora son los desconocidos que más ansié conocer y los conocidos que más quise que fueran para siempre desconocidos, mataría por volverlos a conocer, una y otra vez, por eso lo recuerdo. Es el juego arriesgado de la memoria, a veces te juega malas pasadas pero otras se lo agradeces...
Igualmente no fue por ello por lo que es el más digno de recordar. Tampoco lo fue porque me enamoré por primera vez, aunque amor... no sé si atreverme a llamarlo de esa manera. Supongo que de algún modo he de nombrar a las mariposas que tanto molestaron y a los besos robados, pero no fue por ello por lo que lo recuerdo, aunque me siguen vibrando los labios... después de tanto tiempo. No fue por ello, y tampoco lo es ahora, y quizás supe que lo había sido en el momento justo de acabar, es el momento de recordar.
Han pasado tres años y once meses y decido escribir ahora mi verano especial, decido escribirlo en mitad de un otoño al filo de acabar.
Decido escribirlo en una cafetería en medio de ninguna parte, porque después de tanto tiempo sigo perteneciendo a la nada, sigo amando al silencio apaciguador de bestias pardas, y susurrando los nombres de perros callejeros, hubo un pasado verano en el que un chico de ojos castaños y sonrisa amable me contó que algún día sería capaz de influenciar a las espinas para que no pincharan, a las ranas para que no confiaran y a los hombres con sombrero para que llevaran también algún que otro consejo debajo del ala. Creo que llegó el momento de escribir y hacer épico la historia de un verano en el que los lobos aullaron más fuerte que nunca, demostrando así que aún estando solos siguen unidos, de un verano extraño porque conocí aun mago que me enseñó que la realidad era pura fantasía y que podía por tanto hacer con ella lo que quisiera.
He esperado mucho tiempo, pero es el momento adecuado para describir aquella tarde. Hoy hace frío y el tatuaje de dos manos unidas que llevo en la espalda se queja de no poder ver la luz debajo de tantas capas de ropa. Ahora que lo pienso aquel chico que nunca me dijo su nombre pero que yo, por su sonrisa entrañable, por sus siempre sonrojadas mejillas y por sus ojos suspicaces de mirada locuaz, lo llamaba chico listo y nunca quiso que lo llamase de otro modo, él, que también me contó historias extrañas pero que jamás olvidé me dijo que los mejores relatos hay que contarlos poquito a poquito, lo mejor viene al final y al que hacerlo esperar, como Las mil y una noches que tuvo que soportar aquel rufián asesino hasta saber el final de la historia, de su historia.
Pero todos sabiamos como iba a acabar, como también sabíamos mi predilección por lo desconocido y prefirió seguir siendo solo eso, el desconocido de la magia entre los dedos. El que me susurró el secreto. Pero eso, no fue lo que hizo de especial ese verano.
La cafetería se está quedando vacía y la tarde oscura se me echa encima, queridos amantes del tiempo y el espacio que sepais que es incontrolable el reloj de pulsera incluso de arena o el de sol, ninguno es completamente exacto ni se puede controlar, pero que aún así yo lo hice una vez.
Lo hice y después volví a casa, como siempre se hace después de una gran aventura, vuelves a casa para cenar, mamá me miró de arriba a abajo y me dijo con el ceño fruncido:
-Parece como si hubieses jugado con mariposas.
Abrí los ojos tanto como pude, intentando esconder el secreto de mi digno verano.
-¿Porque dices eso?
-Porque tienes una en el pelo.
La libreta que sostengo con cuidado entre los brazos, mientras camino de vuelta a mi piso, parece preguntarme... ¿donde has dejado las mariposas?
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