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viernes, 24 de mayo de 2013

A ti te dio por reír.

Tú allí. Y yo aquí. Tan solo nos separa un metro y medio, no lo he contado pero me juego lo que sea a que ese metro y medio es solo uno y treinta y tres centímetros, es lo que pasa cuando en realidad nos separan kilómetros, que nos inventamos distancias desmedidas para echarle la culpa al espacio, a los monosílabos que le diriges al mundo, a tu pierna que tiembla y a una boca que ya no sonríe.
Todo lo que te diría... ¡Sería tanto! Te diría que tal te pareció el capítulo de aquella historia de la que te enganché, solo para tener a alguien que valorara las palabras de otro, si te parece bien o mal, si las largas discusiones que tengo conmigo misma son producto de mente, porque quiero que me digas que no pasa nada por saltar, que si me vuelvo loca me querrás muchísimo más.
Porque al final todo trata de eso, de querer. De que yo quiero que me quieran, igual que tu quieres que te quieran pero nos quieren de distinta manera a como queremos que nos quieran.
Dijeron, no hace mucho, que esa "media naranja", ese "príncipe azul", no existe. Pero que sabrán ellas que se agarran a la opinión de un psicólogo de Wikipedia. En realidad, estamos tan incompletos que vagabundeamos perdidos, fingiendo, aunque no queramos. Somos una mentira, somos la GRAN mentira. Nos hemos creado a nosotros mismos en vez dejarnos ser; llueve, no tenemos paraguas, el agua no nos moja y estamos empapados.
Buscamos, buscamos, buscamos...
Pero yo me agarro a esa definición de vida que leí el otro día: La vida es una puta carcajada. Un orgasmo. Robar y correr.
Eso es, eso tiene sentido, robar y correr, ¿es que acaso se trata de otra cosa? 
Incomprendidos, ni siquiera sabemos quienes somos, excepto en un momento que se produce justo cuando sales del vientre de tu madre y lloras, es en el momento en el que aprendes a llorar, y dicen que estás vivo, y tú piensas: Esto es lo que soy, lágrimas.
Pero hay que aprender, a llorar mientras robas y corres, aunque nadie te entienda porque eso da igual. Cuantas veces nos habré imaginado desnudos, hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres, que más dará lo que tengamos entre las piernas, el caso es no abrazar a un fantasma y sentirse vivo al ser ahogado por las lágrimas de vapor de agua, vapor de agua, que feo queda, mejor lágrimas de Dioses, para sentir que mortales o inmortales todos lloramos, sentirnos vivos, gritarle al mundo aunque no te entienda.
Y aunque estés a miles de kilómetros... que te quites los auriculares y molesta me digas: No hace falta que grites, te he escuchado a la primera.
Entonces robaría y correría, porque en el momento en el que has dejado de prestar atención a lo que sucedía en tu complicada mente, todos se han quitado los cascos, te han mirado, el gato-zorro astuto se ha desperezado, la palabras que se las lleva el viento a ninguna parte (a donde deberíamos ir todos), han descubierto un nueva atajo. Y tú, allí, sentada, has podido apreciar que la luna llena a vuelto a salir, igual que las brujas como decía una vieja leyenda, y has decidido que la próxima vez que nacieras no llorarías, reirías ¿porque? Pues porque la vida no son lágrimas, que es demasiado corta como para desperdiciarla con esas tonterías, riamos, robemos y corramos, lejos, a ninguna parte, detrás de las palabras de algún incomprendido.


                                                               

martes, 14 de mayo de 2013

14. Last Summer.

Ella cantaba muy, muy mal. Pero eso lo escondía tras el sonido de su risa, porque si aprendió a hacer algo fue a reír, y eso lo hacía muy bien. Aprendió, luego, a contar el tiempo, a pensarlo y a desafiarlo, a un ahora muerto en el antes y un después existente solo en la realidad paralela.
Ella se llamaba Alicia Harrison, y se describió así misma, una mañana calurosa (otra de tantas) en tercera persona, porque en primera no le salían las palabras y en segunda... Tampoco.
Pronto Alicia se fue convirtiendo en Al, y mientras ella jugaba, contaba, y susurra al tiempo, este jugaba, corría y gritaba a un ritmo diferente.
Todo volvió a ser igual que antes de que Rafe se ausentara, menos el corazón de la señora Hays. Yo siempre había pensado en ella, como algo molesto que estaba allí, cosiendo, cocinando, barriendo, o hablando sin parar, así que era algo así como los días; se sucedían unos a otros pero estaban ahí aunque muchas veces no pensaras en ellos, mirabas en el calendario y respirabas tranquila, el Martes iba después del Lunes.
La mañana en que me enteré de que la señora Hays tomaba pastillas para el corazón, fue como si los Viernes se hubiesen extinguido; una azul redonda, otra blanca alargada y gruesa... Pensé que ya nada sería igual, que tomaba pastillas para que su corazón no sufriera, y también para recordarse así misma que ahora era el tiempo el que jugaba con ella.
Subí corriendo las escaleras y me encerré en mi habitación, parecerá una locura pero cerré los ojos y me concentré en escuchar los latidos acelerados de mi corazón, desee que si se parase fuera por una buena razón, y que si lo iba a hacer que lo hiciera para siempre, para no tener que recordar que hubo un tiempo en el que bombeaba como y cuanto quería, que yo controlaba.
Se me ocurrió escribir, justo como estoy haciendo ahora, la historia de cuando mi corazón palpitó y supe que estaba viva, y empecé con un; Ella cantaba muy, muy mal...
Suceden a veces situaciones que uno jamás piensa que recordará, porque son demasiado intrascendentes, demasiado comunes y rutinarias, y son esas las que producen cometer las mayores locuras.
Ese día solo pensaba en hacer de mi corazón algo más que un simple músculo que te mantiene viva y en cuerpo presente, para convertirlo en la razón de estar aquí.
Cogí una pequeña mochila y no metí nada.
Bajé las escaleras sin mirar siquiera si pisaba el suelo o no, cuando llegué a la cocina no miré a la señora Hays ni a sus pastillas, y solo grité: ¡Me voy! Volveré cuando todos bombeos que se produzcan en mi pecho sean realmente míos y no del tiempo.
No escuché respuesta, pero si hago un esfuerzo por imaginármela, seguramente sería esta: Entonces no te espero para cenar.
Nunca me había sentido tan yo, recorriendo todas las calles del pueblo, ¿recorriendo? Si casi parecía que corría la maratón, e iba la primera, te lo aseguro.
Al primero que encontré fue a Alex, el cual tan tranquilo como siempre compraba nuevas pinturas azules, para su mar infinito, al principio no me creyó, pero luego corría tanto como yo o más.
Luego a Carol, a la cual no hacía falta convencer de nada, correría lo que hiciera falta (llevaba una camiseta de GreenPeace)
Y por último a un Rafe con gorra verde, gafas de sol negras y cuatro billetes de tren en la mano:
-¿Qué? ¿A dónde nos lleve el mar de Alex?



                                                             naturaleza, foto, mar, verano

jueves, 9 de mayo de 2013

Te llamé para decirme -sin error lo que es verdad- lo que no lo es

Sacar el conejo de la chistera por las orejas, mirarle a esos ojos saltones negros casi llorosos y decirle: Te creo.
Son los versos incomprensibles de Tristan Tzara y pensar que en algún punto del universo tienen sentido. Es levantarte una mañana y pensar que te he soñado de la mismo forma en que tomas el café de media tarde, con una media sonrisa, con un perro faldero blanco entre las piernas, con una bolsita de té deshaciéndose con el calor del cacao de tu taza, y es creer que has encontrado ese punto del universo en el que sus poemas tienen sentido. Creer en lo imposible y hacerlo posible.
Que aquella frase ya no necesita de razón; Masturbándose las alas...
Ya no hace falta pensar más en ello. Encontraste el significado de todo, y es la nada. El imconformismo no tiene razón de ser si se escucha Get Lucky.
(I'm up all night to get lucky)
Le pregunta al vampiro si existimos y él, sangrando de un colmillo le responde: sí.
Tiene que exponer dos Vanguardias, el Creacionismo... Aquella que crea poesía como la naturaleza crea el árbol, sin un porqué aparente, creando la forma de algo existente pero lejos de ser realidad, y el Dadaísmo... Algo Dadá, me hubiese encantado conocerlos, a todos ellos, los que sin nada crearon algo, los que hacen pensar en el aquel punto en el que todo cobra sentido, y no existen los porques... Bueno, a no ser que vayas tú, (o yo) y lo pensemos entonces, existirán.
Sacar el conejo por las orejas, largas y suaves, y preguntarle: ¿Importa? Si te digo que esto no vale para nada, si me desnudo delante de ti y tú no reaccionas, no lo sabes, tan solo te paras, como con las luces del coche, si te digo que a veces se intenta abrir la ventana y alguien hace fuerza desde fuera para que no la abras, ¿importa? Importa si te ruego que esta vez salgas fuera de la carretera, para no morir aplastado por las ruedas de un monstruo con motor.
El conejo que lo había entendido, pero solo en algún punto del universo, salto de la mesa del mago o maga que actuaba aquella noche, y saltó a la carretera.
Una mancha peludo blanca y gris manchado de sangre y entrañas se encontraba en la cuneta momentos después. 
Hechos para cometer los mismos errores, aunque te los griten desde fuera; desde el palco del teatro, con un altavoz delante y unas pancartas detrás. 
-Conejos... Todos ellos. -Y el barrendero siguió limpiando las aceras con movimientos constantes, solo parándose de vez en cuando a quitar conejos de las cunetas, a enterrarlos bajo tierra.

                                                                     

drogas, el tabaco, viaje
He sacado el antiguo sueño de la caja como sacas tú el sombrero
cuando te pones el traje de muchos botones
~Tristan Tzara